Buenos Aires: los secretos de la restauración de la histórica iglesia de San Miguel

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En pleno trabajo de restauración de la Iglesia de San Miguel (Foto de ICN Diario)
En pleno trabajo de restauración de la Iglesia de San Miguel (Foto de ICN Diario)

Por José Luis Rondán
Fotos: María Pilar Mouco.-

Cuando el paseante discurre distraídamente por el Gran Buenos Aires, al transitar por el barrio San Nicolás, justo a la altura de la calle Bartolomé Mitre al 886, podrá toparse con una vieja iglesia, edificio de gran humildad, casi enterrado entre los mastodontes modernos de hierro y cemento, pudiendo fácilmente imaginar, cómo que se esfuerza en sus intentos, cual árbol en medio de la selva tupida, por hacerse de un poco de sol para sus energías.
Afuera el descarnado bullicio de una de las ciudades más populosas del orbe; en la calle la solitaria multitud; en la vereda el individualismo más agresivo donde nadie atiende a nadie y los teléfonos móviles se constituyen en el centro de atención y mundo tangible para muchas almas que vacías, hacen propia cada día, la urgencia por llegar a ninguna parte para dialogar con nadie.
Adentro la armonía y el equilibrio que el silencio de la meditación propicia; en el interior, las puertas del corazón abiertas de par en par; entre esos viejos muros, el espíritu sublimado presto a escuchar y a escucharse; bajo esos históricos techos, la presencia solidaria y apacible del Dios Padre representado en la figura de su principal capitán, San Miguel, custodio de las almas, y allí, nosotros, serenos, tranquilos, aquietados, sorbiendo a sorbos de esa inagotable fuente de amor que sólo los sitios preparados para ello permiten.
La Iglesia de San Miguel (Foto: ICN Diario)
La Iglesia de San Miguel (Foto: ICN Diario)
Esta iglesia erigida en el casco histórico de la emblemática ciudad de Buenos Aires, allá por el año de 1727, y que fuera investida del título de Patrimonio Histórico el año de 1983, pertenece a la Arquidiócesis de Buenos Aires, siendo su actual Presbítero, el sacerdote Ricardo DOSTRO, orgulloso y afable guía de una comunidad cristiana que bien sabe que allí, entre esas viejas paredes, así como en el entorno más cercano, se escribió a sangre y fuego parte de la rica historia del gran pueblo argentino.
Tantos eventos de guerras, de intolerancia y muerte, así como sucesos de sacrificios y abnegación, fueron conformando trama y urdimbre de un edificio que supo ser grande y trascendente, y que también fue obligado por circunstancias socio políticas a pararse un día, en el umbral del olvido; que supo de afrentas crueles como su incendio intencional durante el año 1955 por parte de facciones peronistas, así como de actos de amor y preocupación por su resurgimiento, tal cual lo vemos hoy día, en la figura de fieles, autoridades, y profesionales de diversa índole, que en conjunto propician su resurgimiento.
Este tópico es el que nos movió a trasladarnos desde Montevideo hasta el propio santuario, a fin de conocer in situ la silenciosa obra de un grupo importante de personas que desde la callada humildad, están suministrando energía y luz a este viejo edificio en cuyo interior, y así pudimos experimentarlo, encontramos los elementos para sublimar el espíritu, para aquietar las aguas del modernismo alocado, transportándonos al ámbito imprescindible para el recogimiento y el encuentro con nosotros mismos.
Es una templo provisto de un poderoso espíritu propio, signado por esa luz maravillosa, diáfana y cálida, que no todos los sitios, por más brillantes, por más lustrados y ordenados que se muestren, poseen.
El espacio en penumbras, algunos fieles inmersos en sus plegarias, la luz mortecina del ambiente que invita a la introspección, a atreverse a mirarse en el mágico espejo que nos dice de nosotros mismos, y allá al fondo, en elevados andamios metálicos, como si de duendes se tratara, un grupo de chicas laboriosas, concentradas en la ardua tarea de preservar, de renovar, de volver a la vida las pinturas del artista Augusto César FERRARI.
Antes de conversar con quien las dirige, la restauradora Cristina LANCELLOTTI, tomamos algunas fotos del grupo de las jóvenes artistas, quienes se veían cuasi fantasmales, desdibujadas sus figuras tras la tela plástica transparente que separa el ámbito de su trabajo, del resto del edificio; concentradísimas, esmeradas en la delicada tarea de revivir, de generar la empatía necesaria con el primigenio artista para volverlo vigente.
Parte del equipo que restaura la Iglesia de San Miguel con el enviado de ICN Diario
Parte del equipo que restaura la Iglesia de San Miguel con el enviado de ICN Diario
Cristina LANCELLOTTI es una restauradora argentina formada en la Escuela de Bellas Artes de Buenos Aires, y quien habiendo emigrado a Europa, culminó su formación artística en el viejo continente, (Francia e Italia), donde tras permanecer por espacio de ocho años y medio, volvió al país, donde, y para la realización de esta tan difícil como amorosa tarea, y en virtud de su especialización en pinturas murales, piedra y simil piedra, fue contratada por la Universidad Nacional de San Martín, más precisamente por el Departamento de Tareas que dirige el restaurador Nestor Barrios.
Nos comentaba que en su trabajo no se trata de demostrar que se es mejor que este o aquel, que se trabaja más rápido o que se pinta más lindo, sino que el restaurador es quien trata de volver a la vida, preservar y procurar la extensión de la permanencia misma de una obra, ajustándose con rigor científico a la esencia que pretendió imprimir en su trabajo, el propio autor; para ello debe conjuntar su tarea con un grupo de profesionales que harán posible tal cometido, desde yesistas o albañiles, hasta arquitectos, historiadores, ingenieros o químicos.
Para el caso de esta obra, nos explicaba Lancellotti, debió hacerse un estudio pormenorizado de los muros, ya que tantos años de encierro habían promovido el surgimiento de una gran colonia de hongos, los cuales habían colonizado prácticamente todas las pinturas, por ello la necesidad de hacer una exhaustiva limpieza de cada una de ellas, entre otras no menos importantes intervenciones.
Nos explicó que habían comenzado a trabajar con su equipo en setiembre del año pasado, y que esperaba entregar el tramo de obra restaurada pactada con la Universidad, para octubre de este año, y que con seguridad ello sería factible en virtud del esmerado esfuerzo en el detalle y la gran paciencia del grupo de profesionales que trabajaban sobre las paredes, compuesto éste por Alejandra RUBINICH (encargada del equipo), Amanda CORDEIRO, Carolina GOMEZ, Elena SENRRA, Georgina BURGI, Jacqueline ELSZTEIN, Julieta MARINARO, Romina PAGANO, Verónica DOMINGUEZ, Verónica VAZQUEZ y Carolina GONZALEZ.
Descendimos de los andamios casi en silencio, atrás dejábamos un grupo de trabajo dedicado y profesional, y la convicción de que el mismo sería realizado de una manera impecable; íbamos en compañía del director de la obra, el arquitecto Pablo PAUL con el cual subiríamos a los techos para apreciar los trabajos realizados en el exterior, cosa no menor para la sustentabilidad de todo el esfuerzo que se está llevando adelante.
Al salir a la vereda, el ruido ensordecedor de la ciudad nos volvió a la realidad, queríamos volver a ingresar, pero ya no nos era posible, otros dedicados trabajos para la preservación del templo, y no menos importantes que los que se estaban realizando en el interior, serían mostrados a este equipo de ICN diario por parte de nuestro tan diligente como experimentado guía.
En una segunda nota referiremos a la realización de dichos trabajos de preservación exterior, así como a la charla que mantuvimos con el padre DOTRO.