Resulta que ahora todos los presidentes de los gobiernos “populistas” latinoamericanos quieren aparecer en la foto junto al Papa Francisco y en los próximos días arribarán al Vaticano para reunirse con el Santo Padre, el presidente Nicolás Maduro que lo hará por segunda vez y quizás le cuente sobre el pajarito chiquitico que habla con Maduro en una pequeña iglesia y le asegura que es Chávez.
Por quinta vez lo hará Cristina Kirchner, que cuando tiene un rato libre sale volando a visitar a Bergoglio, al mismo que antes cuando era cardenal en Argentina, se negaba a recibirlo en la Casa Rosada y también irá a Roma la mandataria chilena, Michelle Bachelet, quien seguramente le hablará de los problemas terrenales que tiene con su hijo y su nuera, por la venta de terrenos.
Días antes, con su santa paciencia, Francisco recibió al presidente de facto de Cuba, Raúl Castro, quien aseguró que si el Papa continuaba actuando y hablando así él volvería a rezar.
También anduvo por allí el jefe de Estado de Ecuador, previo a la visita papal a ese país. Este presidente se confiesa de izquierda y afirma ser también católico.
La semana pasada el sumo Pontífice, recibió por segunda vez, al expresidente de Uruguay José Mujica, quien a pesar de confesar ser ateo, anda en busca del Nobel esquivo y se arrima para la foto que pueda darle notoriedad. Cuando asumió el Papa Francisco, Mujica dijo que no iría a Roma, ya que no era católico y por eso envió al entonces vicepresidente Danilo Astori.
Así las cosas, podríamos decir que la figura del Papa cautiva, pero sería bueno que estos mandatarios entendieran que por más que los reciba el Santo Padre y aparezca en una foto con ellos, eso no lava ni limpia los malos actos que puedan haber cometido. Si no hay sincero arrepentimiento y promesa de no repetir los pecados, no habrá perdón divino.
Paco Tilla












