Albert Einstein dijo: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo” y tenía razón y si hoy viviera, no se asombraría de ver como los seres humanos caminan como alienados con un adminículo al que llaman móvil o celular, según en que región del planeta Tierra vivan.
Esta dependencia del comunicador móvil es adictiva y provoca el embotamiento del ser presuntamente pensante, que ya no puede prescindir del diabólico aparatejo. Algunos que todavía no han sido dominados por este mal, se preguntan como hacían antes los súbditos del celular, para comunicarse cuando estos no existían.
Cada uno de los millones de captados alrededor del mundo, andan por la vida buscando cual es el último modelo para acudir a comprarlo, ya que el poseer el de más tecnología de avanzada, es también una demostración de estatus. A pantalla táctil más grande y con mayores prestaciones, más envidia provocará en el vecino.
Pero esto es solo una parte de este aparato de comunicación que se convirtió en una “máquina boba”, cuando a alguien se le ocurrió el tema de las “selfies”, definida como la moda estúpida de fotografiarse uno mismo. Incluso ya se ha inventado un brazo largo metálico para lograr las “selfies” a distancia.
Las grandes estrellas del espectáculo, presidentes y personalidades de distintos ámbitos, cayeron rendidos ante la posibilidad de las autofotografías. No es ningún invento siempre se hicieron estas “selfies” con máquina de fotos.
A la frase de Einstein del principio, podríamos agregar otra de Jean de la Fontaine: “Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda”.












