Reflexión ante un Año Nuevo (por José Luis Rondán)

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No voy a ser muy original para dar comienzo a esta reflexión, y por ende habré de comenzar diciendo que ha finalizado un año y otro se abre ante nosotros con su bagaje de ilusiones, de esperanzas renovadas, de proyectos, de propuestas y anhelos.
Hace un tiempo escribí una nota titulada CERRANDO CIRCULOS y eso, nada más ni nada menos es finalizar un año e iniciar otro; concluir con un círculo, con un período dado para abrir o dar comienzo a otro.
Los Chinos o los Judíos entre otros pueblos, poseen sus propias fechas, calendarios ajustados a su extensísima historia de vida, y a los mismos se deben, basados en ellos es que abren o cierran sus propios círculos de vida, de actividades, del morir y del renacer, tanto en lo particular como en el colectivo social. Nosotros por estas partes del orbe hacemos lo propio de acuerdo al calendario Gregoriano y no nos va mal, ya que tuvimos la gran fortuna de que nos coincida casi a fin de mes, el nacimiento de Jesús y además por esos días llega Santa Claus, a pesar del calor agobiante de esta parte del mundo, ataviado de pieles, guantes, gorro y espesa barba blanca, pero será que es para no perder el tiempo en cambiarse de ropas cuando debe cruzar a Europa, puesto que allí hay mucho frío y nosotros que somos muy solidarios con quienes deben trabajar esos días, ingerimos alimentos acordes al clima europeo, panes dulces, frutas abrillantadas o secas, turrones, todo bien ligero de calorías, por suerte convenientemente regado con heladas cervezas y burbujeantes sidras.
Diciembre es un mes diferente, raro diría yo, ya que es por tradición el mes donde la gran mayoría de las personas pone sobre la mesa la hoja de ruta del año que toca a su fin; extiende sobre la mesa ese plano que se trazó seguramente a principio del año que muere y que probablemente observó poco, estudió casi nada y que con seguridad dejó ir en el casi olvido como tantas promesas que nos hacemos estos últimos días donde las mismas proliferan como hongos en la humedad; deseos de felicidad, salud, prosperidad, abrazos, besos y copas en alto, porque todos sin excepción, aunque muchas veces no lo admitamos, añoramos que por fin, con el último día del mes doce, se cierre una puerta para pasar a la siguiente, que de una vez finalice un ciclo para retomar con renovados bríos uno nuevo, con la esperanza en el alma de que será mejor, más fácil, menos doloroso.
La gente planifica como dar por cerrado su círculo, el camino que le ha tocado en suerte o en desgracia recorrer, algunos a través de las clásicas y siempre vivificantes reuniones familiares, entorno a una mesa pletórica de alimentos caseros, elaborados en casa; al menos así lo hacemos en mi familia, donde María Pilar, así como muchas otras amorosas compañeras, se desviven para que la reunión posea el mejor nivel. Otros concurriendo a fiestas privadas y deseándole feliz año nuevo a muchos extraños que jamás volverá a ver, pero que de una u otra forma serán anónimos compañeros de ruta que la casualidad dada por el ticket, los puso en el mismo salón de baile esa última noche del año. Otros optarán por reuniones exclusivamente de amigos generacionales, donde los más pequeñitos o los adultos no tienen mucha cabida, otros preferirán cenas íntimas, o un crucero, o quizás por las circunstancias de la vida, el brindis por esa noche que cierra un ciclo, lo hará en la soledad de un cuarto, mirando el techo y pensando en todo lo que dejo de hacer y en lo que hará con ese cuaderno en blanco que representa el 1ro de enero, y otros ni se enterarán que hubo cambio de año, pues habrán de despertarse un par de días después de los festejos, sin saber que aplanadora les paso por arriba.
En fin, hay tantas opciones para enfrentar la conclusión de un año como seres humanos sobre la tierra, ya que cada uno más allá del grupo social al cual pertenece, en el cual se desarrolla, posee su propia manera y su particular enfoque para decir punto final, inicio de un tema nuevo.
En lo que a mí respecta este año fue de mucho trabajo, compromiso social y esfuerzo. Cerré específicamente un hermoso circulo que mantuve abierto y transitando con cariño enorme por treinta y nueve años; realicé junto a entrañables hermanos el mágico Triangulo de Piria, nada más ni nada menos; sufrí algunas pérdidas de amigos y hermanos de la vida, debí centrar energías en otros amigos del alma que la existencia tozudamente se empeñó en hacer tropezar y que hoy, casi al final del año, puedo ver con alegría inmensa, de pie, con ganas, con fuerzas y genuina energía.
Para el año que entra mi agenda está abierta y ya he escrito algunos renglones en ella, proyectos, caminos abiertos y que hay que transitar, esperanzas renovadas, algunas ilusiones que he debido sacar del arcón de la memoria y tras limpiarlas cuidadosamente pude descubrir cuánto de vigente están.
Creo que uno es el cierre que el colectivo social realiza, que una nación, que un pueblo como tal realiza, como por ejemplo el hermano Brasil con la asunción, repitiendo el cargo, de la Presidenta Dilma, o nuestro propio país, si bien más o menos dentro de una misma línea, aguardando por la asunción del Presidente Vázquez, todo lo que obviamente genera expectativas en la gente, los movimientos políticos entre EE.UU. y Cuba, los enfrentamientos por la crisis en Venezuela, la ausencia de los estudiantes Mexicanos, la crisis económica en Europa, etc. Cada pueblo vive y experimenta sentimientos diferentes y los asume de acuerdo a su grado de involucramiento social, y vaya si hoy día cada uno de los pueblos de la tierra tienen motivos para apurar el cierre del círculo, para abrir el cuaderno de sus vidas y comenzar a trazar con la mejor letra, o al menos intentarlo, lo porvenir, lo deseado, lo esperado, aunque la mezquindad, los intereses particulares, las ansias de poder, los egoísmos o la pequeñez moral hagan pedazos en abril o mayo una agenda iniciada con prolijidad y pletórica de promesas.
Después está el hombre como individuo, el hombre o la mujer que esa noche ha hecho un alto en el camino para mirarse al espejo de su vida y antes de alzar la copa, reúne el sobre peso que le agobia y haciendo un paquete, intenta dejarlo a la vera del sendero.
Sabemos que la vida es esa dinámica loca que nos hace ir y venir, que nos lleva de aquí para allá, y que las miserias que hoy abandonamos porque nos marchitaban, mañana serán recogidas del piso y vueltas a guardar en la mochila y atesoradas como el elemento más preciado.
Los seres humanos tenemos la necesidad visceral de trasponer portales imaginarios y es por ello que por estas fechas la pregunta más realizada es, y no por ello se piensa en puertas, portales o dimensiones: ¿Con quién pasan? ¿Cómo pasan? ¿Dónde pasan?… ¿Qué cosa?…De un sitio a otro, obviamente, de un estadio a otro, de una muerte segura, irremediable, a la nueva vida que promete, que está allí y a la que hemos dado en llamar 1ro de enero del año nuevo.
Amigos míos, mucho podrá escribirse acerca del fin de año, muchos habrán lamentado ausencias transitorias o permanentes, muchos habrán alzado la mirada para adivinar lo que hay allende la barda del 31 de diciembre, muchos habrán echado a perder el momento de la reunión por culpa de la estupidez humana de poner sobre la mesa esa noche, temas inconvenientes, o por causa del alcohol ingerido irresponsablemente. Muchos habrán tenido manos tibias que apretar al tocar las doce, otros tan sólo un frío vaso de vidrio; muchos se habrán fundido en el abrazo más amoroso con alguien con quien se mantenía distante, algunos habrán llorado y otros reído y hasta emocionado por las características especiales de esa noche, que aunque hoy vemos distante, poco a poco y en la medida que las hojas del almanaque se van desprendiendo, se va trocando en mágica, en diferente, poseedora de la magia y la mística que sólo un portal entreabierto dejando pasar una tenue luz entre él y el marco, puede tener para todo aquel caminante que por el sólo hecho de andar, pretende un cambio.
¡En el año que iniciamos, buen Camino!
José Luis Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
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