
En la misiva que ha publicado The Wall Street Journal, y que reproduce en español el diario El Nacional, el político detenido en arbitrarias condiciones, expresa que:
“Mi país, Venezuela, está al borde del colapso social y económico. Este desastre en cámara lenta, que ya lleva casi 15 años, no fue originado por la caída de los precios del petróleo o por la acumulación de deudas. Fue puesto en marcha por la hostilidad del gobierno autoritario hacia los derechos humanos, el imperio de la ley y las instituciones que los protegen”.
López señala: “Escribo desde una prisión militar, donde me retienen desde febrero por haber denunciado las acciones del gobierno. Soy uno de los muchísimos prisioneros políticos en mi país que están encerrados por sus palabras e ideas.
Este injusto encarcelamiento me ha dado una perspectiva de primera mano de los penetrantes abusos —legales, mentales y físicos— perpetrados por la élite gobernante en mi país. No ha sido una buena experiencia, pero ha sido reveladora.
Mi aislamiento también me ha dado tiempo para pensar y reflexionar sobre la amplia crisis que enfrenta mi país. Nunca me ha resultado más claro que el camino a la ruina de Venezuela fue iniciado hace años por un movimiento para desmantelar los derechos humanos básicos y las libertades en nombre de una visión ilusoria de beneficiar a las masas a través de la centralización del poder”.
Luego sostiene que “Los medios de comunicación independientes fueron desmantelados, expropiados o empujados a la bancarrota. La “luz solar desinfectante” y el escrutinio que motiva las buenas tomas de decisiones ya no benefician a nuestros líderes.
El actual presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha llevado esta situación a un nivel terriblemente bajo. Los derechos son racionados como si fueran bienes escasos para comerciar por otros medios de subsistencia: usted puede tener empleo si renuncia a la libre expresión; puede tener algo de salud si cede su derecho a protestar”.
Más adelante expresa: “La comunidad internacional tiene un rol importante que desempeñar, en especial nuestros vecinos en América Latina. Quedarse callado es ser cómplice de un desastre que no sólo impacta a Venezuela sino que podría tener implicaciones en todo el hemisferio. Organizaciones como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y el bloque comercial sudamericano Mercosur deben salir de los márgenes. Países como Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Argentina deben involucrarse”.









