El “giro a la izquierda” es básicamente de tono económico y ese giro no se lleva con Astori. Aquí hay una incertidumbre grande.
Ese “giro a la izquierda” también es algo que choca con los límites del Estado de Derecho. Bonomi apuntando a la oposición por el robo de la casa del jefe de Policía de Montevideo es prueba de eso. Acusó de un delito grave a la oposición, lo hizo sin pruebas desde el ministerio del Interior y por arriba de los policías que investigaban y siendo responsable de los servicios de inteligencia de allí. Cometió, además de una infamia, un delito. Pero es impune y la impunidad la da aquel razonamiento de su jefe: lo político está por encima de lo jurídico. Una mayoría “girada” a la izquierda es aquella que repara poco y nada en respetar las garantías individuales y la ley. Como los que no votamos al FA somos “almas podridas”, cualquier cosa sirve para enfrentarlos, como la mentira, la infamia y violar sus derechos también. Este es el poder que se está construyendo.
Y prueba irrefutable de ello es el impulso que el propio Vázquez le quiere dar a la ley de medios. La encajonaron hasta pasar la primera vuelta y ahora con un Poder Legislativo en retirada y otro electo para asumir, quiere aprobarla a “marcha camión”. ¿Cuál es la razón? Un mensaje directo a los medios, a aquellos que lo invitaron a un debate al que sólo él no accedió y que cometieron la osadía de dejar un atril vacío que le correspondía y por lo que presionó hasta el minuto antes del comienzo de la emisión para que lo retiraran. Lo hizo personalmente y a través de su asesor jurídico. La ley de medios tiene un solo objetivo político: el control de los contenidos. Eso es lo que se busca y además coincide con lo reclamado por los sectores que lideran el “giro a la izquierda” y que se enojaron con Vázquez cuando frenó la aprobación de la ley hace seis meses. Ahora aplauden, es “su” ley.
En un voto, el próximo 30 se juegan cinco años. No hay cucos, hay realidades concretas. Se juegan formas de pensar diferentes y el clima político y social futuro. De tolerancia y reglas que fija la ley, de garantías para todas las ideas, o de una sociedad donde el gobierno cree que el que no está con él es un “alma podrida”.
Lacalle Pou-Larrañaga o Vázquez-Sendic representan mucho más que fórmulas partidarias. Una gira hacia la ley y la otra se aleja.