Violencia en el futbol: una historia de vida – entrevista de José L. Rondán

0
271

Fotos de José Luis Rondán
Fotos de José Luis Rondán
Los hechos violentos en el fútbol no son una novedad en los tiempos que corren; nadie se llamará a asombro, lamentablemente, si las noticias informan de un herido o de diez, de un muerto por llevar tal o cual camiseta, o de una pedrea al bus de la hinchada visitante, o aun al del propio cuadro si los resultados no son los esperados.
El rey de todos los deportes concita tanto la atención de quienes lo siguen, que pasa a formar parte de la vida misma de los individuos, y así es aceptado; por él se come, por él se piensa, se vive y se muere. Es interesante ver como determinado uniforme y los colores de los cuales están conformados, actúan sobre el inconsciente de las personas, haciéndoles ver y percibir un universo que suele amalgamar su propia vida a los vaivenes del cuadro de sus amores.
Esta historia a la que me referiré nos dice de aquel encuentro clásico del 5 de diciembre del año 2005, donde el ardor de las parcialidades iba en aumento; donde el magnífico espectáculo del clásico más viejo y copero del planeta realizado en el estadio Centenario, monumento al fútbol mundial, se vio empañado por el desborde incontrolable de algunos parciales, quienes amparados por su fanatismo y fortalecidos por la caterva, se fueron exaltando hasta el paroxismo, enfrentándose a las fuerzas policiales y destruyendo todo a su paso, hasta que el estampido sordo de un disparo de escopeta, marcó un antes y un después en el desarrollo del evento, sobre todo para un joven sin nombre y sin edad, a quien las circunstancias lo habían puesto allí, en la trayectoria misma del proyectil disparado por otro hombre, también sin edad y sin nombre.
Éste vistiendo su uniforme negro de La Guardia Metropolitana, el otro su casaca blanca del club Nacional de Footbal de Uruguay.
Todo el mundo habló del hecho, muchos rasgaron sus vestiduras para que lo ocurrido no volviera a suceder, aportaron ideas, propusieron medidas; actuó la Justicia, procesaron al tirador, removieron a los mandos policiales, el joven permaneció varios días internado en el piso diez del Hospital de Clínicas, y el casi obligado manto de olvido fue cayendo lentamente sobre el luctuoso hecho; las cosas lentamente retornaron a la calma, la pelota volvió a rodar sobre el césped, los comentaristas a relatar cada jugada poniéndole la cuota de emoción que este deporte genera y las hinchadas a soñar como cada año, a que su cuadro salga campeón.
Hace pocos días transitaba por una calle secundaria de un barrio alejado de Montevideo, cuando me llamó la atención la figura delgada de un joven futbolista corriendo sobre el pasto de un predio militar; daba pasos cortos, empujaba el balón, intentaba algunas fintas, pero lo llamativo es que tenía los ojos vendados. Me detuve unos momentos, lo observé y pensé que seguramente lo hacía como auto disciplina, retomando la marcha después de haberlo observado por unos momentos.
A los pocos días volví a verlo, pero en esta oportunidad trotaba junto a la calzada, a centímetros del declive de la calle, por lo que detuve la marcha y acercándome a él le pregunté si era el chico al que habían herido algunos años atrás en el estadio Centenario, a lo cual, mientras se quitaba la venda, contestó afirmativamente.
De esa charla casual es que surge la nota que compartiré con ustedes.
Su nombre es Marcelo Daniel SILVA IRISARRI, nació en Montevideo, el 17 de mayo de 1982, por lo que cuenta en la actualidad con 32 años.
Temporalmente trabaja en una obra en construcción donde a través del MIDES pudo conseguir esa ocupación, cuyo cometido es llenar carretillas con material. – Que otra cosa podría hacer un ciego en una obra, me explicó. Es muy peligroso, así que por lo menos hasta diciembre tengo ese trabajo.
¿Qué pasó el día en que te dispararon; cuál fue tu reacción cuando te cayó la ficha de que quedarías impedido de la vista?
Con absoluta calma, sosteniendo entre sus brazos la pequeña pelota gris con la que suele practicar, parece como si hojeara en los archivos de su memoria y quedamente responde.- Al momento del disparo supe que quedaría ciego. Los médicos pensaron que podría ser pasajero, que la ceguera se debía a la inflamación de los músculos, pero yo estaba consciente que no volvería a ver.
-Permanecí internado en el piso diez del Hospital de Clínicas desde el día cinco de diciembre hasta el veintidós; allí me atendieron divinamente, me consideraron y me ayudaron muchísimo, tanto así que al momento en que me dieron de alta, una nurse me entregó un número telefónico diciéndome que me comunicara, que allí seguramente me ayudarían, era el número de contacto del Instituto Tiburcio Cachón.
Trate de adivinar en él algún signo de incomodidad mientras se refería al evento del estadio; nunca lo percibí.
-El mismo día en que me dieron de alta me fui al Cachón, aseveró. –En mayo pude conseguir una audiencia para que me aceptaran y debido a la dedicación de los profesionales que trabajan ahí y mi determinación de luchar contra las limitaciones de la ceguera, para julio de 2006 había comenzado a hacer deporte; empecé con el Torbol, es un juego parecido al Handball, se apresuró a indicar, y ya para el 2008 estaba jugando futbol en la Celeste.
Contame un poco eso del futbol… todos querrán saber sobre ese tema.
-Te decía, empecé en el 2008, con mucha dificultad; es muy difícil pero se supera. –Entrenamos los martes y los jueves en el Olimpic, que está por la calle Galicia, pero entiendo que no se entrena todo el tiempo que necesitamos como para ser competitivos, así que después de trabajar me vengo para la calle, acá donde me encontraste, y corro y entreno.
-El año 2011, continuó diciendo, fuimos al Pan Pan Americano en México, allí sacamos el sexto puesto en ocho cuadros y ahora nos estamos preparando para ir a Canadá; será en junio de 2015.
¿Quién financia el viaje? –No sé, el Estado, o algún particular; cuando llegue el momento veremos; así como pudimos ir a México, podremos hacer este viaje. -Expresó con tranquilidad absoluta, volteando su cabeza levemente al percibir el ruido de un auto que se acercaba desde el fondo de la calle.
Tengo entendido que tu mamá te acompañó bastante en todas estas instancias. ¿Ella vive? –No, María, así se llamaba mi mamá, falleció en el 2010, estaba embromada; yo estaba cursando quinto de liceo y su muerte me afectó bastante; me desmotivó, y por más que estudiaba no me quedaba nada, así que abandoné.
¿Antes de quedar ciego no tenías estudios secundarios?… ¿Cuándo los hiciste?
-En el 2006 empecé a conocer gente nueva; eso me hizo pensar que el haber quedado ciego no había sido tan malo, así que al año siguiente empecé a hacer liceo; empecé de cero…En primer año empecé, e hice hasta quinto, no lo terminé por lo que te dije; lo de mi mamá me afectó mucho, pero creo que hice y cambié bastante. Estudié hasta el 2013 y me quedan materias de quinto, las que en cualquier momento termino.
-¿Dónde cursaste, Marcelo? –En el 27, es el liceo que está en la Ciudad Vieja, en la calle Buenos Aires e Ituzaingó; es para adultos.
-¿Ibas solo o alguien te acompañaba?-Iba solo, mi hermano me acompañó dos meses a la parada cuando recién empecé en el Cachón, pero después le dije que quería ir solo, que tenía que ser independiente, y la profesora del Instituto me autorizó a que lo hiciera y a partir de ahí, me manejo solo.
-Cuando uno ve a un chico que ha quedado ciego y en tus circunstancias, ¿Qué pasa por su cabeza, como se sale adelante, como hace uno para no desmoronarse y seguir con su vida?…Marcelo piensa un poco, alza su cabeza como tratando de adivinar tras un imaginario horizonte, una respuesta a mi pregunta y por fin asevera.- Luchando, peleando con determinación, con voluntad; no te podés quedar, no podés dejarte morir.
-Mirá, me dijo, en el Cachón tenés diferentes pasos que te ayudan a rearmar tu vida, por ejemplo tenés OIM (Orientación y movilidad), que es el uso del bastón, después tenés gimnasia, sobre todo para descontracturar los músculos; no te imaginás como te quedan la espalda y los hombros de duro por los nervios, por la tensión al tener que circular por un mundo solo de ruidos, carente de imágenes; por eso te digo que no es nada fácil. – Tenés Braile, Demandas Diarias, como cocinar por ejemplo o AVD, (Actividades de la vida diaria), como planchar o tenderse una cama. Estuve un año en el Cachón y mi meta era salir cuanto antes sabiendo manejarme con el bastón y lo logré.
Los autos pasan, pasan algunos soldados del cuartel al otro extremo de la calle; ya lo conocen, lo miran con aprecio, nosotros de pie junto a la banquina.
Volviendo al estadio… ¿Qué pasó ese día Marcelo, estabas drogado? ¿La droga o cualquier otra sustancia eran parte de tu vida? ¿Por qué estabas tan exaltado?
–Mirá yo me reuní ese día con la barra de siempre, con la que me reunía cada vez que jugaba el Bolso; veinte años fuimos juntos a los partidos, los conozco a todos y tomé mucho, tomamos mucho; me tomé todo lo que había; mucho vino. Drogas no, nunca estuve en las drogas, pero el vino si, antes de los partidos, y ese día el alcohol me volvió loco y pasó lo que pasó.- Queda en silencio unos instantes, no sé si espera una nueva pregunta o recorre esos laberintos de la memoria que sólo a él le está reservado recorrer.
-La barra me dejó tirado, nadie vino nunca del Club a verme o a preguntarme si necesito algo; me las he tenido que arreglar solo, pero acá estoy. Pero igualmente de vez en cuando sigo yendo a ver a Nacional, porque el amor es el amor, aunque no soy socio porque no puedo pagar la cuota.
-¿Qué pensás para el futuro, cómo crees que va a ser tu vida de aquí a unos años?
-Por lo pronto quiero jugar al futbol hasta los cuarenta, más o menos, tengo treinta y dos…Después, no sé, pienso en el día a día, capaz que mañana esté muerto; no me preocupa.
Otra vez el silencio largo, pero no incómodo, un silencio apacible, silencio del ser humano que ha aprendido a vivir con esos momentos, que ha tenido que hacerse y reconstruirse, transitando por un mundo de sombras largas y espesas, cuya única luz debía provenir de lo que su espíritu y su tenacidad pudieran aportarle.
-¿Marcelo, que pensás del coracero que te disparó?… ¿Le guardás rencor, le tenés odio o desprecio?…Nuevamente los pensamientos que vuelan hasta el fatídico domingo; las manos que se mueven como moldeando la pelota que juntos fuimos a inflar a la estación de servicio, pero que ya comienza a desinflarse; él que refunfuña por el inconveniente, pues sin pelota no hay práctica.
-El coracero, el coracero, -comenzó a balbucear… -Siempre pienso que capaz que me merecía lo que me pasó; pero el policía que haga su vida y yo la mía. –Algunos amigos venían y me daban manija, querían que lo odiara, querían salir a buscarlo, yo que sé, pero no es así la vida, no puedo permitir que el pensar en él, sea una traba para mi crecimiento, así que lo saqué de mi cabeza y entonces, ahora me queda el camino libre para crecer.
Cuando me marché, pude verlo por el espejo retrovisor empujando tozudamente la pelota gris, cubiertos sus ojos yermos, apretado el bastón contra su costado, inmerso vaya uno a saber en que pensamientos.
Reflexión
Cuantas personas asumen su cotidiana visión creyéndose seres superiores porque creen ver, y andan por la vida cual ciegos que no logran adaptarse, y por ello tropiezan y caen y pierden el equilibrio y se vuelven realmente lisiados, ante los demás y ante ellos mismos, evidenciando su debilidad más extrema, y cuantos hay que privados de sus ojos, logran hacerse de un camino por el cual discurrir, y fuerzan a través de la tenacidad, la construcción de un mundo legítimamente diferente pero auténtico, accediendo a pesar de sus aparentes limitaciones, a la posibilidad de brillar con luz propia.
José Luis Rondán