
Cuando pienso que voy a ir, ya estoy en el camino.
Por estas tierras del Uruguay, nos inclinamos por lo general a mirar al horizonte, a recostarnos a diario al rocoso balcón de nuestra hermosa y extensa costa, para mirar lejos, para soñar con lo que está al otro lado del mar, con lo supuestamente inalcanzable y por ser tal, seguramente mejor que lo que bulle silenciosamente bajo nuestras plantas, pensando muchas veces, que aquí no hay nada para ver, ni para hacer, ni para sentir.
La vida me llevó dos veces a Santiago de Compostela, el mítico y milenario Camino de las Estrellas, o Camino del Druida, y una vez a la Vía Dolorosa en Israel, pudiendo postrarme humildemente, ante el sepulcro del más humilde de los humildes; la vida me permitió acariciar las gigantescas garras de la misteriosa Esfinge de Giza, percibiendo en la piel y en el alma, todo lo que ella implica para el buscador, tanto desde el punto de vista esotérico, como mitológico, así como su conexión con los antiguos maestros. Esta vida cargada de sorpresas me permitió realizar una prolongada meditación en el interior de la Gran Pirámide, palpar los gigantescos bloques y sentir muy cerca, el misterioso féretro de Tut Ank Amon, sorbiendo por cada poro, la atmósfera que allí se genera y que de estar abierto, te transporta a la primera hora del hombre de fe; llevándome más tarde a lejanos parajes selváticos en el Paraguay profundo, donde el chamán se hace uno con el jaguar y desde sus pócimas sagradas, se sublima y crece, y se sienta entorno al fuego, a conversar con las deidades de la selva, acerca de cosas que el hombre urbano no tiene ni idea.
La vida me ha permitido pasar a lo largo de ella, por escuelas chinas, hinduistas y judeo-cristianas, experimentando rituales de las más variadas concepciones, siempre buscando, siempre levantando rocas del camino para descubrir lo que había debajo de ellas.
Desde hace ya un tiempo, tal cual lo expresara en anteriores notas, comenzamos a trasegar el Círculo Sagrado, comenzamos a vivir Heliópolis de otra manera; no con los ojos del turista ávido por una foto, o por la blanca espuma del verde mar al atardecer, sino asidos a los pliegues de la túnica del alquimista, del maestro, del guía silencioso, el arcano 9 (la obra completa), del Tarot.
Esos hermosos tramos del camino de la vida en que estoy encaramado, me han permitido ver, tal cual anhelo le suceda a ustedes, una veta diferente, un elemento distinto donde si bien la humanidad toda ha buscado, ha hurgado, ha revuelto en cada viejo arcón, en cada misteriosa cueva, en cada mítico símbolo, generando espacios para caminos, para sitios sagrados, para lugares adecuados para la elevación, que nosotros al igual que ellos, también los poseemos, aunque, reitero, por mirar a los mensajes ajenos, tendemos a perder de vista los propios.
Me preguntaba un lector acerca de cómo saber o conocer sobre las conclusiones a las que hemos arribado entorno al Triángulo, debiendo responderle que aquel que no haya buscado y encontrado en sí mismo, jamás ha buscado ni encontrará en el Camino; así como es el afuera, es el adentro, por ello es imprescindible, de tomar la decisión de ser un peregrino en el trazado del Triángulo, comenzar desde la mesa misma de la organización para el periplo, desde el listado de lo que habremos de cargar, hasta la elección de los sitios donde pernoctar; desde el primer instante la mente y el corazón, deben estar preparados para la trayectoria por un territorio que si bien no es agresivo ni peligroso, no está preparado logísticamente para este tipo de evento.
El misterioso Triángulo está ahí, como con seguridad ha estado desde el primer instante en que la Pangea reordenó los continentes, marcando, apuntalando, determinando puntos o centros de energías que actúan sobre el sistema humano, permitiéndole abordar otra dimensión, trasponer los umbrales que el mundo moderno y materialista de la actualidad le impiden, haciendo de él un hombre o una mujer diferente, a través de cuya conciencia despierta, puede asignársele el valor dado únicamente a un Trazador.
El mágico Triángulo no es una quimera elaborada por tres precipitados buscadores; el mítico Triángulo no es ni una fábula para niños, donde hay lobos y brujas malas, ni una leyenda para hombres y mujeres avenidos en místicos, y por ello requieren de su existencia para tener un altar donde postrarse a llorar por sus frustraciones o por sus debilidades.
El Triángulo es la roca sólida que nos soporta, es el arroyo vivaz que humedece los labios entreabiertos de la madre tierra; el Triángulo es el trémulo movimiento de las hojas de los montes silvestres y los animales que en ellos cohabitan, las extensas praderas y los adustos cerros; el Triángulo es la carretera con su intermitente bullicio de vehículos transportando viajeros; él es el inmenso acuífero Guaraní, manantial de vida para la humanidad toda y la inalcanzable distancia de los cielos azules.
El Triángulo más allá de sus aristas, constituye de alguna manera, el primer tríptico conocido por la humanidad. La tierra que piso es mi madre, ella me alimenta y me da cobijo; el cielo con su magnífico sol, es mi padre, él, que habita las alturas, me da las energías y la luz para el camino, entonces yo, silencioso trazador en medio de ambos, soy su hijo, pues por la obra de ambos, es que vivo.
El Triángulo es el mágico portal por el cual se accede a uno mismo, es la abertura a tu propio ser; constituye el acceso al templo universal, hacia el recinto donde habita el hombre bueno, donde viven los sabios, los prohombres; donde viven las sibilas, símbolo éstas, de la intuición de las verdades superiores y los poderes proféticos.
El Triángulo trasciende por su esencia, a la mera figura geométrica, para ser camino a recorrer, sendero a trazar, vida a purificar a través de las llamas del fuego sagrado (ese en definitiva, es el significado del triángulo con su ápice hacia arriba.)
Amigos lectores, al igual que el Cristo expresa, Yo soy el que Soy, así el Triángulo Es el que Es; estando emplazado en una hermosa tierra donde los brazos extendidos de sus habitantes, solo podrá propiciarles amistad y calor, y el que desde siempre a latido quedamente en las entrañas del planeta, aguardando a ser develado en sus misterios por buscadores como vosotros, quienes anhelan ser investidos con el atuendo solo reservado a los trazadores que con su amor verdadero y sus búsquedas más profundas, le darán vida al símbolo.












