Con el tema del acoso del gobierno argentino a Uruguay, se deben separar las situaciones. El enorme atropello del kirchnerismo intentando ahogar al país vecino es una cosa y otra muy diferente es la relación entre los ciudadanos uruguayos, una historia de cariño y afecto que las intolerantes decisiones de un gobierno K sumido en el despotismo, nunca podrá romper.
He leído en diario uruguayo la opinión de un periodista sobre la final entre Argentina y Alemania, donde dice algo con lo que discrepo: “Hincho por Argentina porque los uruguayos pensamos como ellos” y luego asevera: “Somos como ellos. Podemos parecer de un perfil más bajo, pero sólo es un tema de oportunidad, como lo mostró el Mundial. Lo demostramos con cualquier causa nacional que nos ciega la razón, desde el caso Suárez hasta el conflicto de UPM”.
Totalmente exagerada e infundada la idea del cronista en varios aspectos: “No pensamos como ellos”. Protestamos por lo que creemos justo; en el caso Suárez- si bien merecía una sanción- nunca ese castigo desmesurado que atenta incluso con el derecho al trabajo de un ser humano y en el caso de UPM, asiste a Uruguay la razón técnica de no contaminación y un fallo de la Corte Internacional de La Haya. Los actos vándálicos y de acoso vinieron de Argentina. Por tres años una presunta asociación de “ambientalistas”, mantuvo cortados los puentes internacionales, provocando al país enormes pérdidas en la economía. Por lo que dice el periodista defensor de las bondades argentinas, no se debería protestar por esto. Se llegó al extremismo y los uruguayos no actúan así con Argentina.
Si vamos por cualquier país del mundo, al escuchar el acento uruguayo (en eso si, hay cierto parecido fonético) nos confunden y preguntan si somos argentinos. Ante la aclaración pertinente, enseguida nuestro interlocutor dibuja una sonrisa y se despacha con una serie de apreciaciones sobre la falta de humildad de nuestros vecinos del Plata, la soberbia y la intolerancia que ya los identifica como un rasgo característico de los argentinos y en esto en nada nos parecemos, ni tenemos la culpa de que se piense así sobre ellos en el resto del mundo.
Eso ya marca una diferencia -que justificada o no- nos aleja mucho de ser “parecidos”.