Compromiso social

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José Luis Rondán
José Luis Rondán
¿Qué implica ser una persona socialmente comprometida?…
¿Qué se requiere para ser un ser humano referente, bastión de seguridad y apoyo para su gente?
La historia está plagada de ejemplos de hombres y mujeres quienes han llevado su voluntad de ser o hacer, hasta las últimas consecuencias.
Recordemos a aquellos hombres y mujeres que han hecho de su existencia un apostolado, dando vida y sentido al camino que optaron por recorrer; Teresa de Calcuta, Martin Luther King, Gandhi, Mandela, entre miles y miles; unos conocidos, otros anónimos, pero no menos trascendentes en la construcción de sociedad, de comunidad, de colectivos con responsabilidad y peso.
Podemos en este sentido, ver a diario infinidad de ciudadanos laborando honorariamente en diversos ámbitos, apoyando, aportando para que determinado proyecto o determinadas aspiraciones que se entiende van a propender al bien común puedan verse realizadas. Marchan en silencio, encaramados en el esquivo vehículo de la humildad; casi nadie los reconoce, casi nadie sabe que están allí, casi nadie los nombra, pero se han constituido en pilares trascendentales para el sueño de la realización de cualquier proyecto.
Merenderos, escuelitas, refugios de animales, mesas de convivencia, policlínicas, espacios públicos, grupos de teatro, plazas de deportes, etc. son una ínfima muestra de los centros donde podremos, de saber observar, visualizar a esos referentes sociales que calladamente construyen cosas importantes cada día, sin esperar prensa, sin esperar aplausos ni medallas para colgar en su pecho.
Pero basta pararse en una esquina de la ciudad para ver pasar a esos padres y madres de familia que a las cinco de la mañana salen a doblar la espalda para lograr su sustento o para verlos retornar a sus hogares después de largas jornadas nocturnas.
La sociedad gozará de buena salud en la medida que sus componentes se sientan en verdad parte de ella, que la quieran y que se acepten como integrantes importantes de la misma. Mientras la miremos como si estuviéramos en una tribuna, evitando involucrarnos, retardando deliberadamente nuestra participación en lo que hace a su trajinar como colectivo, como país, no nos habremos ganado el derecho a decidir, a determinar, a conducir; no al menos honorable y honestamente.
Hay Estados donde la doctrina del compromiso, del involucramiento, de la participación social está en cada momento de la vida de sus integrantes; duermen y se levantan con ella. De alguna manera sacrifican al pueblo en pos de la vida de la doctrina, intercambiando prioridades, ya que la misma debería existir como conducto para el bienestar social y no a la inversa y de ahí que la libertad va languideciendo prácticamente sin darse cuenta.
Hay otros Estados donde si bien se pone sobre la mesa el tema del compromiso, de la participación, se deja librado a la conciencia de cada individuo el hacerlo o no y de allí los resultados, donde en nombre de la libertad, de las conquistas sindicales, de las reivindicaciones, se malogran proyectos, se enferman sueños, se frustran esperanzas, dando paso al libertinaje casi anárquico, donde nada importa, nada es de valor, todo está bien, la responsabilidad que hace por incomodar ya se irá pasando, como si se tratara de un refriado, donde cada uno deberá ir a su aire sin sentirse parte de un todo, siendo parte de nada.
¿Cuántos jóvenes han perdido el año por la ausencia de sus profesores? ¿Cuántos se han quedado a dormir pues el liceo no tenía nada para ofrecerles, pues sus referentes se habían esfumado?
¿Cuántos se han quedado toda la noche en la plaza fumándose un porro o bebiendo con sus amigos, pues al otro día no había responsabilidades a las que responder?
¿Qué pasaría si cada uno de los colectivos sociales, en pos de sus reivindicaciones, adoptara la medida más extrema antes de ir pasando de estadio en estadio, antes de utilizar etapas como el diálogo, la concertación, las reuniones?
Me mueve a esta reflexión específicamente el tema de la enseñanza en mi país, donde el profesor, tutela y guía del alumno, referente indiscutido de AUTORIDAD, pretende mimetizarse con él, adoptando sus posturas y modismos sin darse cuenta que la adolescencia ya ha dejado su vida, o al menos debiera; que él como docente no puede ni debe ser amigo del chico, éste ya posee su grupo, y sí debería ser su mentor para la vida, su referente, su guía; un ejemplo a seguir.
Este año que ha pasado ha dejado cual campo de batalla, muchos heridos de muerte, un sinfín de jóvenes por doquier, que por su edad o por la ausencia de referentes se han ido transformando en los lastimosos ni-ni, donde el tiempo se ocupa en vicios, en ocio, en matar un tiempo divino que debería ser utilizado para vivirlo, para crecer, para sembrar.
Sé que alguien pensará que es este un pensamiento de viejo, pero no, es el pensamiento de un hombre que ha puesto su vida al servicio de su sociedad desde muy joven, que ha pasado por diversos estadios en su vida y en su relación con la sociedad de la que se siente arte y parte, habiendo conocido guerrilla y dictadura, que siendo estudiante supo estar preso en un cuartel, que supo ver apertura democrática y mezquindad política; que ha conocido gente flaca y deslucida cuyo camino de aportes a la vida social y política del país los ha llevado a estar gorditos y lustrosos, y por ello no puede menos que ponerse nervioso cuando en aras de principios, de luchas sociales, se despoja a los muchachos de sus referentes, de sus puertos de amarre para la vida constructiva, emparejando hacia abajo en vez de buscar el panorama amplio, hermoso y vivificante que solo la cumbre podrá aportar.
Cuando tratan de inculcarnos el pensamiento de que está todo bien, de que acá no pasa nada, de que vida hay una sola, entonces de nada vale ningún esfuerzo, de que la responsabilidad, el compromiso y el sacrificio son vocablos perimidos, caducos y que deberían ser quitados del diccionario, solo percibo gente afanada en dar vueltas entorno a nosotros, envolviéndonos responsable y arteramente, pesadas cadenas a nuestro cuello, tórax, manos, y pies.
Aún estamos a tiempo de desprendernos de tan pesada como esclavizante carga; aún podemos ganarnos nuestra libertad a través de la educación, del estudio, del aprendizaje, del cultivo de la mente.
Para finalizar sólo un aporte: Si crees que la educación es muy cara, prueba entonces con la ignorancia.