Al igual que Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Hugo Chávez en Venezuela, que no dudaron en cambiar la Constitución para perpetuarse en el poder, el sexagenario presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, que siendo opositor se negaba a la reelección indefinida, ahora con la mayoría de sandinistas en el Congreso consigue la reforma que elimina las restricciones a la reelección presidencial que prevé la Constitución y seguirá presentándose hasta que el cuerpo diga basta.
También se “acomodó” la reforma para que no surgieran sorpresas y facilitar la continuidad de Ortega ya que el ganador de los comicios será el candidato que obtenga más votos y no quien alcance, como mínimo, el 35% de los sufragios totales y obtenga además una ventaja del 5% de los votos de diferencia con el segundo como está previsto en la actualidad.
Los legisladores oficialistas dicen algo poco creíble al señalar que la reforma fortalece la “democracia directa”, desconociendo que la alternancia en el poder es la que da más seguridad democrática a un país.
El jurista y Filósofo Alejandro Serrano Caldera expresó: “Lo que vemos aquí es una preocupación muy severa de parte del poder, del presidente Daniel Ortega y su entorno, alrededor de la legalidad y legitimidad de su candidatura y de lo que podría ser su reelección, tomando en cuenta que impondría una candidatura en contra de lo que la Constitución establece y violando las prohibiciones que la Carta Magna fija”, dijo Serrano Caldera a los medios de prensa.
Como sea Daniel Ortega se quiere perpetuar en el poder, aunque sea malo para su país y menos otorgar oportunidades a las nuevas generaciones.
En definitiva otro más de los presuntos gobiernos que se dicen “progresistas”, pero que en el fondo tienen formas de totalitarismo.












