El río de la vida (reflexiones de José Luis Rondán)

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Ilustración original de José Luis Rondán
Ilustración original de José Luis Rondán
La vida es como un río incontenible, ondulante, eterno buscador del mar de la existencia. Un mar enorme y profundo que espera ávido por el caudal que marcha presuroso hacia sus extendidos brazos; que sabe que habiendo partido un día en su naciente, entre las peñas, en algún glaciar, o debajo de la tierra, se irá abriendo paso tesoneramente entre escollos, pedregales, desiertos o montes, para ir a su encuentro, para abrazarlo, cual enamorado, con alegría, con el verdadero deseo del viajero agotado pero tenaz que a fuerza de empujar ha llegado a su destino, pero que sabe que después de un tiempo deberá volver a renacer, afrontando otras experiencias diferentes.
La vida es ese río imprevisible que marcha cargado de elementos, dando energías a su paso, a grandes extensiones de tierra, a sembradíos y poblaciones, haciendo latir sus corazones, pero que también lleva implícita en su alocado periplo, la destrucción, la angustia y el aprendizaje del que crece a través de la ingestión de pócimas amargas.
La vida amigos míos, ustedes y nosotros, vos y yo, somos la mano abierta del agua que brota para regar generosamente los sueños esparcidos por las amplias planicies, pero también somos el puño cerrado, aferrado a la rabia incontenible de las frustraciones, de los desengaños, que golpean al hombre, el ser que desprevenido marcha a nuestra vera o pretende inocentemente navegar en nosotros.
El río es vena abierta a la inmensidad de nuestra vida, arterias que trasiegan el planeta de nuestra existencia en todos los sentidos, infundiendo, ya sea en su furia incontenible y salvaje, o en su mansa carrera, profundas bocanadas de aire que nos permiten poder soñar con el mar abierto, objeto de nuestro destino.
Cada uno debe repensarse a medida que avanza, para trazar en su mente el verdadero objeto de su deriva; ¿Somos riachuelos o ríos tormentosos? ¿Cargamos sobre nuestra fluida superficie la más hermosa fauna o somos estériles cual ríos urbanos, saturados de basura y contaminados hasta el hartazgo? ¿Somos navegables o nuestro cauce nos lleva por terrenos intransitables? ¿Nos dejamos ver, permitiéndonos vestirnos de plata cuando el sol nos mira, o marchamos unas veces silenciosos, otras rugiendo como truenos, entre las piedras más profundas, abriéndonos paso por las entrañas de la tierra? – Es tarea de cada uno saber acerca de su naturaleza, esencia y cometido.
La vida es eso, pues la misma agua no pasa dos veces por el mismo sitio, ni erosiona de la misma forma el mismo tramo de tierra; es dinámica, movediza, escurridiza y si por esas casualidades llegara a estancarse, seguramente sobrevendría la muerte, la evaporación, la extinción para quienes nos habitan. Para la vida no hay términos medios o fluye o muere.
Estamos a punto de finalizar un nuevo año, al menos para el mundo occidental. Una nueva etapa, un nuevo ciclo ante el cual hacer un alto para pasar lista a lo realizado y lo que ha quedado por hacer; el fin de un período donde a veces nos permitimos la posibilidad del sueño, del renacimiento de promesas muchas veces enredadas entre los camalotes y raíces nacidos en la rivera.
Un año que casi muere, que languidece entre las cifras del mes de diciembre, cual naufrago dejando escapar su último aliento, desfalleciente, dejándose arrastrar por el río de la vida de los hombres, mientras mira, unas veces espantado y otras resignado, al nuevo año, al Año Nuevo, quien aprestando su barca se dispone en el muelle del tiempo, a soltar amarras para lanzarse al duro periplo de recorrer los meses para alcanzar otros muelles, alejados puertos, o naufragar en el intento de llevar adelante su preciosa carga de esperanzas recién empacadas, de sueños, anhelos y deseos recién acomodados en la frágil bodega de la barca por la cual sabemos que estamos vivos y a la que no damos importancia, pues nos basta con que flote, con que no se vaya al fondo.
Quizás sea hora, como propuesta para el año que llega, para la barca de enero que se apresta a soltar amarras, de desatar ese bloque que nos aferra exponiéndonos peligrosamente, ese bloque de cemento, sutil e improvisada ancla que nos hace creer que estamos seguros, que de esa forma el río turbulento no habrá de arrastrarnos, para dejarnos llevar, para derivar sobre las antojadizas ondas del serpenteante río, mientras viajamos llevados por sus caprichos, observando el paisaje a cada uno de los lados, disfrutando de este viaje hermoso que es vivir y que por ciegos, por aturdidos, tantas veces frustramos, pues llegamos a destino sin saber ni lo que transportamos, ni quienes fueron nuestros compañeros de viaje.
Ocupemos nuestro lugar en la nave que nos fue asignada, seamos uno con el río que se ofrece a llevarnos, seamos el capitán, pero también el grumete, la espuma blanca que baña el casco y el viento pertinaz que nos curte el rostro; seamos la barca misma y al mismo tiempo el rebelde río que la transporta ; dejémonos fluir a través de las maravillosas venas abiertas de la vida, para así poder renovar ilusiones y promesas, sueños y proyectos, aunque nada se cumpla, por lo menos estaremos ocupados haciendo acopio de las cosas maravillosas que el estar vivos nos ofrece.
Un nuevo año está a la vuelta del río de la vida, para algunos a plena marcha, para otros casi a la deriva.
Por los unos y por los otros, por mí y por vos, por nosotros y por ellos, levanto mi porrón de vino, invitándolos a hacer lo mismo; celebremos un canto marinero y mirando a las estrellas y a los fuegos de artificio, demos gracias porque nuestra barca aun flota, aun puede sortear las olas para seguir el rumbo que el destino le marque y yo y ustedes, seres humanos, encaramados en ella.
¡Feliz año Nuevo!
José Luis Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
Fundado en 1981 – Ramón Masini 2956/002 – Pocitos- Montevideo, Uruguay
Tel. (598) 2708 4339 / E-mail: eltaller77@hotmail.com