A 44 años de la Toma de Pando, el hecho que conmocionó a los uruguayos

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Alejandro Otero y Fernández Huidobro en la entrevista publicada en el Nº 144 del semanario Mate Amargo en julio de 1998
Alejandro Otero y Fernández Huidobro en la entrevista publicada en el Nº 144 del semanario Mate Amargo en julio de 1998
“El policía y el tupamaro”, así titulaba en portada el semanario de los tupamaros Mate Amargo, en su edición Nº 144 de 2 de julio de 1998, en la que publicaba una gran fotografía del excomisario Alejandro Otero, sentado en un sillón de su casa, junto a Eleuterio Fernández Huidobro que lo había ido a entrevistar para un artículo del semanario.
En la segunda página de Mate Amargo, el Pocho Otero y el Ñato Fernández Huidobro, después de muchos años, volvían a enfrentarse, pero esta vez las circunstancias eran muy diferentes: se habían invertido los papeles; el que preguntaba era el tupamaro y el policía, el que debía responder. Aunque nada del pasado interfería este momento en el que ya no existía la tensión entre los antiguos enemigos.
Este reportaje terminó siendo un reconocimiento mutuo de acciones que ambos habían protagonizado en un pasado remoto, pero que seguían estando muy cercanas.
Fernández Huidobro abrió el fuego manifestando: “El 1º de mayo estuvimos en El Salvador y pudimos hablar con quienes son tal vez los mejores guerrilleros latinoamericanos contemporáneos. Uno de ellos opinaba que la guerra irregular contemporánea se desarrolla en tres frentes: uno visible y dos invisibles.
El visible es aquel, espectacular, del terreno bélico propiamente dicho que se publica en los medios de comunicación. Otro, invisible, pero tan letal como aquel, se despliega en torno a la banda electromagnética y va desde las sencillas comunicaciones hasta las más sofisticadas trampas, vigilancias y contravigilancias imaginables. El tercero, también invisible es el de la información y la inteligencia: es el más despiadado de todos. La información y la contrainformación, la infiltración y la contrainfiltración, la mentira y la falsedad a cuatro bandas para matar al enemigo, se desarrolla a lo largo y ancho del territorio y de la vida. Es el peor de todos.
Fue en ese frente de la guerra donde los tupamaros y muchos izquierdistas de este país tuvimos que enfrentarnos al entonces comisario Alejandro Otero”.
LA TOMA DE LA CIUDAD DE PANDO
La Toma de Pando fue un episodio enmarcado en la guerra de guerrillas que vivió Uruguay en los años 1960 y 1970. El 8 de octubre de 1969, varios integrantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros tomaron por asalto la comisaría, el cuartel de bomberos, la central telefónica y varios bancos de la ciudad de Pando, distante a 32 kilómetros de Montevideo. En el operativo policial de respuesta fueron detenidos varios tupamaros.
Mas adelante, Fernández Huidobro contaba como conoció al jefe de Inteligencia y Enlace, explicando que fue después de la toma de la ciudad de Pando cuando, en la retirada, cayeron en manos de un grupo de choque de la Guardia Republicana, fueron golpeados y salvados de morir por un ‘milico’ (policía) que se negó a ejecutarlos…
“… Atravesamos un temporal de palizas desde allí hasta Jefatura, pasando por la seccional del km.16, el sótano de Jefatura, sus escaleras, y el tétrico cuarto piso hasta llegar, ya con la sangre coagulada, al despacho de Otero, que mandó desatar nuestras manos.
Mientras con ellas le ensuciábamos el piso con las costras de sangre que arrancábamos de la pelambre, él, con fina elocuencia, elogiaba la calidad total, insuperable, de nuestra falsa cédula de identidad. Habíamos llegado a la cumbre en la materia. Éramos los mejores del mundo.
Uno no podía, luego de tanto palo, dejar de sentir la sensación de orgullo ganado en buenísima ley…”.
Tiempo después de la entrevista para Mate Amargo, Otero recordaría otros hechos referidos a la Toma de Pando al comentar que el jefe de Policía de Montevideo, citó a varios jerarcas en su despacho, entre ellos Otero.
El coronel jefe señaló que a su juicio, los tupamaros estaban terminados, que entre las detenciones y los muertos en Pando, el movimiento quedaba desintegrado. Cada uno de los presentes fue dando su opinión que coincidía con la idea del Jefe de Policía-cuenta Otero- Ante mi silencio me preguntó que opinaba; le respondí que los tupamaros no estaban terminados, que la nuestra había sido una victoria parcial y que no habíamos ganado la guerra. Agregué que traería mis razones por escrito.
El jefe de Policía se enojó y con furia comenzó a golpear en la mesa. A los gritos me preguntó: ¿Cuánto poder tienen esos bandidos? ¡Vamos, dígame! ¿Cuánto vale ese Movimiento?.
Mi posición era la de que aquello no era el fin del MLN y el tiempo me dio la razón. Ellos pensaban que porque en la toma de Pando habían muerto tres tupamaros y se capturaron a 17 subversivos, ya estaba la guerra ganada y no era así.
Después de hablar en la entrevista de Mate Amargo sobre algunos hechos protagonizados por el ex jefe de Inteligencia que ya se encuentran en varios de los capítulos del libro “Llamen al comisario Otero” , Fernández Huidobro, recordaba: “…El camino fue largo para los dos. El nuestro es conocido: salió en los diarios. El de Otero también: Director de Instituciones Penitenciarias hasta 1981, Subjefe de Policía de Canelones hasta el final del proceso. Director —gracias a Baroffio y Manini, según dice— de la Escuela Nacional de Policía durante la apertura democrática, termina como jefe de la Policía Técnica Nacional.
“Llegué a comisario con solo un arresto en rigor, por tres días, en mi historial. Después, cuando me mandaron a Instituciones Penitenciarias, acumulé tanta tipa (arrestos) que las sanciones en mi expediente tenía que llevarlas en carretilla. Debo haber estado preso no mucho menos que usted…”.
HÉCTOR AMODIO PÉREZ
Sobre Amodio Pérez, el policía también lo recordaría, relatando:
“De Amodio sólo sé que desde el principio, en su última detención, solicitó colaborar pidiendo a cambio que lo soltaran junto con su mujer, Alicia Rey. Yo seguía en Punta Carretas como director y un día el ejército realizó un gran despliegue en los alrededores: habían descubierto un nuevo túnel sin terminar que se iniciaba en una casa cercana a la rambla. Me dirigí hacía ese lugar, me informaron de que un tupamaro había dado los datos y, de repente, me encuentro allí a Amodio vestido con el uniforme del Ejército…Decidí volver a Punta Carretas. No odio a ninguno de quienes fueron mis enemigos, no tengo rencores personales, pero nunca voy a olvidar la fría y calculadora mirada de Amodio Pérez. Era un personaje execrable”.
Las confesiones de ambos se fueron revelando naturalmente en el desarrollo de la entrevista, y surgieron reconocimientos de dos momentos en los que, cada uno de ellos, había tenido la oportunidad de acabar con la vida del otro. Así lo recordó Eleuterio Fernández Huidobro:
“EL DÍA QUE LO IBAMOS A MATAR”
Otero no desperdició la oportunidad para que Huidobro le confirmara la siguiente anécdota y este respondió:
“Cierta nochecita de verano, unos cuantos tupamaros andábamos por las calles de Montevideo, armados hasta los dientes, a bordo de una camioneta preparada para el combate. De modo absolutamente casual descubrimos al comisario Otero, casi solo, en una heladería de la calle Rivera casi Bulevar Artigas. Sentado en la vereda, tomando helados.
Se produjo una discusión en la camioneta estacionada a pocos metros. Si bien el MLN tenía resuelto no atentar contra la vida del comisario, aquella oportunidad era única. Se decidió no hacer nada.
Tal vez eso indica elocuentemente las características de una lucha muy peculiar: el principal comisario encargado de la lucha antiguerrillera arbitraba fútbol en las canchas montevideanas y cualquiera podía saber, con días de anticipación, dónde y cuándo habría de estar. Puede imaginarse un sinfín de métodos para producir fácilmente un atentado contra su vida. Sin embargo jamás se hizo”.
“Mire Fernández (interviene Otero), si se dieran las mismas circunstancias yo volvería a hacer lo mismo. Creo no haberme equivocado en las cosas principales. Me sigo sintiendo policía”.
Después, Fernández Huidobro relató la ocasión en la que su vida estuvo en manos del comisario y su gente:
“EL DÍA QUE ME IBAN A MATAR”
Se trataba de un contacto familiar clandestino, trabajosamente montado en la placita Viera de Rivera y Julio César. Veníamos en el asiento trasero de una moto y estábamos por estacionar, cuando quien conducía —un compañero “legal”, es decir, no buscado— aceleró y comenzó a huir como alma que lleva el diablo por las calles del Buceo.
-—¿Qué pasa?—, gritábamos en sus oídos.
-—La zona está plagada de de ‘ratis’ — respondió.
A ese compañero lo criticaron duramente por haber visto visiones. Sin embargo, su intuición no lo había engañado: poco después supimos que la trampa estaba montada y, un tiempo después, ya detenido en el departamento que dirigía Otero, alguien nos lo contó con pelos y señales”, la decisión del comisario
—”Te tuvimos en el punto de la mira y a pocos metros cuando la moto estacionaba. No quisimos tirar porque había mucha gente y estaba tu familia…”.
(Capítulo del libro, “Llamen al comisario Otero”)
*La Toma de Pando fue un episodio enmarcado en la guerra de guerrillas que vivió Uruguay en los años 1960 y 1970. El 8 de octubre de 1969, varios integrantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros tomaron por asalto la comisaría, el cuartel de bomberos, la central telefónica y varios bancos de la ciudad de Pando, distante a 32 kilómetros de Montevideo.