Contra el fanatismo

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Editorial de hoy
Editorial de hoy
Alguien, en este absurdo mundo que vivimos, debería convencer a los gobernantes de todos los países del mundo de que las guerras no sirven para lograr ninguno de sus propósitos, que sólo conllevan dolor, sufrimiento, devastación y pérdida. Ningún ser humano, en su sano juicio, puede pensar que los conflictos armados pueden resolver problemas. Muy al contrario, las guerras lo único que consiguen es fomentar los fanatismos, la enfermedad más extendida en la Historia de la humanidad, y enarbolar la muerte como bandera.
Asistimos hoy con estupor a los ataques químicos contra la población en Siria, y vienen a mi memoria las palabras de José Antonio Jáuregui, eminente antropólogo español fallecido hace pocos años: “La vida del hombre es una especie de juego en el que cada individuo quiere participar y, además, vencer, derrotar y ganar”. Pero, ¿a cualquier precio? ¿se puede asesinar indiscriminadamente mediante armas químicas a personas inocentes e indefensas? ¿todo vale en el juego del poder? “No —diría mi amigo Jáuregui—, como en todo juego existen unas reglas inquebrantables que todo ser humano debe conocer, respetar y por ningún motivo traspasar sus límites, pues entonces, perderíamos nuestra identidad humana, volveríamos a convertirnos en animales, y eso supondría el fin de la Humanidad”.
Debemos rebelarnos contra la manipulación de unos pocos contra todos, unirnos bajo la bandera de la defensa de la vida y los derechos humanos. Acallar la voz y prohibir la participación en el juego a esos gobernantes que destruyen la esperanza, los sueños y el futuro porque no han sido capaces de defender la dignidad, luchar por los valores, ni contribuir al desarrollo de aquellos pueblos a los que representan, esos que ignoran impunemente las reglas de juego establecidas: Homo hominis lupus, el hombre es un lobo para el hombre (Plauto).
Un mundo mejor es posible, y está en nuestras manos conseguirlo a través del diálogo y el respeto a la vida, aceptando las reglas de juego, compartiendo valores, sabiendo de donde venimos y rechazando creencias obsoletas y reacciones salvajes que tanto daño están causando y que se multiplican hoy en día en todos los lugares del planeta. Sí, un mundo mejor es posible, y no cejaré en mi empeño para conseguirlo, pero te necesito a ti, lector, ¿Estás dispuesto a construirlo conmigo?