
La directora gerente aclaró al inicio que “Hoy no voy a dar cifras, pero sí una idea de las cuestiones más importantes que enfrentamos”, explicó
En la introducción del trabajo que lleva la firma de Lagarde, expone:
“La principal pregunta, obviamente, es: ¿cuál es la situación de la economía mundial? Cinco años después de Lehman, ¿está retomando el mundo por fin una trayectoria positiva? Ojalá pudiera darles una respuesta sencilla, pero desafortunadamente la realidad es un poco más compleja y se asemeja más bien a un mosaico.
Lo alentador es que, habiendo superado un período particularmente volátil, las condiciones financieras están dando señales de recuperación. Gracias a las medidas lanzadas por las autoridades, el mundo económico ya no parece tan peligroso como hace seis meses.
Aun así, no esperamos para este año un crecimiento mundial mucho más pujante que el del año pasado. Vemos riesgos, tanto nuevos como viejos. En demasiados países la mejora de los mercados financieros no se ha traducido en una mejora de la economía real, ni de la vida de la población.
Las diferencias entre las regiones también son más marcadas que nunca. Vemos que se está formando una economía mundial “a tres velocidades”: los países que gozan de prosperidad, los que se están recuperando, y los que aún tienen cierto camino por recorrer”.
Luego de explicar situaciones puntuales Lagarde se refirió a la zona del euro:
es mucho lo que las autoridades europeas han logrado aproximadamente en el último año, más o menos: el Mecanismo de Estabilidad Financiera, las Operaciones Monetarias de Compraventa del BCE, el mecanismo único de supervisión y el acuerdo para aligerar la carga de la deuda griega. Esto merece nuestro aplauso: no es fácil que 17 países acuerden e implementen iniciativas de semejante magnitud en un plazo relativamente tan corto.
Pero, al mismo tiempo, hay mucho por hacer. Especialmente en la periferia, muchos bancos aún se encuentran en las primeras etapas del saneamiento: no disponen de suficiente capital y tienen los libros cargados de demasiados préstamos incobrables. Aun fuera de la periferia, hay una necesidad de encoger los balances, reducir la dependencia del financiamiento mayorista y mejorar los modelos de negocios.
Como el saneamiento financiero es insuficiente, la política monetaria no tiene tracción; es decir, el bajo nivel de las tasas de interés no se está traduciendo en crédito asequible para quienes lo necesitan. Los canales están taponados y la fragmentación financiera va en aumento. A lo largo y a lo ancho de la periferia europea, el crédito se ha contraído 5% desde el estallido de la crisis, y ha golpeado con especial dureza a la pequeña y la mediana empresa.
Por ende, la prioridad debe ser continuar saneando el sistema, recapitalizando, reestructurando o —cuando sea necesario— clausurando bancos.
En una unión económica y monetaria, los problemas financieros son problemas comunes. Es por eso que la zona del euro necesita soluciones de políticas más colectivas. Una opción es la recapitalización directa de los bancos en problemas que tienen implicaciones sistémicas, a través del Mecanismo de Estabilidad Financiera.
Más allá de esto, la zona del euro necesita una verdadera unión bancaria para reforzar los cimientos de la unión monetaria. Eso significa complementar el mecanismo único de supervisión con una autoridad única de resolución y garantizar los depósitos con un respaldo fiscal común. Solo así se podrá quebrar decisivamente el círculo vicioso entre los bancos débiles y las entidades soberanas débiles. Solo así podrá funcionar con un máximo de eficacia la política monetaria. Solo así quedará plenamente asegurada la estabilidad financiera.
Los países de la zona del euro se destacan entre los que aún tienen un camino por recorrer. Lo mismo ocurre con Japón. Sin embargo, en su caso la prioridad es escapar de una vez por todas a la trampa de la deflación y recobrar la vitalidad económica. En ese sentido, el marco que acaba de anunciarse para una ambiciosa expansión monetaria —encaminada a lograr una meta de inflación más alta— es un paso positivo. Japón necesita apoyarse más en la política monetaria para reactivar el crecimiento.









