Racismo en mi país (reflexiones de José Luís Rondán)

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Presentación141121Hace algunos días una fuerte y no menos desagradable noticia invadió los hogares uruguayos y por ende, como ya lo hemos referido en diferentes notas, la aldea global toda. A la salida de una discoteca de Montevideo, una joven afro descendiente fue agredida por varias europeas descendientes.
El video analizado mil veces mostró la situación creada por los contendientes, y pronto las opiniones, las consideraciones, las apreciaciones fueron cambiando de un sentido al otro con cada pasada del trajinado video de las escenas de lucha desigual planteada a la salida del local; todo ello desarrollado ante la impávida mirada de varios jóvenes observadores que nada atinaron a hacer para poner fin a la refriega.
El conflicto estaba planteado: ¡Racismo en Uruguay!
Después de un mes de mantenerse prófugas las blancas agresoras se presentaron ante la Justicia quien las procesó por un delito de riña con resultado de lesiones graves, más o menos fue ese el veredicto del Magistrado Fernández, avalado por el Fiscal cuyo apellido es…Negro.
La joven atacada, quien en la oportunidad debió ser internada en un sanatorio capitalino en virtud de las lesiones generadas en su hígado a raíz de los brutales e irracionales golpes propinados por las desencajadas agresoras, no se sintió satisfecha con el resultado de las investigaciones, pues ella siendo activista en pro de los derechos de los afro descendientes, quería sangre en serio; quería que el resultado fuera: Procesadas por ataque racial en contra de su persona, aunque la pena por el delito por el cual resultaron procesadas es mayor que la pena que les hubiera correspondido por un ataque racial.
Muchos ocuparon puestos en un bando u otro; las trincheras de la lucha racial se habían desplegado a lo largo y ancho del país.
Unos comenzaron a rasgarse las vestiduras por la negritud ¿O la afro descendientud?…No sé, en fin, salieron a la TV a dar testimonios, a juntar firmas para que la Real Academia quite de en medio algunas formas de dicción lesiva para la Comunidad Negra, se hicieron marchas públicas con pancartas y todo, etc. Mientras a otros les faltó colocarse la pálida capucha del KKK y alcohol por medio se permitieron algunos dislates ocupando la vereda o la trinchera opuesta, sin saber porque ni para qué.
El hecho es que el video y los testimonios recogidos en la zona hablan de una diferencia por un taxi; a quien debió pararle y a quien no. Quien lo abordó (las jóvenes blancas) y quien quedó momentáneamente a pie (la joven negra); digo momentáneamente porque en ese lugar y a esa hora, hay mil taxis, pero como dije, a esa hora, las siete de la mañana poco más o poco menos, cansadas de tanta danza, (no existe un cansado manso) y un poco borrachitas…La fórmula es explosiva tal cual evidencian los sucesos que nos ocupan. Una le dijo changos (prostitutas) a las otras y las otras negra motuda y un escupitajo y un cabezazo y los revolcones y el sanguinario desborde desigual. Una estúpida pelea callejera que jamás debió suceder.
Así están dadas las cosas en mi país; ahora somos racistas. El apartheid se ha instalado.
Racismo: Doctrina que sostiene la superioridad de una raza sobre la otra

Después de esto parece que debemos empezar a reconocer el color de piel de nuestros amigos; esos amigos añejos con los cuales desde siempre he compartido mi mate o el suyo, o las canchas de futbol o las informales ruedas vespertinas en el cordón de la vereda.
El negro Yaka o El diente ya no serán mis amigos negros de toda la vida con los cuales hemos trajinado algún boliche, pues quieren que empiece a notar el color de su piel. ¡Dios, son negros y no me había dado cuenta!
Cuando vaya el año entrante a las Llamadas del carnaval o a la fiesta de San Baltasar, expresión cultural del mundo afro y también de los lubolos, (europeos descendientes, léase blancos pintados de afro descendientes, léase negros), querrán seguramente que vaya con el espíritu contaminado del que mira diferente por el color de la piel y no podré, porque esa es mi gente y porque fue la gente de José Artigas, el más grande pro hombre americano, aunque mi piel sea blanca y mis ojos verdes.
Aunque hoy esté planteada una supuesta lucha racial, como criollo al cual los españoles suelen decir Sudaca y a quien hace unos años en Perú un indígena defecó en sus pies para demostrarme que la lucha por la resistencia en contra del hombre blanco aún no ha finalizado, digo NO. No dejaré que me contaminen, no permitiré que los irreconciliables, que los intransigentes de un color u otro, me corroan el espíritu con estupideces del siglo XVII; no dejaré que me obliguen a marchar por el brete que no quiero, pues no estamos en Alabama, pues vibro, junto a miles de hermanos blancos con Elumbé, con La Figari, con la Jacinta o con Tronar de tambores y porque la mejor amiga de mi hija es Leka, la brasilera (negra, negrísima) y hermoso ser humano y porque aún está tibio el mate que ahuecado en las manos del negro Ruben, esperan por el hueco de las mías, ritual criollo que muchos jamás entenderán pero que habla de hermandad, de amistad y confianza.
Como debo plantearme la vida de aquí en más cuando mis amigos le digan Gallega (porque lo es), a Pilar, mi esposa. Seguramente los demandaré, o peor aún, los atacaré para que se retracten. ¿Y cómo trataré de ahora en adelante a Carlitos mi amigo de la vida, si es descendiente de Pancho Villa y más indígena que un Aguará Guazú?
Ya basta, creo que muchas veces planteamos cosas que en cualquier momento se nos van de las manos y permitimos que germinen plantas a las que después no podemos controlar, y que desarrollando potentes ramas, un día cualquiera logran asfixiar el frágil jardín de la convivencia.
El nefasto día de la pelea la joven agredida y lastimada, creo que más en su orgullo que en su físico, debió hacerse eco de aquel viejo principio que reza que uno nunca debe comenzar una discusión con un imbécil, pues la gente que observa, puede no poder identificar quien es quien.
¡NO AL RACISMO!

José Luis Rondán