En un libro Aznar revela que su sucesor iba a ser Rodrigo Rato y no Mariano Rajoy

0
268

Aznar y Rajoy en un acto de la FAES, en julio de 2012
En el libro Memorias I (Planeta), que se presentará en Madrid el próximo 26 de de noviembre, el expresidente del gobierno de España José María Aznar, confiesa que eligió a Rajoy como sucesor porque Rodrigo Rato rechazó dos veces el nombramiento.
En el prólogo del libro Aznar cuenta que “La decisión más difícil que he tomado en mi vida fue la de mantener mi compromiso de no presentarme a un tercer mandato. Es decir, la de voluntariamente no permanecer más de ocho años seguidos en la presidencia del Gobierno de España. Fue una decisión personal, tomada y anunciada con mucha antelación; no fue fruto de ninguna ocurrencia o arrebato, a los que no soy muy proclive. Lo anuncié por primera vez durante una entrevista en una cadena de radio al final de la campaña de las elecciones europeas de junio de 1994. Entonces afirmé que «si alguna vez los españoles me dan la responsabilidad de presidir el Gobierno, sólo me presentaré una vez a la reelección». Era un compromiso firme y sincero, que respondía a dos convicciones que siempre han guiado mi actuación política: la de que cuanto más sólidas son sus instituciones, más fuerte es un país”, dice en el libro el expresidente del gobierno de España.
Más adelante, Aznar agrega: “La dificultad de la decisión se vio acentuada por la presión ambiental. Mi anuncio de que no optaría a un tercer mandato había tenido una amplia repercusión en los medios, pero muy pocas personas creyeron que fuese a cumplir mi palabra. Muchos pensaron que se trataba de la típica argucia política: primero la descartaron como una de las tantas promesas electorales que se formulan para llamar la atención, conseguir un titular y captar algunos votos en vísperas de unas elecciones. Y luego, cuando se fue acercando la hora de hacerla efectiva, decretaron que formaba parte de una maniobra astutamente enrevesada para prolongar mi estancia en el cargo por aclamación popular.
En opinión de esa mayoría incrédula, al final encontraría un buen pretexto para volver a presentarme. Recuerdo bien un almuerzo con la plana mayor del diario El País en la Moncloa. Tras escuchar atentamente mis argumentos, uno de ellos me dijo: «Me parece muy bien lo que has dicho, presidente, pero no lo vas a cumplir».
José María Aznar agrega que personalidades extranjeras también dudaban de que no se presentara a un tercer mandato: “Importantes mandatarios internacionales también me animaron a continuar. Para algunos, mi decisión era sencillamente incomprensible. Recuerdo una conversación con el presidente francés Jacques Chirac en la finca de Quintos de Mora, en los Montes de Toledo, con motivo de la última cumbre bilateral hispano-francesa que tuvo lugar bajo mi mandato. Chirac, que relataba los acontecimientos de Mayo del 68 desde su óptica como ministro del general Charles de Gaulle, me reconoció abiertamente sus dudas respecto a la sinceridad de mi compromiso. Me retó: «Si es verdad lo que me dices, me quitaré el sombrero e inclinaré la cabeza». Clinton, en una visita que hizo a España después de dejar la Casa Blanca, me preguntó: «Si la ley no te obliga a ello, ¿por qué lo haces? Si yo pudiera, si en Estados Unidos no existiera la limitación de mandatos, me hubiera gustado ser el presidente de mi país el resto de mi vida». No fueron los únicos. Otros, como Tony Blair, George W. Bush o Vladimir Putin, fueron especialmente expresivos en sus opiniones a favor de que continuara.
En España, una de las personas que con más vehemencia se manifestó públicamente en contra de mi decisión de no presentarme a la reelección fue Manuel Fraga. Ocurrió en abril del año 2000, en un mitin celebrado en Sevilla con motivo del décimo aniversario del congreso en el que asumí la presidencia del PP y unos días después de nuestra victoria por mayoría absoluta. Desde lo alto del escenario, con toda la fuerza y autoridad que era capaz de exhibir, Fraga soltó: «Si no lo digo, reviento. ¡No hagas planes a menos de diez años!
¡El proyecto que necesita España no puede hacerse en menos de diez años!». Otros no se atrevían a tanto. Dejaban las invocaciones para conversaciones privadas, de las que tuve muchas, sobre todo a medida que se fue acercando la fecha que me había fijado para hacer efectivo el relevo. Recabé la opinión de mucha gente, sobre todo de dirigentes relevantes del Partido Popular. El propio Fraga, al comprobar que mis intenciones eran firmes, me dijo: «Si hay que aguantar que estés sólo ocho años en el Gobierno, lo aguantaremos. Pero el partido no lo dejes. El partido, no». Le contesté que las decisiones no se pueden tomar a medias”, dijo Aznar.
Más adelante, en el mismo prólogo, el expresidente cuenta que: “El viernes 29 de agosto de 2003, al finalizar el Consejo de Ministros, pedí a todos que se quedaran un momento: «Ha terminado el Consejo de Ministros. Os pido que os quedéis un minuto. Ha llegado el momento. Quiero que sepáis que he dado instrucciones al secretario general del partido, Javier Arenas, para que convoque un Comité Ejecutivo el lunes que viene y una Junta Directiva el martes. Quiero proponer al partido la persona que creo que debe ser el próximo candidato a la presidencia del Gobierno».
Esa misma tarde, llamé a todos los dirigentes regionales del Partido Popular para decirles que la decisión estaba tomada y para pedirles su respaldo. Todos me mostraron su apoyo.
A última hora, pedí a Mariano Rajoy que viniera a verme a mi despacho. Nos sentamos frente a frente. Le di las gracias por venir. Me dijo: «Presidente, prefiero que no me digas lo que intuyo que me vas a decir. Pero quiero que sepas que siempre te estaré agradecido. Nunca olvidaré que me has hecho cinco veces ministro y, además, vicepresidente del Gobierno. Con esto, todas mis aspiraciones políticas están más que colmadas». Le contesté: «Gracias, pero te lo voy a decir. Creo que tú eres la persona adecuada».
Aznar recuerda que “Fue una conversación breve, pero intensa en emociones. A Mariano se le veía muy contento y, lógicamente, también abrumado. Me dijo que aceptaba el encargo y yo sólo le pedí que de momento no le comentase nada a nadie. «Esta conversación es sólo entre nosotros, porque la convocatoria con los demás, incluido tú mismo, será mañana.» Recuerdo que me preguntó: «¿Ni siquiera a mi padre?». «Ni siquiera a tu padre.»
Rodrigo Rato, el candidato a suceder a Aznar, se niega
El expresidente de los españoles cuenta en su libro de memorias, que por dos veces, antes de elegir a Mariano Rajoy como su sucesor y candidato a la presidencia del Gobierno de España, le ofreció a Rodrigo Rato esa posibilidad y que este no aceptó la nominación.
Aznar revela que fue en las Navidades de 2000, en un largo viaje en coche que hicieron juntos a la estación de esquí de Baqueira, le anunció a Rodrigo Rato que iba a cumplir el compromiso de no estar más de ocho años en el Gobierno. “Le dije que debía pensar seriamente si quería ser el próximo líder del PP y el candidato a la presidencia del Gobierno. La primera reacción de Rodrigo fue decirme que mi renuncia provocaría un lío monumental y que debía reconsiderar mi decisión de no presentarme. Esa misma noche me planteó objeciones concretas a su candidatura. Me dijo que por motivos personales —tenía niños muy pequeños— no se veía capaz de asumir una responsabilidad tan relevante en esos momentos.
Esa misma semana volví a insistir: «Piénsate bien lo que te he dicho. Aún faltan cuatro años. Tienes tiempo. Yo no hablaré del asunto con nadie».
Esta vez Rodrigo no me contestó directamente. Tres meses después me encontré con su respuesta en una carta dominical del director de El Mundo que se titulaba «Rodrigo no quiere». Lo que no me había dicho a mí se lo había contado a un periodista. No volvimos a hablar del asunto hasta el verano de 2003, unos días antes de marcharnos de vacaciones. Entonces fue Rodrigo quien puso el tema sobre la mesa. Me anunció que había cambiado de opinión y que ahora sí quería ser el candidato del PP a las elecciones generales previstas para el mes de marzo siguiente. Le contesté: «Tú me has dicho dos veces que no». Y él respondió: «Pero ahora te digo que sí». No le contesté nada. Sólo tomé nota.
Nuestra última conversación a solas sobre la sucesión tuvo lugar ya a finales de agosto de 2003, el sábado 30 por la tarde, después de la reunión en la que les anuncié a los tres y a Javier Arenas mi decisión. Cuando terminamos de comer, le pedí a Rodrigo que se quedase un momento. Quería tener un gesto de deferencia hacia él. Entonces me volvió a decir: «Pues ahora hubiese querido». Yo sabía que él quería. Lo sabía entonces y lo supe en el momento de tomar la decisión. Sin embargo, después de una reflexión larga y profunda, había llegado a la conclusión de que elegir a Mariano en lugar de a Rodrigo tenía más ventajas que inconvenientes.
La designación de Rajoy obligó a Rato a reflexionar sobre su futuro y a rehacer sus planes. Poco después de nuestra comida en la Moncloa, me pidió ayuda para optar a un puesto de gran relevancia económica y política: la dirección del Fondo Monetario Internacional (FMI). Era una apuesta complicada. Había otros candidatos de mucho peso, como el francés Jean Lemierre, presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, o el italiano Mario Monti, entonces comisario de Competencia de la UE y ahora primer ministro de su país. Pero Rodrigo tenía posibilidades: gozaba de mucho prestigio y era un hombre muy respetado, también fuera de nuestras fronteras. Rodrigo fue decisivo en el gran éxito económico español de los ocho años de mi Gobierno y así era reconocido por todos. Contaba con el apoyo de Francia: no directamente de Chirac, pero sí del entonces primer ministro, Jean-Pierre Raffarin. Y, lo más importante, España había conseguido una posición de fortaleza internacional inimaginable unos años antes. Teníamos voz y voto. Contábamos”.
Aznar narra también que: “En cuanto Rodrigo me lo pidió, me puse manos a la obra y comencé a recabar apoyos para su candidatura. Lo hice con mucho gusto. Llamé personalmente a cuatro personas: George Bush, Tony Blair, Jacques Chirac y Gerhard Schroeder. De los cuatro, los realmente determinantes, por su peso y capacidad de influencia, eran Bush y Blair.
A ellos les pedí de manera especial que respaldasen a Rato. La respuesta de ambos fue incondicionalmente positiva: me aseguraron un apoyo cerrado para Rodrigo y se lo dieron, incluso después de que perdiéramos las elecciones.
Quizás por eso me costó comprender la posterior reacción de Rodrigo. Yo era consciente de su decepción ante el desenlace de la sucesión y sabía que, después de tantos años de amistad, nuestra relación ya no sería la misma. Sin embargo, no esperaba que Rodrigo pusiese una distancia tan grande desde tan pronto. Yo le llamaba para interesarme por el buen desarrollo de nuestras gestiones para lograr su nombramiento al frente del FMI, pero él a mí no me llamaba para contarme nada. La constatación de que se había abierto una brecha se produjo con motivo de la primera visita que Rodrigo realizó a España ya como director gerente del FMI, en la que se citó con una amplia representación del mundo político y económico español. A mí no me llamó”, reconoce Aznar en el libro Memorias I que como dijimos, será presentado el 26 de noviembre en Madrid