La Luz (reflexiones de José Luis Rondán)

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La luz, ausencia total de oscuridad.
Oscuridad, sinónimo, principio, o símbolo de ignorancia; antesala o portal por el cual se deberá pasar para acceder a la Luz, al conocimiento, dejando atrás en forma definitiva los valles de las tinieblas, de las sombras largas y pesadas.
Desde el principio de los tiempos, los antiguos misterios sometían a los aspirantes a los ritos iniciáticos, a periodos de oscuridad, constituyéndose en el paso preparatorio para el recibimiento u obtención de la perfecta Luz, como expresara, la Luz del Conocimiento.
El tiempo a que el aspirante o profano era sometido a la más absoluta oscuridad dependía del tipo de misterio o secreto de que se tratara; por ejemplo, en el caso de los druidas de Bretaña los iniciados debían permanecer en oscuridad durante nueve días con sus noches. Los Bardos, poetas celtas, solían encerrarse a oscuras para así convocar al awen o espíritu despierto para que trajera a su cabeza los poemas que más tarde compartiría con la comunidad. Los griegos, según algunos escritos que pudimos manejar, sometían a la oscuridad a sus iniciados durante tres veces nueve días y los persas lo hacían durante un lapso de cincuenta días de oscuridad, soledad y ayuno.
El estado de oscuridad era adorado en la antigüedad como la primogénita, como la antecesora del día y del estado de existencia antes de la creación.
La oscuridad es un símbolo ineludible referido a un estado mental, a una predisposición a otro estadio diferente y opuesto, símbolo de preparación donde el futuro iniciado se enfrentará al caos de la oscuridad absoluta, para así poder acceder al estadio del orden que genera la obra de la creación, la cual por añadidura trae el estadio dispuesto para la Luz.
En los antiguos misterios, el liberar al aspirante de la soledad y la oscuridad a que había estado obligado, el devolverle la facultad de la visión, era llamado el acto de la Regeneración, significando esto que volvía a nacer, es decir, había muerto a su vida anterior y por este acto volvía a la vida, pero ahora, bajo la égida de la Luz que solo la ilustración proporciona.
La oscuridad es sinónimo del estado de muerte, de no vivo del aspirante; es el estado natural en que viven los hombres y mujeres a quienes no se le ha brindando la posibilidad de iniciarse en los misterios, por eso cuando al profano se le abren las puertas a la Luz, se dice que se han transformado en sus hijos, hijos de la Luz.
El iniciado a quien se le ha otorgado la Luz es ahora portador de un precioso cargamento del cual es el único responsable. Como hijo suyo, llevará sobre en los hombros, la responsabilidad de ser un guía moral, espiritual y cultural de quienes como él hoy, serán iniciados mañana.
Los que en la antiguedad obtenían tal estado de elevación debían pensar, como seguramente lo hacen hoy día, quien les ha conferido el sacro derecho a ostentar el titulo de Hijos de la Luz, y si sólo fue un trámite para apaciguar la curiosidad o realmente es su corazón la lámpara encendida que guiará a los que viene detrás y a su vera.
Al profano presto para la iniciación se le exige disponerse a su muerte para acceder a la vida, pero en la seguridad que en este caso, con la muerte, lejos de extinguirse la luz que iluminaba sus ojos, ella se aviva, se vuelve resplandeciente, lo ilumina y le da calor predisponiéndolo a seguir en la senda solo reservada a los iniciados en los misterios, sólo que ahora mejor iluminada. La Luz lleva a la conciencia de sí.
El anhelo más grande de todo iniciado es recorrer el camino propuesto para poder ser de alguna manera el portador de la lámpara que lleve cual estandarte, la Luz a los demás, y con el tiempo, cuando haya crecido lo suficiente, cuando su espíritu así lo determine porque la maduración le ha llegado, ser él mismo la lámpara, el aceite, la flama y el oxigeno que la alimenta.
Lux, voz latina que significa Conocimiento.
Cuando una Orden se autodenomina lux, habla de sí como la poseedora de la doctrina que marca o indica la vereda que lleva a la verdad, una verdad que habla, se fortalece y crece a la sombra del árbol de la ilustración.
Lux fiat et lux fit, Hágase la Luz y la Luz fue hecha.
Repasando a los cabalistas judaicos vemos que alimentaban la idea de que antes de la creación del mundo, todo el espacio estaba pletórico de una muy intensa luz intelectual infinita.
En el caso de los egipcios, quienes al igual que casi todas las culturas, adoraban la luz como elemento de vida, sabiduría y permanencia en los misterios, el jeroglífico dispuesto para representarla era una liebre, animal que según ellos permanecía toda su vida con los ojos abiertos. Por ello los sacerdotes la adoptaron como símbolo de iluminación moral revelada a los neófitos, siendo además el símbolo de Osiris, su principal divinidad.
Para la comunidad Rosacruz el reconocer los principios dados por la Luz era reconocer en sus vidas la presencia de la Piedra Filosofal y para ellos, la cruz era el emblema que decía de la Luz.
En el libro de Portal *simbolismo de los egipcios*, pág. 69, podemos leer cómo analiza la notable coincidencia entre el lenguaje egipcio y el hebreo al momento de determinar el tema referido a la luz. La traducción de liebre es annebet, la cual parece estar compuesta de aur: luz y nabat: ver, de modo tal que el vocablo que entre los egipcios se usaba para designar la iniciación, entre los hebreos significaba, ver la luz.
El Dr. Beard, autor de la enciclopedia de literatura bíblica, da a la luz un carácter de felicidad suprema donde se potencian y conjugan todos los elementos necesarios para un estado de claridad y brillantez, de grandeza, de paz y de amor.
La luz según este autor, corresponde a la transición de lo terrenal a lo celestial, de lo material y corpóreo a lo espiritual.
Uno de los libros sagrados de los Brahamas, el Bhagvat Geeta, expresa que se aprecia a la luz y a la oscuridad como sendas eternas del mundo, aquel que transita por la primera no retorna, por ser ese el camino de la felicidad, en tanto, quien transita por la segunda, deberá volver a este mundo hasta que logre su superación y le sea permitido andar por la primera senda.
La luz según Duncan, en su libro la Religión de la Antigüedad Profana, asevera que es ella la fuente de la felicidad positiva.
El hombre concebía los elementos de la oscuridad y de la luz como condiciones opuestas en las que él se situaba de acuerdo a la situación que debía vivir de acuerdo a su presencia o su ausencia. El carácter de la luz, hacía que se produjera un sentimiento de odio hacia la oscuridad, por ser ésta la que privaba de las bondades de la visión, siendo entonces considerada la fuente de toda miseria y todo el miedo, produciendo obviamente, La Luz, todo lo opuesto.
Reza la Biblia de los cristianos al referirse a la Luz: *…Desde su principio centelleante que conduce al día perfecto del sublime sol de la justicia y la rectitud…*
Para ser lámpara, para ser luz, para ser claridad y faro en el camino, no necesariamente debemos pasar por largos e intrincados rituales, esa posibilidad, desde mi humilde opinión, anida y late dentro de cada hombre o mujer cuyo corazón haya sido generado en la bondad, en el amor, en la tolerancia, en la íntima voluntad de darse a los demás, adhiriendo al viejo principio de que aquel que no vive para servir, no sirve para vivir.
Cuando estando en las tinieblas, golpees, alguien te abrirá, cuando necesites y pidas, alguien acudirá a proveerte, si buscas, seguro hallarás. Sólo debes permanecer ante la puerta del templo por que en él, mora tu Maestro, cálida flama de la cual no debes apartarte.
José Luis Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
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