El conflicto actual comienza con el anuncio del recorte de un 64% en la partida presupuestaria para la minería, incumpliendo el Plan Nacional de Reserva Estratégico del Carbón 2002/2012 y la negativa del ministro de Industria, Jose Manuel Soria, a negociar. Con el recorte, los 703 millones se quedan en únicamente 253. Esta reducción de las ayudas de forma repentina y acelerada deja tocada de muerte a la minería, un sector para el que, en un principio, estaba prevista una eutanasia más lenta y prolongada en el tiempo, hasta 2018, año límite impuesto por la Unión Europea (UE) para que las empresas recibiesen algún tipo de ayuda estatal, siempre condicionada al cierre de las minas.
En los primeros días de huelga, los cortes y bloqueos del tráfico se realizaban sin enfrentamientos. La violencia comenzó cuando se dio orden a la guardia civil de disolver las barricadas por la fuerza, a lo que se suma la dureza policial con la que fueron recibidos en la multitudinaria manifestación en Madrid de finales de mayo. Una situación de conflictividad en Asturias y León sin precedentes en los últimos años. La crispación en el sector iba en aumento. Además el colectivo minero se hizo fuerte moralmente apoyando a los compañeros encerrados en los pozos, primero en la explotación de Santa Cruz del Sil en León y días más tarde 7 hombres lo harían en los pozos Candín y Santiago, en Asturias. Además de 5 trabajadores que dias después harían lo mismo pero en el salón de plenos del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Al día de hoy, en el Principado, llevan 34 días encerrados a más de 600 metros bajo tierra, en unas condiciones lamentables de higiene, una humedad que llega al 95% y sin ver la luz del sol.
Los piquetes mineros, bien organizados, se defienden con armamento artesanal realizado por ellos mismos en los talleres de los pozos. Tubos metálicos procedentes de andamios u otro tipo de estructuras son utilizados como lanzadoras de cohetes pirotécnicos, habituales de las fiestas y romerías asturianas. Los tirachinas o gomeros son también de fabricación propia y repelen los ataques de las fuerzas de orden público con el lanzamiento de bolas de rodamientos o tuercas. Aunque a diario evitan los enfrentamientos con los antidusturbios tras las realizar las barricadas, puntualmente sí que surgen, y de manera muy violenta. Los lugares de conflicto suelen ser en carreteras a la vera de algún monte donde poder protegerse o en los propios pozos donde han protagonizado las mayores escaramuzas.
El martes 19 de junio se convoca una huelga general en todas las comarcas mineras. Un paro secundado casi al 100% de la industria y población. Como colofón a la jornada que durante todo el día ha paralizado la actividad en las cuencas asturianas se realizó una manifestación con una afluencia de más de 50,000 personas apoyando sin condiciones a la industria minera, que concluyó con el anuncio de organizar marchas a pie hasta Madrid que culminarán con una gran concentración en la capital. Y así fue: el día 22 de junio parten 80 mineros asturianos hacia Madrid, más tarde se les incorporan otros tantos trabajadores de León y posteriormente también lo harán de otras provincias como Palencia.
Mientras tanto el conflicto en Asturias sigue al rojo vivo y la tensión sigue en aumento ante la imposibilidad de una negociación con final felíz. Después de más de un mes de huelga las energías de los mineros parecen no desfallecer. Quedó claro que esta profesión imprime carácter. Las barricadas humeantes continúan tiñendo el cielo de negro y llenan de cicatrices el asfalto de las carreteras asturianas. Es una guerra simbólica y romántica para muchos ante los tiempos de crispación y recortes que corren, para otros son acciones terroristas que hay que aplastar, pero para las 300,000 personas que dependen de la mina en Asturias es una lucha por la supervivencia.
Álvaro Fuente, especial para ICNDiario