Este tema surge de una entretenida conversación mantenida una noche cualquiera con mi compañera María Pilar, donde hacíamos referencia a los nuevos conceptos de hoy, asumidos para la castigada célula de la sociedad, el núcleo familiar, procurando una explicación para la disgregación de la familia y para las nuevas actitudes tanto de hombres como de mujeres para enfrentar la vida, quienes cargan pesadas mochilas de incertidumbre y desdicha sin saber donde deshacerse de ellas.
Esto me trae a la memoria antiguas leyendas transmitidas durante siglos de pueblo en pueblo, de boca a oído, donde el hogar como tal, contaban los ancianos, había surgido del ambiente creado por la mujer y que llevó al hombre, casi en forma imperceptible, a sentir la necesidad cada vez mas imperiosa, de experimentarlo, de disfrutarlo cada vez que retornaba a su guarida después de la cacería o las incursiones bélicas. Un ambiente de calor, alimento y sexo; con frutas frescas o carne seca, mullidas pieles y un cuerpo tibio junto al cual restañar heridas.
¿Qué guerrero o cazador podría negarse a ello?…Al principio el hombre tomaba por la fuerza a quien habría de ser su hembra, de hecho hasta hoy día, algunas tribus africanas y amazónicas mantienen vivo el ritual del rapto de la mujer por parte de quien habrá de ser su compañero.
Con el tiempo el hombre ya no necesitó de ataduras para que la mujer no se alejara de la cueva, ella optó por permanecer al abrigo de aquello que ella misma había formado, su nido, su hábitat, lugar donde daría a luz, protegería y criaría a sus hijos, en su cabeza no estaba el concepto, pero había inventando el hogar.
Con el tiempo este tipo de relación se fue distorsionando, el hombre comenzó a tomar para sí el derecho de ya no sólo ser el macho avasallante en su clan, marcando supremacía a través de la brutalidad que da la fuerza, sino que llevó sus actitudes hostiles, agresivas, al interior de su refugio y sometió a la mujer y sometió a sus crías y generó un clima de violencia familiar que la mujer no pudo, ni quiso soportar más.
Aun hoy existen tribus, sobre todo en la selva amazónica, donde hombres y mujeres viven aislados, cada género en un habitáculo diferente, juntándose únicamente para tener sexo, después, cada uno a su lugar y a sus tareas. En Uruguay, más precisamente en el departamento de Durazno, en el centro del país, existió durante los albores de la patria, un grupo de mujeres gauchas que se auto sustentaban en un mundo de machos y no aceptaban hombres, expresando ante la presencia de alguno.-¡ Aquí, sólo para preñar, después se van!
Aquellas hembras de las primeras luces de la humanidad, cansadas de ser golpeadas, avasalladas, de ser tratadas como animales, abandonaron al macho fiero, agresivo y más fuerte que ellas, e internándose en los bosques se juntaron, generaron sus propias comunidades bajo el natural concepto de que la unión hace a la fuerza, fuerza brutal interpuesta entre ellas, las sometidas y el poder de los machos a quienes supieron enfrentar con fiereza, doblegando la voluntad imperativa de un hombre desconcertado por la actitud de las mujeres.
Nacían las amazonas, guerreras valientes, crueles con sus antiguos opresores y muy fuertes desde su conglomerado. De ellos sólo aceptaban a quienes habrían de preñarlas; cuenta la leyenda que los mantenían cautivos mientras les fueran útiles para el sexo y después les daban muerte, quedándose con las crías a quienes les prodigaban el amor que solo puede dar una madre, por más fiera que sea.
Los años pasaron y los niños criados por esas amazonas fueron creciendo y se hicieron machos fuertes, aguerridos, y sirvieron a la postre a los objetivos de sus madres; fueron sus guerreros contra los hombres, quienes de vez en cuando tras alguna incursión, capturaban algunas mujeres sometiéndolas a cautiverio para su servicio y satisfacción.
Pero aquella comunidad formada exclusivamente por hembras, fue poblándose paulatinamente con hombres jóvenes y fuertes, y como la naturaleza es sabia y no hace caso de la intempestiva voluntad de los seres humanos, implantó su sentido del equilibrio, llamando a unos y otros a la conjunción de los sexos, y se amaron y se cuidaron y se protegieron y procrearon y dieron lugar sin tener conciencia de ello, a una nueva oportunidad para la raza humana, donde ambos sexos eran llamados a vivir juntos.
Hoy día, en pleno siglo XXI, la familia como tal, donde padre y madre cohabitan bajo un mismo techo aunando esfuerzos para la crianza de sus hijos, se ve amenazada, se muestra resquebrajada desde sus cimientos y cada vez se construyen más mono ambientes, donde cada uno vive la vida a su aire, en relativa libertad y sólo se reúnen para espontáneos contactos sexuales, anticonceptivos mediante, o por el simple hecho de hacerse compañía un par de noches y después, cada uno a su domicilio y a su senda.
No se crean lazos de compromisos, no se toman responsabilidades, ni se hacen concesiones; nadie se atreve a verse envejecer y menos a ver envejecer al otro, y otra vez, después de siglos de andar por este bendito planeta, la leyenda cobra fuerzas y los matriarcados resurgen y los hombres desconcertados, quieren ser como las mujeres y las mujeres cada vez más, adoptan y asumen a conciencia, posturas y responsabilidades de hombres, y la natalidad, sobre todo en países ricos o en familias acomodadas, se diluye, y unos contra otros, cada uno arrimando agua para su molino, gritando que son iguales, pero que son diferentes y rabiosamente omiten percibir que el equilibrio de un ave que surca majestuosa los cielos se da por las dos alas, en este caso, el hombre y la mujer concertados para un mismo vuelo.
La industria de los anticonceptivos crece y se fortalece y la bacectomía se hace moneda corriente y con ello, al no tener niños de quienes ocuparse, ni a quienes educar, se ocupan de sus cuerpos. El narcisismo se difunde y con él, los cambios corporales, los egos se subliman; los pechos, las nalgas, pantorrillas, brazos, músculos, penes, vaginas, etc. Pero aun no surge la cirugía para el alma, ni para ordenar las ideas. Casi todo puede alterarse para engañar al otro, aun las relaciones humanas a través de un computador propician la mentira, la farsa, el engaño, generando en los tiempos de mayor comunicación, de celulares, fibra óptica, satélites e internet, los estados de depresión más acentuados, los estados de angustia más profundos, las situaciones de soledad más críticas. Ya no hay ojos donde mirarse, ni manos que apretar, ya no hay voces que acaricien el alma con un te amo, ni brazos que nos rodeen para brindarnos cobijo y contención. Estamos fríos, el calor se ha difumado.
Los psicólogos, los terapeutas, los psiquiatras, los laboratorios que fabrican cápsulas de la más amplia gama se hacen millonarios, mientras hombres y mujeres aseguran que la propia vida en unas ocasiones, las leyes del karma o un dios todopoderoso en otras, los castiga, los atormenta, aunque en el fondo todos sabemos que es la madre naturaleza que ataca al corazón del desequilibrio producido por las conductas inapropiadas, llamando a los humanos al equilibrio, a la armonía para sus vidas.
La inteligencia, los adelantos tecnológicos, los tiempos modernos, nos proveen de casi todas las cosas que hacen a nuestras necesidades, alimentos, vestidos, vehículos, techo confortable, cuerpos exuberantes, comunicación al instante, velocidad, etc. pero no nos proveen de los elementos para la construcción de un estado de felicidad más o menos permanente.
Volvamos a los ríos de la armonía humana que un día supimos tener y que por egoísmo, idiotez o dejadez, perdimos.
Todo esta en nuestras manos.
José Luis Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
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