El cielo gris, la ciudad ha quedado solitaria en otra Semana Santa que se llevó a los montevideanos lejos de la capital y donde el viento de un otoño, que ya parece invierno, quiebra la quietud del lugar momentáneamente abandonado.
Lo tradicional vuelve a cobrar vida; el termo, el mate y el paseo por la rambla de quienes no pudieron salir de vacaciones y como aventura mañanera, enfrentan al oleaje que golpea con fuerza el murallón costero.
El centro de la capital es un desierto de cemento; la Ciudad Vieja, cercana al puerto, parece una zona cerrada detenida en el tiempo.
Y la semana sin dejar de ser santa, pasa a ser también la Semana de Turismo, denominación que le otorgan muchos uruguayos, porque el calendario marca en rojo esos siete días y las oficinas públicas cierran sus puertas durante todo ese tiempo…aunque usted no lo crea.
Y la semana deja de ser la Semana de Turismo, para convertirse en la Semana Criolla, porque durante esos siete días se celebran las pruebas de la doma, donde el gaucho uruguayo demuestra sus destrezas y habilidades intentando dominar al caballo salvaje, en los ruedos de El Prado y la Criolla del parque Roosevelt.
Y es también la Semana de la Vuelta Ciclista del Uruguay, evento internacional que recorre el país y acapara la atención de todos los fanáticos, o no, del deporte del pedal.
El domingo, la semana con varios nombres, volverá a ser Santa, habrán culminado las criollas, la vuelta ciclista y el turismo y la ciudad volverá a poblarse de gente. Es el Domingo de Resurrección, es el día en que Jesucristo resucita después de la crucifixión.
Católicos o no, se saludarán con un ¡Felices Pascuas! y todo volverá a la normalidad…o no, vaya uno a saberlo.













