Por José Luis Rondán.-
La República Oriental del Uruguay, más allá del nombre que los hombres le han impuesto a esta tierra para identificarla política y administrativamente, al igual que se ha hecho con todos los países del mundo, conforma una misteriosa planicie emergida de las turbulentas aguas oceánicas hace milenios, en los albores del planeta, habiendo recopilado en su seno, la historia de un mundo cambiante, pletórico de misterios a develar, a intuir, a pensar…más allá de la existencia o no del del homo sapiens, el cual en no pocos casos, ha destruido, degradado y depreciado, más de lo que ha investigado, estudiado, o preservado; atesorando y disponiendo en sus entrañas para uso de los seres humanos, una cantidad importante de canales energéticos que recorren como si de autopistas se tratara, la rugosa piel de toda nuestra América del Sur, trepando a las montañas o sumergiéndose en los abismos oceánicos, a la vez que nos invita, a los peregrinos que a diario calzamos las sandalias de las búsquedas, a transitarlas para ser uno en ellas.
Si el buscador inicia sus pasos iniciáticos en la mítica ciudad de Heliópolis, más comúnmente llamada Piriápolis, en honor a su constructor, el alquimista y masón, don Francisco Piria, ciudad de la que ya hemos hablado en infinidad de oportunidades en ocasión de la realización de los diferentes rituales con los Hermanos del Circulo Sagrado, y que se sitúa a orillas del Océano Atlántico, entre los cerros San Antonio y el Pan de Azúcar, hallará a pocos kilómetros, transitando la ruta panorámica 12, un sitio a la vez que hermoso por designio de la propia madre Naturaleza, sumamente energético y mítico, el denominado Valle del Hilo de la Vida.
La ruta, después de este punto, llevará al caminante de las búsquedas interiores a pasar por la ciudad de Minas, y más allá por la estancia La Aurora y cruzando el río Uruguay ya en territorio argentino, al Uritorco o cerro Macho, en Córdoba, (ver artículos publicados por este medio respecto a este sitio), tierra de los indígenas Come Chingones, y recobrando energías y deseos, deberá el viajero, sublimar su espíritu en el Inti Wantana o amarradero del Sol en el Perú.
Pero ese es un periplo muy extenso y seguramente agotador, el cual cada uno, tal cual lo he realizado yo, lo hará en su momento y de acuerdo a sus propios tiempos, por lo que por ahora, me quedaré en el departamento de Lavalleja, en Uruguay, para hablar del Valle Hilo de la Vida.
Este valle se ubica a poco más de tres kilómetros de la ciudad de Minas, capital departamental, y a 70 de Piriápolis y 75 de Punta del Este, pudiendo acercarse a él a través de carreteras de inmejorables condiciones de circulación, y al llegar a la entrada donde un cartel anuncia el paraje, deberá ingresar a una sinuosa vereda de tierra flanqueada por el apretado follaje de especies nativas y majestuosos cerros, la cual después de unos 5 kilómetros le permitirá acceder al sitio anhelado.
La magia de este lugar se desprende de los picos de energía que allí afloran y que lo convierte en un sitio ideal para la meditación, para el auto encuentro o para simplemente hacerse uno con el silencio tan necesario en estos días de persistente y fastidioso bullicio.
El cerro experimenta una conformación cóncava de cara al poniente y allí, en su falda, se erigen una gran cantidad de petro construcciones realizadas por hombres cuya identidad se ha perdido en la oscuridad de los tiempos, pero que de todas maneras nos permite hoy día contemplar la magia de estas viejas construcciones que me recuerdan a las mastabas egipcias (antecesoras de las pirámides) y las cuales, cada uno desde su óptica, le asigna de acuerdo a su criterio, creencia, sensaciones o imaginación, un fin determinado respecto a su existencia en el lugar.
¿Puntos de energía, lugares de meditación, túmulos religiosos, antenas…?
Tal vez algún día lo sepamos, aunque es dable comentar que este tipo de construcciones han sido halladas en diferentes partes de nuestro país y de algunos otros países, inclusive fuera del continente americano…
Nuestro guía después de darnos una muy detallada y amena charla respecto al lugar, historia, mística, leyendas y energías telúricas, la cual fungió de llave para acceder a los portales que persistentes, no se abren a cualquiera, nos llevó a pesar de la copiosa lluvia, a recorrer el camino hacia los montículos pétreos, la vertiente que da nombre al lugar y el cerro de piedras de cuarzo, donde el fluir de las energías casi llegan al tope.
Realizamos mediciones de energía y acompañamos la detenida observación del entorno agreste y gris de esa mañana de domingo mientras el frío calaba los huesos.
El grupo algo bullicioso por la presencia de varios niños en él, siguió adelante cargando con sus interrogantes e inquietudes, y tras el cómplice gesto del guía, quien se alejó del lugar con toda la gente que se había convocado para el paseo. -Te dejo para que hagas lo tuyo. Expresó en voz baja, me quedé en el sitio junto a Pilar (mi testigo de la vida) y La Tesonera, mi espada rituálica, donde bajo la pertinaz llovizna, el frío viento y la ropa no muy adecuada para el clima reinante, busqué en las energías de las piedras de cuarzo, quienes de eso saben, y mucho; abrí canales para que el metal de La Tezonera absorbiera esa fuerza que aunque invisible, remueve, sacude y regenera en quien consciente o inconscientemente se dispone para recibirla y procuré en el profundo silencio del lugar, sumergirme a través de un muy viejo ritual druídico, en el alma misma de las piedras, que aunque en apariencia mudas, quietas y gélidas, se abrieron para contarme de ellas allí, y del sendero que las recorre.
Agradecí a la madre tierra por haberme permitido transitar por sus entrañas al tiempo que amorosamente me regalaba con su dulce y sagrada agua del Hilo de la Vida, prometiéndole volver en poco tiempo para reanudar nuestra charla.
Promediando las seis de la tarde, bastante mojados y con frío, emprendimos el retorno, aunque sabíamos que en nuestro espíritu, la flama que acabábamos de encender junto a las rocas de ancestral sabiduría y a las aguas de la renovación constante, pronto aportaría el calor necesario para la recuperación térmica.
Cuando una piedra habla, el hombre debe hacer silencio y aprender.
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