A raíz de la noticia publicada por ICN el día 1 de junio, y que tiene como protagonista a la subsecretaria de Educación de Chile, Valentina Quiroga, quien a propósito del paro docente en aquel país declaró “como Gobierno lamentamos y rechazamos el paro indefinido de las y los docentes”. Es que surge la necesidad de reflexionar sobre el uso y desde mi perspectiva, abuso, de la diferenciación en términos de género gramatical, obviando el uso reglado del genérico masculino.
El cometido de las políticas de género es transformar los mecanismos lingüísticos para facilitar la visibilidad femenina en la sociedad, evitando el sexismo lingüístico. Ahora bien, el precio de ello es forzar cambios en la lengua para transformar sus estructuras gramaticales, sin que sea un uso generalizado por parte de los hispanohablantes. Para ello, las guías de lenguaje no sexista contienen recomendaciones que contravienen no solo normas de la Real Academia Española y la Asociación de Academias, sino también de varias gramáticas normativas, así como de numerosas guías de estilo elaboradas en los últimos años por muy diversos medios de comunicación. Desde la lingüística se nos enseña cómo la lengua cambia, se adapta, se acomoda a situaciones nuevas siempre dentro de un orden natural, respetando el uso de los hablantes y moviendo lentamente sus engranajes. Por su propia naturaleza, las lenguas huyen de imposiciones, tanto académicas como políticas, y evolucionan casi siempre en función de las necesidades comunicativas de los hablantes. En el caso de la RAE su normativa se articula en base a dichas necesidades
Desde hace un tiempo que hemos venido escuchando a líderes políticos ejerciendo una manipulación arbitraria de nuestra lengua. En América del Sur no es la primera vez que ocurre esto. En Argentina la presidente Cristina Fernández de Kirchner, en sus discursos es habitual que haga uso del “todos y todas” sin embargo, nada tiene que decir del uso que hace del apellido de su difunto marido adjuntado como apéndice al suyo, con un “de” marcando claramente el sentido subordinado de pertenencia. Cabe preguntarse si esto, la presidente argentina, no lo considera una práctica machista y patriarcal. Por otra parte en Uruguay su presidente Tabaré Vázquez, se ha referido a su ciudadanía como “uruguayas y uruguayos”.
Incluso en Venezuela un artículo de su Constitución discrimina entre “venezolanas y venezolanos”.
Desde el otro lado del Atlántico, en España, se ha hecho uso de “miembros y miembras” por parte de la exministra de Igualdad, Bibiana Aído. Dichos ejemplos han llevado al extremo lo políticamente correcto en el uso del lenguaje.
Como parte de un mundo donde todavía se lapidan mujeres por adulterio, y persiste en algunas regiones la ablación genital. Y sin llegar a tales extremos, la inequidad en las retribuciones salariales a igual labor por parte de hombres y mujeres, y donde aún la labor del ama de casa está exenta de retribución salarial por considerarla “natural” o en concordancia con lo femenino, por citar algunos ejemplos, es que con beneplácito sean vistas las políticas de género. Pero ello, no significa que el desear y trabajar por una sociedad más justa en oportunidades para todos sus integrantes, se impongan políticas arbitrarias desde una nueva gramática, cuando no surge de una necesidad comunicacional de los hablantes.
A veces en nombre de un bien común se pueden cometer atrocidades. Cabe preguntarse dónde están los límites entre norma y uso del lenguaje, entre gramática y pragmática. Estas políticas normativas separan el lenguaje oficial del real. Es por ello que la Real Academia Española (RAE), atiende estas cuestiones en un informe “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” elaborado por el académico Ignacio Bosque. El informe fue aprobado en forma unánime por los académicos, entre los que figuran Luis Goytisolo y Arturo Pérez-Reverte.
“El uso genérico del masculino para designar a los dos sexos está muy asentado en el sistema gramatical” español y no tiene sentido “forzar las estructuras lingüísticas” nos dice Bosque; así como advierte “no deja de resultar inquietante que desde dependencias oficiales se sugiera la conveniencia de extender -y es de suponer que de enseñar- un conjunto de variantes lingüísticas que anulan distinciones sintácticas y léxicas conocidas”. Dichas reformas serían solo de uso “oficial” ya que entiende el académico que fuera de los discursos públicos, alejados de micrófonos y cámaras, los hablantes se expresarían “como todo el mundo”.
Por tanto es hasta inocente creer que tales cambios se puedan sostener en el tiempo y que no sean más que actos “para la tribuna”, de la mano de nuestros representantes “progresistas”. La duda emerge al ver que además sean acompañadas dichas políticas de actitudes arcaicas, como el caso anteriormente mencionado, de la presidente Cristina Fernández de Kirchner.
Al fin y al cabo, la subsecretaria de Educación chilena, no es más que una muestra del populismo y abuso de artificios rupturistas del lenguaje, desde el poder.
Daniela Arismendes
Editora de Cultura ICN Diario.-
Excelentes presiciones desde tu especialida y por ende cuidado de la lengua. Ni que decir de la contradicción reiterada en la que incurre Cristina Fernández al alinearse con el machismo enfatizando su “de Kirchner” y al mismo tiempo “usar” el “todos y todas”.
Los populistas exageran todo y llegan a límites también en todo hasta en el uso indebido de los géneros para presuntamente ser equitativos
Estos personajes politicos ya van a querer reivindicar que la palabra “dentista” sea para las mujeres y “dentisto” para los hombres. mejor que las autoridades se preocupen de proteger a las víctimas de la violencia de género y se dejen de tanto intento de diferenciar
Totalmente de acuerdo. Fíjense que siempre son los gobiernos que se dicen “progresistas”, los que utilizan estas anomalías idiomáticas.
Comments are closed.