Unos están embarcados en guerras declaradas y otros han seguido el camino de la conflagración interna; unos enfrentan ejército contra ejército y otros lo hacen desde el anonimato que provee el accionar terrorista.
Desde Ucrania y Rusia hasta Siria y el auto denominado Estado Islámico, donde entran a tallar americanos, ingleses, franceses, turcos, etc.; desde Israel y los palestinos hasta las maras de Centro América o las recientes matanzas de estudiantes en México.
Un estudio realizado al respecto, indica que el 15% de la población está enfrentada y lo peor que en todas estás conflagraciones el 80% de las bajas son de civiles que quedan en medio, sobre todo niños y mujeres.
En los bombardeos caen escuelas y hospitales, campos de refugiados y centros civiles, pero no se escucha mucho hablar de la destrucción de cuarteles o maquinaria bélica. El asunto es tirar para decir presente en la batalla y cuando muere alguien que estaba en el sitio equivocado, se le asigna al error, el de daño colateral, o errores previsibles.
Esto que escribimos es consabido por casi todos, puesto que en forma permanente las noticias se meten puerta adentro en nuestras casas y nos muestran con crudeza sanguinarios enfrentamientos, muertes crueles, desolación, hambrunas, degollamientos o asedios.
Si bien estamos algo lejos de todas las situaciones a las que he hecho referencia, ya sea por distancias, por cultura, por intereses, religión, etc. en la aldea global, nada de lo que en ella ocurre nos debe ser ajeno y por ello es que hago mención a dichas situaciones, aunque nosotros no estamos exentos de enajenados, de descerebrados y mediocres, que si bien no actúan de momento, es importante saber que están allí, cobijados por las sombras que provocan la ignorancia, el desinterés, la falta de atención y el pensamiento pequeño que nos hace creer que a nosotros no nos va a ocurrir tal o cual cosa; que acá determinadas cosas no pueden pasar.
Hoy por hoy en Uruguay se está desarrollando una intensa campaña previa a las elecciones electorales a llevarse a cabo el último domingo de Octubre. Los diferentes candidatos trasiegan el país de un extremo al otro, recorren cientos de kilómetros difundiendo ideas, juntando gente, peleando el voto. Muchas veces coinciden en algún hotel e intercambian bromas, o simplemente se funden en un abrazo, cuando no se visitan en sus respectivas bases partidarias.
Es el nuestro, a pesar de los problemas que como sociedad nos preocupan, un país de paz, de tolerancia, de diálogo.
Podemos apreciar en las diferentes esquinas el armado de las mesas con las listas de los más variados partidos políticos y no pocas veces, a quienes deben atenderlas, conversando juntos, compartiendo un mate, charlando de fútbol.
No entra en mi cabeza hoy día, ver a un candidato de la izquierda o de la derecha esgrimiendo un artefacto explosivo para liquidar a su opositor. No puedo en esta época, admitir en mi corazón que grupos de uno u otro bando puedan enfrentarse en la calle hasta matarse en nombre de tal o cual Partido o candidato.
No digo con esto que no los haya habido en otras épocas, seguramente las condiciones para un enfrentamiento de esta naturaleza no están dadas al día de hoy, o con certeza hemos evolucionado como sociedad de la mano de nuestros líderes, quienes como expresara, cada vez que se cruzan dan muestras de amabilidad, tolerancia y educación cívica.
Pero claro está que siempre habrá alguien que desde su óptica de miope, el vecino que piensa diferente, es el enemigo; siempre habrá algún imbécil escondido a la sombra de alguna bandera partidaria, aguardando para generar la distorsión, el enfrentamiento, porque para él, las urnas seguramente son un trámite fútil, que sólo genera gastos a las arcas del Estado y permite acomodos. Un mero trámite que bien se podría obviar.
Esos son los ciudadanos que más se parecen a muchos hombres provenientes de alguno de esos bandos macabros que en regiones lejanas se dedican a dar muerte a inocentes, a degollar infieles ante las cámaras de la televisión, a bombardear escuelas u hospitales, etc. Con ellos es que estos individuos más simpatizarían para el caso que hubieran nacido por allá y no acá, en este país de manos extendidas y palabras amables, cuna de inmigrantes y cobijo de refugiados.
A veces me gusta sobrevolar los sitios sociales, tan solo para percibir el clima que la gente va generando entorno a un asunto tan importante como trascendental para el país, como lo es una Elección Nacional, y me sorprendo al ver a tanta gente hipnotizada por los slogans, por las cancioncitas pegadizas y cuasi vacías; por las banderas al viento, por las manos alzadas, y tanto es así, que se van metiendo en el tema de una manera tan profunda que casi sorpresivamente, gente que uno creía seria, centrada, culta, se muestra tal cual es, y se las ve vociferando improperios, insultando, dando consejos destemplados y erigiéndose en una especie de ídolos raros, amorfos; líderes de espuma que si bien alguna vez soñaron con ser guías, conductores de hombres, jamás lograron guiarse ni siquiera a ellos mismos o a su perro.
Así las cosas, los días pasan y a la vuelta de la esquina está el importante evento donde unos y otros, hoy contrincantes en la gesta electoral, una vez finalizada la misma, deberán sentarse lado a lado en el Parlamento, deberán reunirse en torno a una mesa para planificar proyectos, para zanjar diferencias, para buscar acuerdos sabiéndose hijos de una misma tierra, sitio sagrado si los hay, donde no debemos permitirnos la licencia irresponsable de la violencia.
Para los hombres justos, sea cual sea su idea bienvenida la contienda y buena votación, y para los decrépitos morales, el mensaje es que si bien el sistema provee de un espacio para ellos, aun en su letrina de mediocridad, sepan que los hombres de bien los estamos vigilando.
José Luis Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
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