Nadie puede estar ajeno a los profundos cambios que se han producido en la sociedad chilena en las últimas décadas. Se ha pasado de ser una sociedad con escasa capacidad de reacción y más bien expectante a los cambios producidos por los avatares de la economía y los mercados, a una sociedad que se empodera y que por diversas vías canaliza sus inquietudes en aras de la defensa de sus derechos como ciudadanos.
Este nuevo marco social requiere una respuesta clara del mundo político. Una respuesta de acuerdo a los nuevos tiempos y donde la capacidad de escuchar a los ciudadanos se transforme en una necesidad imperiosa, y no es un simple instrumento electoral, y quien no tenga la capacidad de adaptación a esta nueva realidad está destinado al fracaso y al olvido. Se requiere por tanto una actitud proactiva por parte de las autoridades políticas, más aun cuando la velocidad de los movimientos ciudadanos se mueven vertiginosamente en busca de un Chile más justo y solidario.
Es precisamente en este marco de justicia y solidaridad, donde el concepto de igualdad social se alza como un imperativo moral. Chile no puede seguir soportando la segregación que se da en todas los niveles los niveles de la estructura social. Nuestras sociedades se encuentran claramente segmentada de acuerdo a los niveles de ingresos de las familias, produciéndose círculos vicios de marginalidad y vulnerabilidad, y donde el lugar de nacimiento marca claramente los destinos de millones de chilenos.
Si se nace en un barrio de ingresos económicos altos se desencadenan una serie de consecuencias para quien han contado con esa suerte, donde colegios de pago, redes de contactos y familiares son en la mayoría de los casos claves esenciales del éxito.
Si no contamos con tanta suerte, y se nace en un sector de ingresos medios por la vía del esfuerzo de las familias podremos aspirar a una educación de calidad, redes de contactos más reducidos, y luego de años de duro trabajo aspirar a la educación superior, con el objetivo de mejorar la calidad de vida.
Sin embargo si la persona nace en situación de pobreza la educación pública es la opción a seguir, donde las escasas o nulas redes de contacto y desestructuración de las familias, son los ingredientes de un “cóctel” de marginalidad de donde muy pocos pueden escapar.
Entiendo que es por tanto, la educación, un elemento central en el combate contra la segregación y la desigualdad social, donde la gratuidad y la calidad aseguran que todos los Chilenos pueden competir en igualdad de condiciones, o al menos contar con las herramientas básicas que les permitan salir de estos círculos vicios de marginalidad.
Tenemos la esperanza de crear un Chile más justo, donde el lugar de nacimiento no marque el destino los nuestros hijos, por lo cual debemos aspirar a que las nuevas generaciones puedan percibir la segregación y discriminación como anacronismo de un pasado oscuro y triste. Chile cambia, se avecinan nuevos tiempos, y no hay marcha atrás.
Ana María Jara Zapata
Maestra infantil con diversos estudios posgrados en educación en Chile y Europa. Cuenta con una importante trayectoria en el sector privado y público colaborando con diversas instituciones en relación a temas de políticas de inserción social desarrollo humano, pobreza exclusión y vulnerabilidad.