
En 1991, la empresa argentina de navegación Tamul S.A. (ex El Faro), propietaria de uno de los dos vapores de la carrera en actividad, inició las gestiones para incorporar un nuevo ferry–boat en la línea Buenos Aires–Colonia, amparándose en los acuerdos de reciprocidad vigentes entre Argentina y Uruguay. Buquebus y Ferrylíneas tenían embarcaciones que prestaban servicio desde Montevideo y Colonia a Buenos Aires. Las de bandera uruguaya eran mayoría.
En Uruguay, Viernol S.A. ubicada en la calle Colonia 1171 bis en Montevideo, era desde 1982, la compañía representante de Tamul y administraba en territorio uruguayo el vapor de la carrera, Ciudad de Mar del Plata II y luego de ferry Princess (de bandera argentina), que uniría los puertos de Colonia y Buenos Aires.
Las autoridades de ambos países concedieron a Tamul el usufructo de una línea entre Buenos Aires y Colonia, a cumplirse con un ferry de tecnología avanzada que enarbolaría el pabellón argentino. Se trataba del Princess, recién comprado en astilleros suecos. No era un buque nuevo, pero los adelantos técnicos que se le habían incorporado acortarían significativamente el tiempo de travesía. Para su traslado desde Suecia, Tamul envió una dotación completa de calificados tripulantes.
Mientras el Princess navegaba hacia el Río de la Plata, la empresa propietaria comenzó a publicitar su arribo y a vender pasajes para la inminente temporada de verano 1991–92.
Las extrañas acciones para impedir que el ferry Princess entrara a competir en la línea Buenos Aires – Colonia
Fue entonces cuando la prensa argentina comenzó a difundir falsas versiones en una maniobra de desprestigio perfectamente montada: “El ferry Princess no existe”, “Venden pasajes para un ferry fantasma”, “Habría cientos de damnificados con la venta de pasajes para un barco ‘trucho’”, eran algunos titulares. Quienes habían comprado pasajes llegaban a las oficinas de Tamul en Buenos Aires a reclamar la devolución de su dinero; se les mostraban las autorizaciones otorgadas por el Estado para el nuevo ferry y las facturas de compra de éste, pero la gente dudaba.
El Princess llegó a Buenos Aires y los difamadores tuvieron que llamarse a silencio. Pero Buquebus presentó entonces un recurso de amparo en un juzgado. Alegaba que la línea se encontraba saturada de barcos y que no había horas libres para que el Princess atracara en Colonia. Aunque más tarde se demostraría la inexactitud de este argumento, el juez argentino decretó la medida de “no innovar”.
Con pasajes vendidos para todo el mes de enero y la resolución judicial en la mano, Tamul intentó apelar, pero no tuvo éxito. Apremiada por la inminencia de la fecha de salida, negoció con Buquebus un desastroso acuerdo privado, por el cual aceptaba desistir indefinidamente de su intención de tener ferrys en la línea a Colonia a cambio de la posibilidad de atracar en el lado exterior del muelle sur de ese puerto —un lugar sin reparo alguno— durante el mes de enero de 1992. Si el Princess llegara a atracar en el lado interior del muelle sur o de ultramar, Tamul tendría un nuevo juicio en su contra. El salón de pasajeros quedaba para uso exclusivo de Buquebus; los clientes de Tamul debían esperar a la intemperie. Y a partir del 1º de febrero de 1991, el Princess debía atracar en el puerto de Juan Lacaze. Éste es un lugar encantador, aunque sin la infraestructura adecuada; pero lo más importante era que, como la ruta fluvial no estaba canalizada ni señalizada, ello iba a prolongar la travesía en casi cinco horas.
En tiempo récord debía construirse, en el exterior del muelle sur del puerto de Colonia, una rampa de hierro para el ascenso y descenso de los vehículos. El día del primer viaje, como la rampa aún no estaba pronta, la empresa decidió sustituir al Princess por el vapor de la carrera Ciudad de Mar del Plata ii, que tenía su propia rampa levadiza para autos. Cuando éste apareció en el horizonte, numerosos empleados de Buquebus aguardaban en el muelle para verificar el cumplimiento del contrato. Pero el vapor no tenía lugar suficiente para atracar, ya que resultaba demasiado largo para el espacio que dejaba libre una vieja embarcación hundida, cuyos hierros retorcidos asomaban sobre la superficie. Además, la bajante no iba a permitir que la rampa llegara hasta el muelle para que descendieran los vehículos.
El tiempo corría y los pasajeros comenzaban a impacientarse. Las autoridades portuarias de Colonia ordenaron entonces al capitán del Ciudad de Mar del Plata ii que atracara en el muelle del lado interior, donde había rampa para el descenso de automóviles. “El muelle es del Estado uruguayo. Existe un problema privado entre dos empresas y los pasajeros no tienen la culpa; por eso se ordenó al buque atracar en un lugar de fácil acceso”, manifestó un alto funcionario del puerto. En los días siguientes también autorizarían, en caso de mal tiempo, el atraque en el lado interior, protegido de vientos y temporales.
Los escribanos de Buquebus comenzaron a labrar entonces la primera de las muchas actas que vendrían con el correr de los días. Este fue el principio del fin de Tamul, una de las empresas del vapor de la carrera.
El traslado al puerto de Juan Lacaze
Finalmente, el ferry Princess debió trasladar sus operaciones al puerto de Juan Lacaze en Colonia y si bien eran enormes las dificultades locativas, la llegada a este nuevo destino fue recibida con enorme satisfacción por las fuerzas vivas de la ciudad.
Para la inauguración de la línea, llegaron a Juan Lacaze directivos argentinos de Tamul S.A. el presidente José Mazzeti y el director general Jorge Delgado y por Viernol S.A. de Uruguay, Raúl Vallarino, quienes recibieron a las altas autoridades nacionales y departamentales invitadas al evento.
Allí estuvieron, el entonces ministro de Turismo, José Villar, el presidente de la Administración Nacional de Puertos (ANP) Eduardo Álvarez Mazza, Juan Carlos Raffo, luego ministro de Transporte y Obras Públicas, el Capitán Ulises Walter Pérez, director de Transporte Marítimo y Fluvial del MTOP, entre otros altos funcionarios del Estado.
El triste final de Tamul y Viernol
Pero la historia del ferry Princess se cerró, lamentablemente, en diciembre del año 1994, cuando las empresas Tamul S.A. de Argentina y Viernol S.A. de Uruguay, no pudieron soportar los embates de Buquebus para quitar del medio a una empresa naviera rival.
El Princess, terminó sus días expropiado y convertido en barco-casino en la Dársena Sur del Puerto de Buenos Aires