Historias de la navegación entre Argentina y Uruguay: el triste final del ferry Princess

La historia del ferry Princess se cerró, lamentablemente, en diciembre del año 1994, cuando las empresas Tamul S.A. de Argentina y Viernol S.A. de Uruguay, no pudieron soportar los embates de Buquebus para quitar del medio a una empresa naviera rival

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Las extrañas acciones para impedir que el ferry Princess entrara a competir en la línea Buenos Aires - Colonia

En 1991, la em­pre­sa ar­gen­ti­na de na­ve­ga­ción Ta­mul S.A.  (ex El Faro), pro­pie­ta­ria de uno de los dos va­po­res de la ca­rre­ra en ac­ti­vi­dad, ini­ció las ges­tio­nes pa­ra in­cor­po­rar un nue­vo ferry­–boat en la lí­nea Bue­nos Ai­res­–Co­lo­nia, am­pa­rán­do­se en los acuer­dos de re­ci­pro­ci­dad vi­gen­tes en­tre Ar­gen­ti­na y Uru­guay. Bu­que­bus y Ferry­lí­neas te­nían em­bar­ca­cio­nes que pres­ta­ban ser­vi­cio des­de Mon­te­vi­deo y Co­lo­nia a Bue­nos Ai­res. Las de ban­de­ra uru­gua­ya eran ma­yo­ría.

En Uruguay, Viernol S.A. ubicada en la calle Colonia 1171 bis en Montevideo, era desde 1982, la compañía representante de Tamul y administraba en territorio uruguayo el vapor de la carrera, Ciudad de Mar del Plata II y luego de ferry Princess (de bandera argentina), que uniría los puertos de Colonia y Buenos Aires.

Las au­to­ri­da­des de am­bos paí­ses con­ce­die­ron a Ta­mul el usu­fruc­to de una lí­nea en­tre Bue­nos Ai­res y Co­lo­nia, a cum­plir­se con un ferry de tec­no­lo­gía avan­za­da que enar­bo­la­ría el pa­be­llón ar­gen­ti­no. Se tra­ta­ba del Prin­cess, re­cién com­pra­do en as­ti­lle­ros sue­cos. No era un bu­que nue­vo, pe­ro los ade­lan­tos téc­ni­cos que se le ha­bían in­cor­po­ra­do acor­ta­rían sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te el tiem­po de tra­ve­sía. Pa­ra su tras­la­do des­de Sue­cia, Ta­mul en­vió una do­ta­ción com­ple­ta de ca­li­fi­ca­dos tri­pu­lan­tes.

Mien­tras el Prin­cess na­ve­ga­ba ha­cia el Río de la Pla­ta, la em­pre­sa pro­pie­ta­ria co­men­zó a pu­bli­ci­tar su arri­bo y a ven­der pa­sa­jes pa­ra la in­mi­nen­te tem­po­ra­da de ve­ra­no 1991–92.

Las extrañas acciones para impedir que el ferry Princess entrara a competir en la línea Buenos Aires – Colonia

Fue en­ton­ces cuan­do la pren­sa ar­gen­ti­na co­men­zó a di­fun­dir falsas ver­sio­nes en una maniobra de desprestigio perfectamente montada: “El ferry Prin­cess no exis­te”, “Ven­den pa­sa­jes pa­ra un ferry fan­tas­ma”, “Ha­bría cien­tos de dam­ni­fi­ca­dos con la ven­ta de pa­sa­jes pa­ra un bar­co ‘tru­cho’”, eran al­gu­nos ti­tu­la­res. Quie­nes ha­bían com­pra­do pa­sa­jes lle­ga­ban a las ofi­ci­nas de Ta­mul en Buenos Aires a re­cla­mar la de­vo­lu­ción de su di­ne­ro; se les mos­tra­ban las au­to­ri­za­cio­nes otor­ga­das por el Es­ta­do pa­ra el nue­vo ferry y las fac­tu­ras de com­pra de és­te, pe­ro la gen­te du­da­ba.

El Prin­cess lle­gó a Bue­nos Ai­res y los di­fa­ma­do­res tu­vie­ron que lla­mar­se a si­len­cio. Pe­ro Bu­que­bus pre­sen­tó en­ton­ces un re­cur­so de am­pa­ro en un juz­ga­do. Ale­ga­ba que la lí­nea se en­con­tra­ba sa­tu­ra­da de bar­cos y que no ha­bía ho­ras li­bres pa­ra que el Prin­cess atra­ca­ra en Co­lo­nia. Aun­que más tar­de se de­mos­tra­ría la ine­xac­ti­tud de es­te ar­gu­men­to, el juez argentino de­cre­tó la me­di­da de “no in­no­var”.

Con pa­sa­jes ven­di­dos pa­ra to­do el mes de ene­ro y la re­so­lu­ción ju­di­cial en la ma­no, Ta­mul in­ten­tó ape­lar, pe­ro no tu­vo éxi­to. Apre­mia­da por la in­mi­nen­cia de la fe­cha de sa­li­da, ne­go­ció con Bu­que­bus un de­sas­tro­so acuer­do pri­va­do, por el cual acep­ta­ba de­sis­tir in­de­fi­ni­da­men­te de su in­ten­ción de te­ner ferrys en la lí­nea a Co­lo­nia a cam­bio de la po­si­bi­li­dad de atra­car en el la­do ex­te­rior del mue­lle sur de ese puer­to —un lu­gar sin re­pa­ro al­gu­no— du­ran­te el mes de ene­ro de 1992. Si el Prin­cess lle­ga­ra a atra­car en el la­do in­te­rior del mue­lle sur o de ul­tra­mar, Ta­mul ten­dría un nue­vo jui­cio en su con­tra. El sa­lón de pa­sa­je­ros que­da­ba pa­ra uso ex­clu­si­vo de Bu­que­bus; los clien­tes de Ta­mul de­bían es­pe­rar a la in­tem­pe­rie. Y a par­tir del 1º de fe­bre­ro de 1991, el Prin­cess de­bía atra­car en el puer­to de Juan La­ca­ze. És­te es un lu­gar en­can­ta­dor, aun­que sin la in­fraes­truc­tu­ra ade­cua­da; pe­ro lo más im­por­tan­te era que, co­mo la ru­ta flu­vial no es­ta­ba ca­na­li­za­da ni se­ña­li­za­da, ello iba a pro­lon­gar la tra­ve­sía en ca­si cin­co ho­ras.

En tiem­po ré­cord de­bía cons­truir­se, en el ex­te­rior del mue­lle sur del puer­to de Co­lo­nia, una ram­pa de hie­rro pa­ra el as­cen­so y des­cen­so de los ve­hí­cu­los. El día del pri­mer via­je, co­mo la ram­pa aún no es­ta­ba pron­ta, la em­pre­sa de­ci­dió sus­ti­tuir al Prin­cess por el va­por de la ca­rre­ra Ciu­dad de Mar del Pla­ta ii, que te­nía su pro­pia ram­pa le­va­di­za pa­ra au­tos. Cuan­do és­te apa­re­ció en el ho­ri­zon­te, nu­me­ro­sos em­plea­dos de Bu­que­bus aguar­da­ban en el mue­lle pa­ra ve­ri­fi­car el cum­pli­mien­to del con­tra­to. Pe­ro el va­por no te­nía lu­gar su­fi­cien­te pa­ra atra­car, ya que re­sul­ta­ba de­ma­sia­do lar­go pa­ra el es­pa­cio que de­ja­ba li­bre una vie­ja em­bar­ca­ción hun­di­da, cu­yos hie­rros re­tor­ci­dos aso­maban so­bre la su­per­fi­cie. Ade­más, la ba­jan­te no iba a per­mi­tir que la ram­pa lle­ga­ra has­ta el mue­lle pa­ra que des­cen­die­ran los ve­hí­cu­los.

El tiem­po co­rría y los pa­sa­je­ros co­men­za­ban a im­pa­cien­tar­se. Las au­to­ri­da­des por­tua­rias de Co­lo­nia or­de­na­ron en­ton­ces al ca­pi­tán del Ciu­dad de Mar del Pla­ta ii que atra­ca­ra en el mue­lle del la­do in­te­rior, don­de ha­bía ram­pa pa­ra el des­cen­so de au­to­mó­vi­les. “El mue­lle es del Es­ta­do uru­gua­yo. Exis­te un pro­ble­ma pri­va­do en­tre dos em­pre­sas y los pa­sa­je­ros no tie­nen la cul­pa; por eso se or­de­nó al bu­que atra­car en un lu­gar de fá­cil ac­ce­so”, ma­ni­fes­tó un al­to fun­cio­na­rio del puer­to. En los días si­guien­tes tam­bién au­to­ri­za­rían, en ca­so de mal tiem­po, el atra­que en el la­do in­te­rior, pro­te­gi­do de vien­tos y tem­po­ra­les.

Los es­cri­ba­nos de Bu­que­bus co­men­za­ron a la­brar en­ton­ces la pri­me­ra de las mu­chas ac­tas que ven­drían con el co­rrer de los días. Es­te fue el prin­ci­pio del fin de Ta­mul, una de las em­pre­sas del va­por de la ca­rre­ra.

El traslado al puerto de Juan Lacaze

Finalmente, el ferry Princess debió trasladar sus operaciones al puerto de Juan Lacaze en Colonia y si bien eran enormes las dificultades locativas, la llegada a este nuevo destino fue recibida con enorme satisfacción por las fuerzas vivas de la ciudad.

Para la inauguración de la línea, llegaron a Juan Lacaze directivos argentinos de Tamul S.A. el presidente José Mazzeti y el director general Jorge Delgado y por Viernol S.A. de Uruguay, Raúl Vallarino, quienes recibieron a las altas autoridades nacionales y departamentales invitadas al evento.

Allí estuvieron, el entonces ministro de Turismo, José Villar, el presidente de la Administración Nacional de Puertos (ANP) Eduardo Álvarez Mazza, Juan Carlos Raffo, luego ministro de Transporte y Obras Públicas, el Capitán Ulises Walter Pérez, director de Transporte Marítimo y Fluvial del MTOP, entre otros altos funcionarios del Estado.

El triste final de Tamul y Viernol

Pero la historia del ferry Princess se cerró, lamentablemente, en diciembre del año 1994, cuando las empresas Tamul S.A. de Argentina y Viernol S.A. de Uruguay, no pudieron soportar los embates de Buquebus para quitar del medio a una empresa naviera rival.

El Princess, terminó sus días expropiado y convertido en barco-casino en la Dársena Sur del Puerto de Buenos Aires