El Príncipe Felipe desapareció en Montevideo – Cuento

El 19 de marzo de 1987 a bordo del Velero Escuela español ‘Juan Sebastián Elcano’ en viaje de instrucción, arribó a Montevideo con el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón en su calidad de Oficial de marina con el grado de Guardiamarina y 19 años.

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Por: Luis Jaunsolo

En toda travesía marítima hay vivencias a bordo. En los diferentes puertos visitados en los que se van tejiendo historias, cuentos y anécdotas, tanto por parte de los tripulantes como del personal asignado a la seguridad y protocolo de dichas terminales portuarias.

La ¨voz de la bita[1]¨, como se llama al chismorreo que se transmite rápidamente entre los operarios y autoridades en el puerto de Montevideo, tiene su propia vida y suele ser bastante veraz.

Es común que un integrante de dicha comunidad marítima y portuaria se entere antes en el puerto de su ascenso, cambio de destino o destitución, que en forma oficial por parte de sus superiores.

El 19 de marzo de 1987 a bordo del Velero Escuela español ‘Juan Sebastián Elcano’ en viaje de instrucción, arribó a Montevideo con el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón en su calidad de Oficial de marina con el grado de Guardiamarina y 19 años.

En la lista de los Guardiamarinas que embarcaron en el velero escuela español a lo largo de su historia figura en el año 1958 su padre, quien fuera el rey de España Juan Carlos I.

El velero español, desde su construcción ha navegado a la fecha más de dos millones de millas náuticas por todos los mares del mundo.

Se calculó en esa época en Uruguay, que aproximadamente 50.000 personas visitaron dicha nave.

Felipe integró el LVIII Crucero de Instrucción que zarpo el 10 de enero y arribó el 30 de junio de 1987 a Cádiz visitando: Las Palmas de Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, Río de Janeiro, Buenos Aires, Montevideo, Salvador de Bahía, Santo Domingo y Baltimore.

Abordo fue abanderado durante el acto de jura de bandera de España por parte de emigrantes españoles en Uruguay.

Seguramente, como todo Guardiamarina en el buque escuela soñó con saltar a tierra al arribar a los diferentes puertos, pero sus actividades protocolares aparentemente, se lo impidieron.

El príncipe Felipe conoció en Uruguay, lugares como el Museo Histórico Nacional, el Teatro Solís, el Palacio Legislativo y participó en varios actos oficiales y sociales, como una recepción en la embajada española, una cena de gala en el Club Naval de Carrasco y la visita al Presidente Julio María Sanguinetti en la residencia presidencial oficial de Suarez.

Cuenta la leyenda, que la familia del presidente uruguayo debió tomar medidas con su mascota, ante la visita protocolar del Príncipe, pues el chicho respondía al nombre de ´Felipe¨, tomando medidas de ocultamiento para que el mismo permaneciera lejos de su habitual circulación por la casa, evitando incurrir en una situación incómoda para el ilustre visitante.

¨La bita¨, también contó sobre Felipe la siguiente historia:

Era un sábado a la tarde, filas interminables de público deseosos de visitar el Sebastián Elcano se agolpaban desde el portón Yacaré de acceso al puerto de Montevideo hasta el muelle uno y dos donde se encontraba atracado.

La seguridad casi no daba abasto para el control del área de seguridad del buque de la marina española, delimitada por barreras metálicas y personal que portaba su uniforme de gala en los puntos de acceso, tanto de personas como de vehículos.

En medio de esa vorágine un Mercedes Benz negro perteneciente a la Embajada española, estaciona frente al portalón[2]  del velero escuela español, descendiendo el Príncipe Felipe; al rato el vehículo se retiró del puerto.

Era una tarde de Otoño soleada, en el Centro de Control de la seguridad portuaria de la Armada uruguaya reinaba la calma hasta que se hizo presente el Oficial de enlace español, quien informa desencajado, que el Príncipe Felipe no se encontraba abordo, desconociendo su ubicación sus manos crispadas demostraban su preocupación.

Le fue informado que dicho miembro de la realeza española había abordado el buque hacia poco tiempo, de acuerdo con los registros que se llevaban al respecto, lo cual no fue aceptado por el español y alzando la voz manifestó la falta de control demostrada por los uruguayos al no percatarse de los movimientos del Príncipe fuera del buque.

La noticia fue inmediatamente comunicada a sus superiores por el Jefe del operativo el que fue severamente observado por el descontrol puesto de manifiesto, ordenándosele que agotara los medios para la ubicación del desaparecido.

El tiempo fue pasando lentamente luego de haber recibido tan grave noticia y aproximadamente dos horas después el auto de la Embajada volvió a ingresar al puerto sin pasajeros en su interior.

El Príncipe de Asturias no fue ubicado en el puerto de Montevideo por parte de un grupo especial de la Guardia Portuaria, incluso en la llamada ¨Ciudad Vieja¨ contigua al puerto y fuera de él, se realizaron recorridas sin éxito.

Ya sin saber que hacer, el Jefe de la seguridad naval de Uruguay, a cargo del buque escuela y su distinguido tripulante, es informado por parte de un Marinero a sus órdenes que el Oficial de enlace español venia nuevamente en camino hacia su puesto de Comando.

La cara del español ya no era la misma y una sonrisa burlona se dibujaba en su rostro y simplemente manifestó: — Teniente, su alteza fue ubicado abordo; procediendo a retirarse inmediatamente.

Lo manifestado causo sorpresa y molestia en todo el personal que estuvo a cargo de la búsqueda y el Teniente de Navío a cargo de las acciones, quien además de la preocupación vivida había sido observado no solo por el español, sino también por sus superiores se prometió averiguar qué era lo que realmente había sucedido.

Esa noche interrogó a todo el personal que estuvo apostado en cercanías del portalón del buque, estudio los registros y novedades y una idea lo dejo descansar más tranquilo.

El domingo a primera hora dio la orden de que cuando el auto de la Embajada de España ingresara al puerto, le solicitaran amablemente a su chofer que se acercara a su oficina.

El chofer de la Embajada era uruguayo y no tenía estatus diplomático, hacía mucho tiempo que se desempeñaba en dicha tarea, por lo cual contaba con la confianza suficiente para conducir a diferentes autoridades que visitaban el país a instancias del gobierno español.

El Teniente uruguayo le hizo una sola pregunta, aclarándole que lo que le manifestara iba a quedar entre ellos: —¿Usted trasladó al Príncipe Felipe del puerto sin conocimiento de las autoridades del buque en la tarde de ayer?

El conductor pálido, con voz trémula y manos temblorosas se tomó su tiempo, por su cabeza habrán cruzado varias respuestas, finalmente, como desahogándose luego de cometer un pecado contestó: — Si Señor, ayer trasladé a su Majestad a un acto protocolar, al regresar al buque me pidió que lo esperara, que se cambiaba el uniforme por ropa de civil y pronto regresaba. Así lo hizo, regresó confundiéndose entre la gente que subía y bajaba de visitar el buque.

Cuando llegó al auto, el mismo abrió la pueta trasera procediendo a tirarse en el piso para que no ser visto. Me dio un papel con la dirección en Punta Carretas y hasta allí lo trasladé. Luego de un par de horas lo traje nuevamente oculto hasta el Sebastián Elcano.

Una vez que el chofer se retiró, el Teniente pensó que en la aventura que descubrió, Felipe se habrá sentido más valiente, simpático y español que lo que fue nunca.

Y hasta que, si un beso existió, se llevaría el temblor de ese momento, quizás hoy ya olvidado y de la responsabilidad de sentirse caballero Guardiamarina de la Armada fuera de su Patria, de la que hoy en día es su Rey.

El velero escuela español ha seguido navegando incansablemente y este año pondrá rumbo al Puerto de Montevideo, estimando su arribo el 5 de marzo, contando su tripulación con la Princesa Leonor de Borbón, heredera del trono de España, Guardiamarina en viaje de instrucción y 19 años.

Treinta y ocho años después como dice el tango: ¨la historia vuelve a repetirse¨, pero su desarrollo en Montevideo aún se ignora.

 

 

[1] Es el punto de anclaje para las líneas de amarre que se colocan a fin de asegurar los buques junto a muelles, atracaderos, embarcaderos en puertos. Las bitas de amarre son altamente estables y proporcionan un amarre seguro.

[2] Abertura a manera de puerta, hecha en el costado del buque y que sirve para la entrada y salida de personas y cosas.