La vanidad de los Duluoz, de Jack Kerouac

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Por Marcelo Marchese.-

Un escritor desconocido pega una hoja con otra en lo que serían 33 metros de un rollo que le permitiera, con aquellas máquinas de escribir, no detener su inspiración agregando una hojita por vez.

No hizo sólo eso, pues usó de todos los recursos de la inspiración, y antes de eso, vivió lo suficiente como para no tener que imaginar una trama, que siempre es lo más difícil para un autor.

La novela hablaría de su vida y de sus amigos, la generación beat, y de los viajes delirantes emprendidos de este a este y de oeste a este y luego, al sur maravilloso.

Aquello se leía con una velocidad inédita, pero no halló editor, todos tenían miedo o todos la consideraban un fracaso, pero cuando al fin salió, hizo furor y, no exageramos un ápice si decimos que cambió el mundo, y en especial, nuestra forma de concebir el sexo y la vida.

Esa novela se llamó On the road y por décadas, no podías encontrar un ejemplar que no estuviera todo sobado, pues era un libro que pasaba de manera febril de mano en mano, en tanto chavales de todo el mundo, reunidos en sus habitaciones, leían con entusiasmo y en voz alta aquellas páginas luminosas.

Así como La divina Comedia es Dante, On the road es Kerouac, pero no se puede decir que la más famosa fuera su mejor obra, pues Duluoz sería como On the road pero al revés. No es una historia de viajes por el espacio, sino un viaje por el tiempo, una especie de precuela de On the road, donde nuestro poeta habla de sus inicios hasta que logra triunfar en el mundo de la literatura, un mundo nada fácil y lleno de mezquindades, políticas nefastas, colegas envidiosos, críticos banales y toda una fauna donde debemos ubicar al perro, el mono y el camello.

Cuando uno toma uno de los buenos libros de Kerouac, de sus páginas salen dos manos que lo aferran del cuello y le impiden abandonar la lectura, y la razón de todo esto es la sinceridad del autor y su ternura, pero esa ternura y sinceridad, siguiendo el camino del padre de la poesía, el Dante, emana del misticismo de Jack Kerouac.

Tenemos entonces a un San Francisco pero con lentes de sol que se mete en bares y borracheras, pero nada de eso serán hechos crudos y aislados, ya que este hombre que hoy se encuentra presidiendo la Asamblea de la Literatura junto a su amado Baudelaire, al igual que Baudelaire y el Dante, unía todos aquellos acontecimientos en una trama milagrosa, pues para el místico no hay azar en la Naturaleza, sino un plan divino en el cuál luchan los elementos desde la eternidad y por toda la eternidad.

Kerouac es considerado uno de los grandes por una razón muy sencilla: la musa de la poesía, de nombre Erató, desde su cuna veló por el poeta y le susurró canciones al oído. Erató, viene coronada con rosas y mirto, la planta del amor y la fidelidad, y lleva un dardo de oro, ya que es la contraparte femenina de Eros, y también lleva una antorcha para incendiar el corazón de los hombres.

Eso es, queridos amigos, la poesía, y eso es Jack Kerouac, un hombre que incendia corazones.