Jorge Basur .-
WILSON VUELVE todos los años los 16 de junio y hoy se cumplen 40 años del acontecimiento más importante que marco la política nacional de aquellos años de dictadura cívico militar, ese hecho inédito, fue el regreso al paisito del reconocido, dentro y fuera de fronteras como uno de los principales opositores al gobierno de facto y Líder máximo del Partido Nacional, el ex senador WILSON FERREIRA ALDUNATE.
Wilson volvía desde la República Argentina ese 16 de junio sabiendo que sería detenido y que era improbable que fuera el candidato presidencial del Partido Nacional, como lo pidió todo el nacionalismo, en la convención realizada en el Club Trouville. Ese viaje en el Vapor de la Carrera Ciudad de Mar del plata II, se ha anclado definitivamente en la historia de la política uruguaya.
El 16 de junio de 1984 la dictadura militar llevaba casi 11 años de existencia y faltaban cinco meses para que se desarrollaran las elecciones nacionales que marcaron el retorno a la democracia en el país, luego del triste pacto del Club Naval de los traidores a Wilson.
Wilson había vivido durante todo el período dictatorial exiliado, primero en Buenos Aires donde el 20 de mayo salvo por poco su vida luego que detuvieran al Toba y Zelmar ya que los asesinos también fueron por el ese día, luego en Perú – Lima, Londres y finalmente en España, cerca de Barcelona. Pero las circunstancias internacionales, como ser la llegada de la Democracia en la República Argentina de la mano de su entrañable amigo el Dr. Raúl Alfonsín lo llevaron a radicarse temporariamente en Buenos Aires para así emprender el regreso a nuestro país.
Wilson estaba requerido por la justicia militar, como el requerido 1177. Nos preguntamos ¿Por qué en esas condiciones se resuelve, o él resuelve, su regreso al país? Era altamente probable que las Fuerzas Armadas lo apresaran. ¿Cómo se decidió eso? Es que Wilson tenía que venir al país porque había sido proclamado en forma unánime por la Convención del Partido Nacional candidato a la Presidencia de la República, entonces era candidato o no, lo dejaban serlo o no; a esa altura, con una perspectiva de elecciones y siendo el candidato presidencial, tenía que regresar si o si y así lo resolvió.
Estaban de por medio las negociaciones que andaban a los tropezones entre los Partidos Políticos habilitados y las Fuerzas Armadas que terminaron en el infausto Pacto del Club Naval entre los delegados del Partido Colorado, la Unión Cívica y el Frente Amplio, el Partido Nacional se había retirado.
Wilson no podía no venir, no sólo porque había sido proclamado candidato a la Presidencia de la República, antes de ello, sino que el Partido Nacional vivía un estado de ánimo que históricamente siempre le correspondió, un estado pasional, épico y de gran entusiasmo en ese entonces. Ese estado de efervescencia se palpaba en la militancia que manifestaba en el país como así también en los miles que fueron a Buenos Aires dispuestos a acompañar a Wilson en su retorno.
Wilson se había retirado del Parlamento, aquella memorable noche del golpe de estado dado por el Presidente de la Republica de entonces Juan María Bordaberry acompañado por la cúpula militar que lo utilizaba, el 27 de junio de 1973, diciendo que iba a ser el mayor opositor; el enemigo más irreconciliable de la conjura que se había instalado por parte del entonces Presidente de la República y los militares en aquel momento y de seguro lo fue en todo su accionar internacional y que la historia como bien lo manifestó, se encargó de juzgar.
Y entonces llega el momento en que tiene que venir, que no puede no venir.
¿Cómo surge la idea de regresar en el vapor de la carrera acompañado de familiares, dirigentes, militantes nacionalistas, periodistas uruguayos y extranjeros?
No se sabe bien cómo salió eso. De quien fue la idea, pero si queda claro que:
Es un asunto muy de blanco, era una quijotada hermosa. Wilson estaba engripado en ese momento cuando regresó, a consecuencia del tiempo frio de ese invierno y del acto de unos días anteriores en la ciudad de Concordia en la República Argentina, pero ese estado de salud no fue obstáculo para que igualmente decidiera emprender el ansiado retorno.
No se puede dejar de inscribir el instrumento utilizado para el retorno en la personalidad de Wilson. Wilson era en esencia un hombre político por definición, en lo más profundo de su ser estaba inscrito esto. Si uno ve cuáles eran las alternativas de regreso, había tres solamente, en barco, en avión o en ómnibus. La única posibilidad para que el retorno se transformara en un hecho político era volver en barco, porque era la única vía que permitía volver rodeado de gente, junto al pueblo que lo quería.
Queda claro que si Wilson hubiera vuelto en avión no hubiera sucedido, o quizás hoy no estaríamos recordando ese retorno, porque ese retorno valió por Wilson, por lo que significó el evento a nivel internacional y por las consecuencias políticas que generó. Es imposible divorciar la decisión del instrumento de retorno de la personalidad de Wilson.
Quizás tendríamos hoy que explicar qué era el vapor de la carrera, porque seguramente los más jóvenes no tienen ni idea. El vapor de la carrera era un barco, el Ciudad de Mar del Plata II, que hacía el cruce del Río de la Plata en horas de la noche, uno lo tomaba en una de las capitales (Montevideo o Buenos Aires), cenaba en el barco, dormía en uno de sus apacibles camarotes, desayunaba temprano y bajaba en el otro puerto también muy temprano, casi al amanecer.
Ése fue el medio de transporte elegido aquel 15 de junio de 1984, de noche, cuando Wilson, su familia, sus amigos y los periodistas subieron en la dársena del puerto de Buenos Aires. Entre los pasajeros que lo acompañaban, 250 personas aproximadamente se encontraban entre muchos, Germán Araújo, José Claudio Williman, Alberto Volonté, Luis Alberto Lacalle Herrera, Raúl Vallarino, Juan Martín Posadas, Consuelo Berhens de Antia, Alfredo Antia, Gonzalo Aguirre, Walter Santoro, Carlos Luppi, Ana Lía Piñeyrúa, Pablo Iturralde, Carlos Julio Pereyra, Wilson Elso Goñi, Alem García, Matilde Rodríguez Larreta, Ignacio de Posadas, el escritor Enrique Estrázulas y el cantante Pablo Estramín.
Cuenta la Señora Consuelo Berens de Antia ya fallecida madre del actual Intendente de Maldonado que vino en el Barco que: “era un día horroroso, había niebla, más que niebla esa llovizna finita y mucho frío. Wilson estaba enfermo, había tenido fiebre esa tarde y los días anteriores, no tenía casi voz. Cuando llegamos el puerto estaba lleno de gente, ya había una media luz, todavía algo se veía, pero se fue oscureciendo y empezamos a subir al barco, todos subíamos, subíamos; yo subí y me quedé en la borda mirando para abajo, muy emocionada, por la enorme cantidad de gente y de autos parados. Cuando sube Wilson los uruguayos que estaban en Argentina y que no podían volver, tenían una emoción tremenda. Wilson en ese momento era un símbolo de libertad, un símbolo de lucha para todos. Sube Wilson y empiezan a llamarlo, y Wilson no podía casi hablar. Yo estaba al lado de él en el momento en que dice: ‘Yo tengo que decirles algo, tengo que despedirme de esta gente’. Subió a un lugar muy alto del barco –– y así como estaba, con su campera, se pone a hablarles. Les dijo unas palabras divinas, y toda la gente que estaba en el muelle empezó a cantar; yo para cantar soy un desastre, pero era algo así como: ‘Vamos a volver para que vean que este pueblo no cambia de idea, tiene la bandera de la libertad’. Y Wilson les hizo ese gesto divino con sus brazos y los dedos en doble ve y volvió a entrar. El barco se empezó a separar del muelle, entonces empezaron a iluminarnos todos prendiendo y apagando las luces de los autos –en el puerto de Buenos Aires hay un largo trecho en que se va más o menos paralelo a la costa–, se veía toda la gente, ese amor que quedaba. Prendían y apagaban las luces y así se fueron alejando, cada vez se veían menos entre la bruma, pero sabíamos que ahí estaban, ahí se quedaban, con esa esperanza metida dentro.”
En Montevideo mientras tanto el día anterior al retorno apareció un comunicado de las Fuerzas Armadas anunciando que estaba prohibida cualquier manifestación. No mencionaban cuál era el motivo de la manifestación, pero decían que estaba prohibida tratando de atemorizar para que la gente no concurriera a la mañana siguiente a la concentración que estaba prevista en los alrededores del puerto de Montevideo. Pero verdaderamente este comunicado tuvo el efecto exactamente inverso, creo que el mismo llevó mucha más gente a la calle de la que estaba prevista.
El operativo de zona de exclusión comenzaba en avenida del Libertador y La Paz, donde estaba la concentración. Recuerdo que había contingentes políticos, obviamente la mayoría del Partido Nacional, pero también había banderas del Partido Colorado y el Frente Amplio, demostrando la estatura política que había adquirido Wilson en ese momento.
La gente empezó a concentrarse y empezó la incertidumbre, porque por razones obvias no había ningún medio de comunicación que informara lo que estaba pasando, estaba prohibida la información, así que lo único que había era información fragmentaria que se conseguía mediante radios de Buenos Aires.
A eso del mediodía parte de la gente que nos concentramos en avenida del Libertador empezó a ir hacia distintos lugares, se dijo en algún momento que el barco iba hacia Punta del Este, entonces la gente empezó a ir a la rambla; en otro momento, sobre la una o dos de la tarde, el barco había llegado, entonces empezó a haber gente que de una forma u otra violaba la zona de exclusión e iba al edificio del puerto. Reinó mucha confusión y, como pasa en todo acto blanco, nada de lo previsto se pudo hacer.
Esto tuvo un significado político muy serio. Era un paso fundamental en la reconquista de un Estado de Derecho que Uruguay había perseguido, sobre todo el Partido Nacional, con encono, con coraje, con mucho sacrificio durante mucho tiempo. No era una quermese, era una cuestión que tenía un sentido político muy serio y que se enganchaba con su último momento público en Uruguay, cuando desde su banca del Senado dice que va a ser el más tenaz opositor a la dictadura que había sobrevenido a Uruguay. Y así lo fue.
El 16 de junio fue un acto político no sólo de rebeldía sino de integridad, de cohesión, de coherencia consigo mismo, con sus ideas, con su partido y con su vida. Se vivió intensamente, lo vivimos todos nosotros de esa manera.
¿Qué impacto terminó teniendo en materia política aquel 16 de junio?
Esto no está desvinculado de lo que va a suceder después.
Wilson vuelve al país un 16 de junio de 1984, y el 3 de agosto de 1984 se pacta en el Club Naval entre los delegados de los partidos políticos habilitados y los militares, con la ausencia del Partido Nacional el modelo político que tuvo la salida democrática uruguaya.
Uno no puede desvincular ese 16 de junio, la prisión de Wilson a su llegada, y el pacto del Club Naval que fue la deliberada y premeditada exclusión de Wilson del escenario electoral de esa época…
Fue un acto premeditado y anunciado por el propio Wilson años anteriores en un encuentro en Santa Cruz de la Sierra- Bolivia con el político colorado que a la postre se benefició del pacto, ganando las elecciones nacionales con el proscripto y preso, siendo Presidente de la Republica, Julio María Sanguinetti.
Y el 1 de diciembre de 1984 cuando liberan a Wilson en el cuartel de Trinidad, todo esto queda marcado perfectamente, si algo faltaba, cuál era su talla, su generosidad, la profundidad y el valor político que tenía Wilson. Si no hubiera sido así y con lo sucedido luego (ley de caducidad mediante) hoy no estaríamos recordando todos juntos estos 40 años de su regreso. Es una alegría enorme que el Uruguay todo lo recuerde y lo celebre y para eso que mejor que recordarlo con las últimas palabras de Wilson la fatídica noche del golpe de estado en la sesión del senado, cuando arroja al rostro de sus más radicales e irreconciliables enemigos, el nombre de quien va ser el vengador de la Republica. ¡Viva el Partido Nacional!!!
Hoy 40 años después de esa gesta inolvidable, hablar y referirse a la palabra wilsonismo tiene gran significado para todos nosotros que nacimos a la vida política bajo esa consigna. Quienes a los 11 años nos cautivamos con el discurso sin entenderlo aún, de una de las figuras más brillantes de la política uruguaya y con la cual nos sentimos orgullosos de que sea la referencia de nuestro accionar político y ciudadano. El wilsonismo hoy es una manera, una conducta de como accionar en política. Wilsonismo es lo que nos dejó Wilson Ferreira Aldunate como legado para una generación como la mía, la última que lo vio muy poco con vida, pero que lo supo incorporar plenamente.
Éramos niños cuando esa sonrisa única nos cautivó al finalizar el acto de la caravana de la victoria en la plaza Artigas de Salto en noviembre de 1971, de ahí en adelante y viniendo desde los orígenes de una familia colorada y batllista, fuimos formándonos como blancos y por supuesto wilsonistas.
Tuvimos el honor de conocerlo muy pocas veces en persona, la primera vez a su llegada a la explanada municipal previo a su memorable discurso, luego en un homenaje que organizáramos por el Centro Estudiantes de Derecho en el Paraninfo de la Universidad en homenaje al Toba y Zelmar, en sus visitas a la salida del semanario La Democracia en los talleres del diario EL País en la calle Yaguarón y posteriormente en la Taberna del Chiche, en alguna visita a su oficina en el Palacio Lapido y luego en su visita y discurso a la Juventud de Por la Patria en el Campamento de Kiyú.
Orgullosos mantuvimos vigilia en su casa cuando sabíamos que el desenlace era en cualquier momento y así organizamos junto a varios jóvenes compañeros su sepelio y en un mar de lágrimas lo acompañamos a su última morada en el Cementerio del Buceo. Igualmente sirvió para formarnos políticamente y actuar en nuestra vida de acuerdo a sus enseñanzas, así lo hicimos cada vez que el Partido tuvo el alto honor de conferirnos cargos de gobierno y responsabilidad representativa.
El Wilsonismo post Wilson Ferreira Aldunate vive y seguirá vigente dentro de todos los blancos que lo llevamos incorporado, no se necesita de sector partidario para adueñarse del wilsonismo porque está en todos los que lo sentimos.
Wilson trascendió las fronteras del Partido Nacional y tiene el respeto de toda la clase política uruguaya. Después de esto poco más queda para decir… solamente que el wilsonismo vive dentro de todos los que verdaderamente sentimos a WILSON y somos orgullosos y asquerosamente blancos.
¡Y como decía WILSON – Viva el Partido Nacional que es la mejor manera de decir Viva la Patria!!!