La oscura mezquindad

0
1316
Interpretación gráfica José L. Rondán

Por José L. Rondán.-

Hace algunas semanas el Gobierno de la República inauguró un hermoso hospital en la zona Oeste de la ciudad de Montevideo; el Cerro, populosa barriada cuyos habitantes, antes de este emprendimiento debía atenderse  o bien en la policlínica existente en la zona, o bien en el hospital Maciel, ubicado en la ciudad vieja de la ciudad, al otro lado del puerto, tiene al día de hoy un centro hospitalario nuevo, completamente nuevo, con equipamiento nuevo, no reciclado; con instalaciones acordes a las necesidades donde en poco tiempo se le agregará una oficina del MIDES y otra de la DNIC (Ministerio de Desarrollo Social e Identificación Civil respectivamente) llevando con esto salud y contención del Estado que a través de esta obra dice presente, lo que trae aparejado además el involucramiento de toda un área de seguridad por parte del Ministerio del Interior, con más de cuarenta cámaras de video vigilancia, las que atenderán no solo al hospital del cual hablamos, sino a una extensa zona comercial, terminal de autobuses, plazas, etc.

Hubo trabajo, dedicación, hubo planificación y voluntad, hubo esfuerzo y austeridad para soñar, dar forma y concretar el esperado hospital, el cual se reclamaba desde el año 1952 aproximadamente.

La tarde de la inauguración fue soleada, la gente se había convocado para escuchar los encendidos discursos. Había algarabía, bullicio, alegría por la obra concretada en los tiempos previstos; la ilusión que un día fue, se había trocado en tangible realidad y a ello apuntaban las autoridades y los empleados asignados al nuevo establecimiento.

Pero no todo puede salir tal cual uno lo espera, pues la caterva ya estaba instalada, pancartas agraviantes mediante para denostar al Presidente, para degradar la dimensión de la obra; gritos, reclamos sin sentido, insultos y mucho, mucho barullo.

¿Lo hacían por impulso o a iniciativa propia o eran simples mandaderos haciendo la tarea rastrera de aquellos dirigentes que dado sus muertos en el placard, no se animaron a estar?

Seguramente lo acertado es esto último, aunque jamás nadie lo expresará.

El hecho es que una obra de estas dimensiones, pensada para el pueblo, muchas veces el más humilde al cual ellos dicen defender y representar, se llevó adelante y faltaron a la cita esos altos dirigentes de la oposición, quienes de haber hecho acto de presencia no estarían avalando la gestión de un gobierno que no es el suyo, pero sí estarían demostrando su talla de dirigentes preocupados realmente por la gente,  estarían diciendo presente ante una obra que debería ser cuestión de Estado, obra cuyas puertas estarán abiertas a los unos y los otros, a los que votaron a este Presidente y los que desde el anonimato y escudándose en sus roñosas pancartas, lo insultaron, lo agraviaron sin ser reprimidos, sin ser censurados como sí sucedió en otros momentos donde expresar alguna diferencia en un acto público era motivo para ser acallado, expuesto o detenido.

El hospital está ahí, tarea cumplida, del otro lado de la vereda los mezquinos, los de la pequeña talla moral, los intolerantes, baten rabiosos sus raídas banderas de utópicas reivindicaciones.