Por: Fernando J. Portillo
Desde que nacen nuestros hijos muy de a poquito al principio, pero con más velocidad a medida que pasa el tiempo, se van yendo.
Se van yendo de aquellas bromas o chistes que los hacían reírse a carcajadas, de las cosquillas, de los besos y la siesta en Las Toscas escuchando al mar, que un día descubrí que no les gustaba para nada pero que igual y al final dormía abrazado a mí.
Se van yendo y tomas conciencia que ya no eres su héroe ni el mejor padre del mundo, porque te hacen ver y sentir tus defectos – como una daga que atraviesa tu ego y aprieta tu sentir – con naturalidad, quizás como debe de ser, pero que nunca imaginaste que fuera posible que ello sucediera algún día.
Pasaste a ser simplemente su padre, el que siempre está – como un mueble más -, pero al primero que llaman cuando algo grave o importante para ellos sucede.
Apenas les solucionas el problema continúan su vida con naturalidad luego de un ¨gracias¨ y a veces un beso, los abrazos ya son pocos.
Ya se van, porque antes había que pedirle que se callara y te dejara hablar para que te escuchara, para poder oír una llamada Telefónica o una película en la tele, ahora cortamos el teléfono, bajamos el volumen del televisor para preguntarles como les fue cuando llega y generalmente la contestación es – ¨bien¨-, y se va a su cuarto.
Se van yendo porque los viernes desaparecen y los vuelves a ver el lunes, en ese lapso solo escuchas la puerta de entrada cuando llegan, lo que te deja seguir durmiendo más tranquilo – muchas madres, como Mónica, mi esposa, normalmente no duermen hasta que regresa-, aunque la relación con las mamás es otra historia…
Se van alejando porque los partidos de futbol antes eran sagrados y los veíamos siempre juntos, ahora de vez en cuando – tu esposa te pregunta: – ¿le avisaste al “nene” que empezó el partido? – cuando está en casa- y la respuesta es: – sí, pero no me da bola…! – entonces la madre replica – debe de estar estudiando…-.
Yo me quede en los Forlán, Suarez y Cavani, pero él conoce a todos los nuevos jugadores y sus historias de vida.
Creo que tampoco entiende demasiado la adoración que siento por Luis Suarez, – aunque sea bolso- pues, aunque le gusta como jugaba, hoy en día otros jugadores que a veces ni conozco le llaman más la atención.
Se están yendo, poque apenas comienzo a contar una historia o cuento, ¨retruca al toque¨: -Papá ya la contaste cien veces…-.
Pero pese a todo, aunque se va a ir, es imposible olvidar las noches de llantos ininterrumpidos cuando era ¨enano¨; las discusiones con la madre porque más que hamacarlo en mis brazos, lo sacudía como en un lavarropa para que se durmiera; aquella manito gordita que tomaba en la mía para guiarlo en sus primeros pasos; las veces que fuimos a la urgencia médica por sus problemas respiratorios – hoy ya desaparecidos-; el orgullo de verlo andar en bicicleta solo en las Termas de Salto sin que nadie le hubiera enseñado antes.
La discusión con la Directora del colegio al que iba, cuando en una fiesta de fin de año querían que se disfrazara de gallina y actuara que ponía un huevo – finalmente lo disfrazaron de granjero-.
Pero ya casi se fue, los próximos años estudiará en el exterior y todos sabemos que es para que progrese…
También se, porque es ¨ley de la vida¨, que, pasado un tiempito la puerta de los recuerdos buenos de la familia se va a ir abriendo y gota a gota dejará ir saliendo momentos, imágenes y olores, los cuentos repetidos, los chistes tontos, los goles gritados con pasión y los héroes que fueron, -seguramente – lo volverán a ser…