
ICN Diario en Barcelona.-
Las Fiestas de Santa Eulalia, la fiesta mayor de invierno de Barcelona, están dirigidas al público familiar. Durante estos mágicos días, se homenajea a la valiente Laia, la niña que se rebeló para defender sus ideales. Esta niña ha sido para la ciudad un símbolo de solidaridad, de defensa de la justicia y de compromiso de la juventud.
El fin de semana del 10, 11 y 12 de febrero se concentrará una amplia programación dirigida a adultos y pequeños para conmemorar esta festividad.
El día 12, festividad de Santa Eulalia, se celebran varios actos, como la colaboración en el balcón del Ajuntament del Penó de Santa Eulàlia (una reproducción de la antigua bandera de la ciudad), baile de sardanas, encuentro de gigantes y varios eventos en la ciudad.
En las calles de Barcelona, una infinidad de carteles anuncian las festividades en recuerdo de la niña santa.
La historia de Santa Eulalia
En el siglo IV, el emperador romano Diocleciano ordenó perseguir la fe cristiana que, entonces, amenazaba al imperio romano. El año 304 envió a Barcelona al gobernador Daciano para que se encargara de la misión en la Península Ibérica.
En la antigua villa de Sarrià vivía Eulalia (Laia), una cristiana de 13 años con muy buen don de la palabra que se dedicaba a pastar gansos. La joven decidió bajar a Barcino para rebelarse contra las duras represiones a que Daciano sometía la comunidad cristiana.
Daciano, ante las argumentaciones imponentes de Eulalia, decidió que fuera detenida por insolente y condenada a sufrir tantas torturas como años tenía. De este modo, comenzó un largo martirio para la joven.
El martirio
Fue conducida y encarcelada totalmente desnuda en prisión, situada según dicen, en la calle Arc de Santa Eulàlia, donde se encuentra hoy en día una pequeña capilla con la imagen de la Santa. Los hombres del gobernador también le arrancaron la piel con garfios, le marcaron el cuerpo con hierros candentes, la obligaron a mantenerse de pie sobre un brasero, le quemaron los pechos, le rascaron las nalgas con piedras y le rociaron las heridas del cuerpo con aceite hirviendo. Pero cuanto más castigos le aplicaban, más impotencia acumulaban los agresores, ya que las oraciones continuas de la chica le ayudaban a aguantar con dignidad el martirio.
El castigo más conocido, ideado por Daciano, fue introducir a Eulalia en una barrica llena de cristales rotos y utensilios punzantes, como cuchillos y clavos, y lanzarla trece veces rodando calle abajo. Finalmente, fue crucificada desnuda en una cruz en forma de aspa para que muriera en una postura indigna. Dicen que en ese momento se produjo un milagro: cayó una nevada sobre el cuerpo desnudo de la joven, que la tapó de las miradas lascivas.
Una vez muerta, unos cristianos fueron a recoger su cuerpo, y mientras se acercaban vieron como le salía una paloma blanca de la boca. Según siempre se ha dicho, era su alma.
Siglos más tarde, su cuerpo fue desenterrado y escondido para evitar que los musulmanes el profanasen. A partir de ese momento se perdió la pista de su localización hasta el 877, cuando el obispo Frodoí localizó su sepulcro bajo una losa en la iglesia de Santa María de las Arenas, donde hoy hay Santa María del Mar . Sus restos se trasladaron al sepulcro gótico de la catedral de Barcelona, ​​donde permanecieron hasta que fueron saqueadas durante la guerra civil.
La trágica historia de santa Eulalia conmovió al pueblo cristiano de Barcelona, y pronto la chica se convirtió en una heroína. Tras ser canonizada y nombrada patrona de Barcelona, se convirtió en un icono de la ciudad y creó devoción entre muchos creyentes.