Por: HÉCTOR AMUEDO ([email protected])
(Imágenes Copyright: H. Amuedo)
La vida no puede planificarse. Y, sin entrar en la cuestión filosófica de si nuestra voluntad es o no libre, la verdad es que el curso que sigue nuestra existencia escapa más a nuestro control personal de lo que creemos. Hasta hace unos quince años, yo colaboraba con una publicación mensual uruguaya. Pero, aunque el tema de la Segunda Guerra Mundial siempre me interesó, debo decir que hasta el año 2007 jamás hubiese imaginado que algún día me dedicaría a la investigación de la llegada de fugitivos nazis a Sudamérica.
Fue la carta de un lector de aquella revista y el artículo que escribí como respuesta a ella lo que comenzó a “engancharme” con la temática. Poco tiempo después dejé de colaborar con aquel mensuario. Pero ya no pude desprenderme del tema de la llegada de nazis a nuestra región. Como suele suceder, los hechos se concatenan y una cosa lleva a la otra. El pequeño aporte que hice con aquel primer artículo sobre el casamiento de Josef Mengele en Nueva Helvecia me llevó a seguir indagando y, como consecuencia, a realizar otros descubrimientos, algunos de cierto interés.
Debo confesar que, mal que le pese a mi ego, en mis hallazgos tuvo más incidencia el azar que mi talento. La suerte estuvo de mi parte varias veces, aunque en ocasiones me pregunto si acaso no fue la Providencia… Una de esas afortunadas circunstancias se dió el 16 de Septiembre de 2016. Un diario de Montevideo había publicado aquella mañana una nota sobre el “Ángel de la Muerte”, el Dr. Josef Mengele, en la que se me entrevistaba. Algunas horas después, a través de una red social, recibí el mensaje de una persona desconocida. Su cuenta tenía todo el aspecto de ser falsa: no tenía fotos ni amigos que mostrar y sus escasas publicaciones, en las que no había comentarios de amigos, demostraban que la cuenta no se usaba. Por último: su foto de perfil era la de Sean Connery, extraída de una película de James Bond… Pero el mensaje captó mi atención. El individuo me decía que, en los últimos años, había seguido en la prensa y en Internet las publicaciones acerca de mis indagaciones sobre los nazis y que opinaba que mi trabajo era serio. Manifestaba querer ayudarme y aseguraba poseer información nueva y documentos inéditos y relevantes que podrían cambiar radicalmente lo que se sabía acerca de la huída de los nazis desde Europa hacia la Argentina al terminar la Segunda Guerra Mundial. Por último, me pedía mi dirección de correo electrónico para enviarme todo ese material. Dudé mucho en si debía o no darle mi mail. Pero, finalmente, pudo más mi curiosidad (y mi codicia) que mis temores…y se lo proporcioné. A la mañana siguiente, al abrir mi correo, encontré una serie de mails de un remitente con nombre diferente al de la cuenta (obviamente “trucha”) de aquella persona. Esta vez el remitente, que me escribía desde Argentina, tenía nombre y apellido alemanes. En el texto me contaba una historia que, de ser cierta, resultaba fascinante: su abuelo había sido un alto oficial de la Wehrmacht durante la guerra que, al finalizar el conflicto, había emigrado, como muchos otros, hacia la Argentina. Cuando su abuelo falleció a una avanzada edad, unos quince años atrás, en una de sus visitas a la casa del anciano alemán para hacer limpieza y ordenar las cosas, en un depósito encontró varias cajas repletas de papeles. Estuvo a punto de tirarlos a la basura pero, al examinarlos, comprobó que eran viejos documentos migratorios oficiales argentinos de fines de la década de 1940 y principios de la década siguiente. Se trataba de solicitudes de ingreso a la Argentina, entonces gobernada por el Gral. Juan Domingo Perón, y de permisos de desembarco en aquel país, en su mayoría de ciudadanos italianos, aunque también aparecían algunos alemanes, supuestamente internados en campos de refugiados de guerra ubicados en Italia y con pasaportes de la Cruz Roja Internacional. Pero mientras yo leía aquel relato que, aunque fascinante, podía ser falso, llamaron mi atención las imágenes que acompañaban el texto.
Eran fotos o escaneos de documentos de una clase que yo nunca había visto antes: un Acuerdo Migratorio entre Italia y Argentina para garantizar la llegada de obreros y técnicos italianos al país rioplatense y de cuya existencia yo jamás había escuchado, curriculums de los postulantes a emigrar y recomendaciones de los mismos de parte de la Federación Luterana Mundial, en el caso de los de fé evangélica, en su mayoría alemanes, y de parte de algunos organismos de la Iglesia Católica en el caso de los católicos, casi todos italianos. Había oficios detallando el envío de dinero desde Buenos Aires a la Sub Comisión Naval Argentina en Italia, con base en Génova, para contratar los buques que trasladarían a los migrantes, notas de las compañías de navegación propietarias de las embarcaciones y telegramas dando cuenta del envío de aquellos dineros.
Me dí cuenta de que tenía ante mi vista la documentación que mostraba, por vez primera, la estructura de la ruta de escape nazi, conocida como Ruta de las Ratas.
Al principio pensé en la posibilidad de que se tratase de falsificaciones, pero los papeles lucían perfectos, parecían auténticos y eran demasiados en cantidad: en los primeros mails recibí unos cincuenta pero, a medida que pasaron las semanas y nuestra confianza mutua aumentaba, con el transcurso del tiempo mi informante, quien hasta entonces no me había revelado su verdadera identidad, me envió un sobre con varios DVDs en su interior conteniendo cerca de 5.000 imágenes documentales del mismo tenor y en alta definición y resolución. No era concebible que alguien falsificara miles de documentos simplemente para divertirse conmigo y sin pedir nada a cambio.
En los meses siguientes pude conocerlo personalmente en Buenos Aires y saber su verdadero nombre (aunque aquí lo presentaré simplemente como “Hernan”). Y pude examinar personalmente la mayor parte de la documentación migratoria. Había elementos probatorios autenticidad de los papeles: el óxido en las grapas, las fotos color sepia, los papeles amarilleados por el paso del tiempo y el olor a papel viejo que no se puede falsificar. Además muchos de los Permisos de Desembarco tenían hasta “marcas de agua” que sólo se ven a trasluz.
Hice algunas publicaciones en periódicos de Montevideo y, con el tiempo hasta convencí a mi informante de participar juntos en un documental para History Channel mostrando parte de los papers, aunque bajo la condición, por él impuesta, de que su rostro apareciera borroso o pixelado en la pantalla, de modo de no ser reconocido. Pero cuando yo pensaba que aquel archivo secreto que había permanecido oculto por los últimos 70 años ya nos había sorprendido lo suficiente, un nuevo elemento tan impactante como los primeros surgió de la vieja biblioteca de la casa del anciano soldado del Tercer Reich: un antiguo libro de asientos contables resultó ser el Libro de Caja en el que aparecía registrada toda la contabilidad de la operación completa de la Ruta de las Ratas. De ese registro surgían las fechas precisas del inicio de los viajes entre Génova y Buenos Aires (así como zonas costeras de la Patagonia). Aparecía cada dólar enviado por el gobierno de Perón y recibido y gastado por la Sub Comisión Naval Argentina en Génova, con las firmas y sellos de diversos contadores de la Armada Argentina, registros que mostraban perfecta concordancia con los oficios y telegramas de los que ya disponíamos.
Finalmente, todo cerraba perfectamente. Como expresé anteriormente, algunos de los documentos migratorios ya fueron por mí publicados en algún medio. Pero las imágenes del Libro de Contabilidad jamás fueron publicadas y son por completo desconocidas por el público.
Comparto entonces aquí, por vez primera, con los lectores de ICN DIARIO algunas de las fotografías tomadas por mí mismo en Buenos Aires de algunas de las páginas de este inédito Libro de Caja que vé la luz pública luego de más de 70 largos años en custodia de un anciano soldado alemán, miembro de la organización que traía ex combatientes alemanes a la Argentina, oculto hasta ahora de la mirada de los historiadores.

El libro permite establecer las fechas precisas del comienzo y final de toda la operación migratoria que fue pantalla de la “Ruta de las Ratas”. Y es interesante señalar que en el asiento final, con las firmas y sellos de un contador de la Armada Argentina y del Jefe de la Sub Comisión Naval Argentina en Italia, Capitán de Corbeta Aurelio C. López de Bertodano, se consigna el costo final total de la operación en dólares americanos de 1951, los que equivaldrían, aproximadamente, a unos 260 millones de dólares actuales.

Se adjunta, también, la imagen de uno de los telegramas avisando del envío de dineros y la página del asiento contable correspondiente del libro al ser recibida la suma en Genova como ejemplo de la total coincidencia de toda la documentación que poseo al respecto.


Sobre el autor
Gerrard Williams y Tim Kennedy (conductores del programa documental de History Channel “Persiguiendo a Hitler”) flanquean – en la fotografía- a Héctor Amuedo, luego de la grabación en Buenos Aires de parte del capítulo sexto de la tercera temporada de la mencionada serie.