El 13 de diciembre pasado, Juan Sartori agregaba otra perla a su largo collar de desconocimiento de la historia política y social del país y de los grandes caudillos del partido al que dice pertenecer.
En esa fecha, el millonario concedía una entrevista al diario El Observador y ante la consulta periodística: “¿Su pensamiento es más cercano al Wilsonismo o al Herrerismo?”, el empresario convertido en político, respondía: “No pienso en esos movimientos históricos. Mi visión va a ser propia. No va a estar teñida o influenciada por lo que se hizo en el pasado. El mundo está cambiando muy rápido y no nos estamos dando cuenta de por dónde están yendo las tendencias”.
Ante tanto desconocimiento de la realidad, no valdría ni la pena explicarle a quien no tiene idea de lo que dice.
También se debe comprender que desde su entorno lo dejan solo y no le evitan estos papelones de desconocimiento, ya que Sartori es casi más foráneo que nativo por los años que vivió fuera de Uruguay.
Decir que Luis Alberto de Herrera y Wilson Ferreira Aldunate son el pasado, es una de las barbaridades más increíbles que he escuchado en mi vida y Sartori lo dijo.
Es insólito que ignore la trascendencia a futuro de las enseñanzas y acciones de estos dos caudillos, que tienen vigencia y que el mundo debería incorporarlas en ese cambio que menciona Sartori. Ellos están allí, más adelantados en ideas de avanzada perfectamente aplicables hoy y mañana, pero eso, lamentablemente, el empresario no lo sabe porque claramente nunca leyó sobre la vida de los dos caudillos.
Dos puntos solamente para nutrir a Sartori sobre el pensamiento de Herrera:
Ruralismo
Herrera defendió al sector agropecuario. Se podría considerar a Herrera como una personalidad adherida al ruralismo o agrarismo político-económico tradicional.
Antiestatismo
Herrera defendió el rol primordial del mercado y de la iniciativa privada y mostró una desconfianza visceral hacia los impuestos, se definía anti-tarifista en política económica internacional y nacional. Más de una vez Herrera convocó a la “huelga de los bolsillos cerrados”.
La propuesta Herrerista era de un país con autonomías locales, autosuficientes, capaces de generar oportunidades de empleo como para retener a las nuevas generaciones, en cuestión, un Uruguay donde hubiera una distribución demográfica más pareja y no una macrocefalia concentrada en la capital.
Un Uruguay libre de influencias de izquierda y de derecha
Mujica, el expresidente, que aconsejó a Sartori a entrar en política, hizo un gran reconocimiento al accionar del caudillo blanco al expresar su oposición a la instalación de bases de EEUU en Punta del Este:
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La grandeza de Wilson
Fue una de la mayores voces que se alzó contra la dictadura militar y el enemigo que denunció en foros mundiales el padecimiento de los uruguayos con el gobierno de facto y eso le valió el exilio.
En 1962 asume como Ministro de Ganadería y Agricultura y se integra al trabajo de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE, creada en 1959, pero que recién se pone operativa en 1963, cuyo Secretario Ejecutivo era el Cr. Enrique V. Iglesias) y se pone al frente de su Sector Agropecuario, creando la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (OPYPA). En 1964, bajo su dirección, se elaboran los siete proyectos agropecuarios de la CIDE, dentro del cual está el de Reforma de las Estructuras Agropecuarias (Reforma Agraria), de la cual el Cr. Danilo Astori y Raúl Sendic (el fundador del MLN – Tupamaros) dirán posteriormente que fue el mejor que tuvo el país. También impulsó el Secretariado Uruguayo de la Lana y La Estanzuela (investigación agropecuaria). La CIDE realiza el primer diagnóstico integral de la economía y la sociedad uruguaya y presenta una amplia propuesta de soluciones. Como consecuencia de sus trabajos, empiezan a realizarse Censos, a llevarse Cuentas Nacionales – no las había – y se crean el Banco Central, la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y la Oficina Nacional del Servicio Civil.
Wilson, un hombre contemporáneo*
Wilson supo asumir el desafío más difícil de cualquier político: el de ser contemporáneo. Ser contemporáneo le permitió entender lo que realmente necesitaba el país en su momento. Supo interpretar y poner en práctica los sueños, aspiraciones, necesidades y urgencias de millones de uruguayos. Era un hombre de gestión pero sabía que había algo más importante que la gestión: los valores que informan las decisiones de gestión. Si los valores que guían la gestión no son los adecuados entonces todo el esfuerzo no vale la pena.
Wilson sabía que las naciones que progresan son aquellas que renuevan permanentemente el repertorio de sus problemas mientras que las naciones conservadoras y retrógradas son aquellas que repiten incansablemente formulas que han fracasado. No se trata de no tener problemas sino de la forma en que nos relacionamos con los problemas. Y esa forma puede ser eficiente pero si la eficiencia no viene acompañada de la Ética entonces no sirve. La eficiencia sin ética no enaltece al ser humano, por el contrario, lo degrada. La eficiencia sin ética es ciega pero la ética sin eficiencia es vacía. La gestión tiene que dar respuesta a los problemas y urgencias de la gente. Wilson lo sabía y por eso se convirtió, él mismo, en uno de los hombres de gestión más importantes de su tiempo, diseñando políticas de Estado, instrumentos y organismos que constituyen hasta hoy una parte invaluable del acervo institucional del país.
Wilson sabía que no había nación sin ciudadanos. Que la fragmentación conduce al individualismo y al corporativismo y que es el caldo de cultivo para que esos mismos individuos se conviertan en “masa”. Solo la interdependencia construye ciudadanía. Cuando nos dijo que el Uruguay era una “comunidad espiritual” resumió perfectamente en esa frase su sentido republicano. No hay comunidad espiritual sin ciudadanos con espíritu crítico. Su lucha en contra de cualquier forma de totalitarismo reposaba en su convicción profunda de que el totalitarismo deshumaniza. El totalitarismo nos deshumaniza porque supone entregar nuestra libertad a un líder mesiánico, hipotecar nuestra autonomía y claudicar de nuestro espíritu crítico, supone dejar de ser ciudadanos que piensan para convertirnos en súbditos que obedecen. Wilson fue enemigo acérrimo del militarismo y del populismo. Ambos quiebran el orden republicano. El militarismo nos reprime (es una fuga hacia el pasado) el populismo nos seduce (es una fuga hacia el futuro), el primero mata el cuerpo el segundo el espíritu, en ambos casos, se anula a la persona. Ambos generan la ilusión perversa de que siendo subordinados podemos ser libres.
*Alejandro Lafluf en el artículo “A 100 años del nacimiento de Wilson: El legado de un hombre que pertenece al porvenir”
Por eso resulta casi un agravio que alguien que dice ser blanco, ignore el legado a futuro de dos de los grandes caudillos del Partido Nacional.
Yo no se si el precandidato Sartori irá a la conmemoración del próximo 16 de junio en el puerto de Montevideo, al cumplirse 35 años del regreso de Wilson en el vapor de la carrera, pero para evitarle papelones alguien de su entorno, debería explicarle la importancia de ese día para los uruguayos y que no aparezca por allí solo a exhibir su sonrisa y a opinar sin conocer la historia.