Por Monica Yanakiew – Repórter de Agência Brasil – Buenos Aires.-
El indio Anoop Singh se sorprendió con el nivel de información de los argentinos, durante su visita a Buenos Aires, en 2002. En la salida del hotel, oyó el comentario de la limpiadora que estaba limpiando la recepción: “La viene el personal del Fondo”. En aquella época, él dirigía la misión del Fondo Monetario Internacional (FMI), que una vez más venía a rescatar a Argentina de una crisis, pero nunca imaginó que la institución financiera, con sede en Washington, fuera tan conocida.
“En Argentina, términos como FMI y crédito stand-by forman parte de la jerga popular y son sinónimos de ajuste y crisis”, explicó a la Agencia Brasil el analista político Rosendo Fraga. “El presidente Mauricio Macri pagó un precio político por haber recurrido esta semana al Fondo -una organización que es rechazada por la mayor parte de los argentinos e incluso por dos de cada tres simpatizantes de la cotización oficialista de centroderecha, Cambiemos. En el inconsciente colectivo, FMI y una mala palabra”.
Desde el martes (8), cuando anunció que iniciaría esta semana negociaciones para un acuerdo con el FMI, Macri tiene buscando respaldo político interno y externo. El viernes, el presidente de China, Xi Jinping, no sólo manifestó su “firme apoyo” a los esfuerzos del gobierno argentino por mantener la estabilidad económica, sino que también ofreció ayudar, si fuera necesario. En el comunicado, el gobierno chino elogia a Macri por haber adoptado medidas “oportunas y enérgicas” para lidiar con los “factores externos” (aumentos de las tasas de interés en Estados Unidos y del precio del barril de petróleo en el mercado internacional), que impactaron varios países emergentes, además de Argentina.
El apoyo público de Xi Jinping se sumó a otros del Departamento del Tesoro norteamericano y de los gobiernos de Brasil, Chile, España y Japón, una señal de que la diplomacia argentina entró en acción para reforzar el discurso de Macri, de que Argentina tomó la mejor medida preventiva, para amortiguar los efectos negativos de los “factores externos”, que escapan a su control. Pero los argentinos están más preocupados en cómo afectará su propio bolsillo.
“Por experiencia propia, sólo sé que cada vez que el dólar aumenta, los precios suben”, dice el portero Carlos Dominguez, de 53 años. “El FMI, Estados Unidos y China pueden decir lo que quieran, lo cierto es que el dólar sigue subiendo. Y para mí, eso es lo que importa. Como miles de otros argentinos, cada vez que puede, él ahorra en dólares, que guarda en escondrijos, dentro de casa y fuera del sistema financiero. Es lo que los argentinos llaman Colchon Bank, o banco del colchón.
Colchon Bank
En diciembre de 2015, cuando Macri tomó posesión, los argentinos tenían US $ 195 mil millones fuera del sistema financiero, guardados en cofres (en los bancos y en casa), pero también en los lugares más inusitados (dentro de cajas de zapatos, calefactores o literalmente enterrados en los vasos de plantas o en el jardín). El valor equivale a tres veces las reservas internacionales del Banco Central de Argentina, que esta semana totalizaban 57.000 millones de dólares.
La intención del actual gobierno era atraer esos capitales para financiar un programa de obras públicas, que permitiría la reanudación del crecimiento de la economía, después de años de estancamiento. Por eso Macri eliminó los controles cambiarios e impuestos a las exportaciones de productos de la agroindustria, además de actualizar los precios de las tarifas de los servicios públicos, congelados y subsidiados desde la crisis de 2001.
“Macri heredó una situación complicada: tarifas desfasadas, que desestimulaban el crecimiento; un nivel de reservas bajo; una inflación anual de dos dígitos; y un país sin acceso a créditos extranjeros, desde la moratoria de 2001, que no había terminado de ser renegociada”, dijo en una entrevista con la Agencia Brasil, el economista Gaston Rossi.
“Él tenía que arreglar esos desequilibrios, pero no podía hacer todo de una sola vez. Por eso optó por el gradualismo”.
Sin mayoría en el Congreso, Macri logró aprobar la reforma de la Previdencia a duras penas. La votación, en diciembre del año pasado, tuvo que ser aplazada después de que enfrentamientos entre manifestantes y la policía resultaron en decenas de heridos y detenidos. El gobierno también tiene una propuesta de reforma laboral, que aún no ha comenzado a ser discutida. Macri se enfrenta a la oposición de los sindicatos, que históricamente están vinculados al Partido Justicialista (PJ) o Peronista, hoy dividido en varias facciones. Entre ellas, la Unión Ciudadana de la senadora y ex presidenta Cristina Kirchner (2007-2015), viuda del ex presidente Néstor Kirchner (2003-2007).
Según Rossi, se espera que el FMI exija el establecimiento de determinadas metas económicas, como la reducción del déficit fiscal, que actualmente representa el 6% del Producto Interior Bruto (PIB) y que el gobierno espera cortar a la mitad. “Pero dentro de un contexto de cambio de escenario externo, Argentina se vio forzada a buscar asistencia del Fondo, para intentar calmar los mercados. Ahora lo fundamental es cambiar el ánimo de los inversores “, dijo el economista.
Resistencia
El problema, según Rosendo Fraga, va a ser cambiar los ánimos de los propios argentinos. “Los votantes entendieron que Macri heredó una situación difícil, pero políticamente ese argumento tiene fecha de vencimiento. Sólo vale durante los dos primeros años de mandato “, explica el analista político. “Ahora los argentinos están cobrando resultados del presidente, que prometió y no logró reducir la inflación”.
Las centrales sindicales y organizaciones sociales de izquierda marcharon hasta el Congreso el jueves en apoyo a un proyecto de ley de la oposición que limita los aumentos de las tarifas públicas. El secretario general de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA), Hugo Yasky, prometió convocar una huelga general si el presidente vetar la ley, que fue aprobada por la Cámara de Diputados y aún será sometida al Senado. Macri ya dijo que va a vetar porque, si se implementa, creará un rombo en el presupuesto.
Los sindicatos ya convocaron para el 28 de mayo un “plan de lucha”, con movilizaciones hasta el final del mes, para resistir cualquier ajuste. El líder de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), Hugo Godoy, reclamó aumentos salariales equivalentes a la inflación, que supera el 20% anual.
Carlos Ernesto Calabrese, de 43 años, trabaja en una empresa de seguridad desde hace cinco años. “Comencé ganando 6 mil pesos y el dinero alcanzaba hasta el final del mes”, dijo, añadiendo, “hoy gano 15 mil pesos, casi tres veces más, y no alcanza. Los precios aumentan mucho más que el salario”.

Verdes
El viernes, a pesar del apoyo externo político y financiero, el dólar batió un nuevo récord. Superó los 24 pesos, a pesar de la intervención del Banco Central. Los canales de televisión y las emisoras de radio acompañaban paso a paso el comportamiento de la moneda norteamericana, especialmente porque el próximo martes (15), Argentina tendrá que hacer frente a un vencimiento de 600 mil millones de pesos en Letras del mismo, Banco Central (Lebac).
La tirada del dólar, que comenzó la semana pasada, fue acompañada por el aumento de la lechuga, la espinaca y la rúcula, cuyos precios se duplicaron. “Parece que todo lo que es verde aquí está aumentando”, se quejó Cristian Ortiz, comerciante de frutas y verduras. “Hasta la semana pasada, vendía dos aguacates por 50 pesos. Hoy solo vale 55 pesos”, dijo.
Los aumentos de los productos “verdes” se atribuyeron, en parte, a la fuerte lluvia. Pero Consumidores Libres, una organización de defensa de los consumidores, liderada por Hector Polino, registró aumentos en los precios de harinas y aceites en los supermercados. “El problema es que cuando el dólar sube, los empresarios repasan los aumentos a los productos”, dice Polino.
Brasil
En Argentina, la prensa comparó el impacto del aumento de la tasa de interés norteamericana y del dólar en varios países emergentes, especialmente Brasil. Pero todos coincidieron en que la situación de las dos economías es muy diferente. Además de ser mayor, la brasileña tiene un índice inflacionario muy inferior al argentino y depende mucho de financiamiento extranjero.
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