En política y en el fútbol, ocurren hechos que marcan el fin de un proceso. Si un político se eterniza en el poder se le critica porque luego de varios años al frente de un gobierno, no acepta irse cuando su gobierno se ha desgastado y algo similar ocurre con el fútbol.
El maestro Oscar Washington Tabárez ha estado 10 años al frente de la selección de Uruguay y si bien ha obtenido buenos logros, también ha cosechado fracasos, como este lamentable final en la Copa América Centenario, que hacen pensar que su ciclo debería llegar a su fin como entrenador y eso debe entenderlo él primero que nadie.
Sigue manteniendo a algunos jugadores que no responden a las expectativas y Tabárez se niega a cambiarlos o a citar a otros y ni siquiera se cuestiona irse ahora luego del rotundo fracaso.
Al maestro hay que agradecerle por los servicios prestados, pero todo tiene un límite; hay buenos jugadores que están allí esperando una oportunidad que Tabárez no les va a dar, porque para que se produzca un nuevo ingreso al plantel, solo solo puede ocurrir si existe una lesión o que un jugador por su cuenta entienda que su ciclo ha terminado en la selección y renuncie.
En la Asociación Uruguaya de Fútbol, nadie le dice que debería dar un paso al costado; todo se le justifica.