La presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, parece no ser muy democrática en sus conceptos, radicalizada políticamente en favor del kirchnerismo, no acepta la decisión soberana y mayoritaria del pueblo argentino en las recientes elecciones presidenciales y cuestiona con exabruptos el triunfo de Mauricio Macri.
Pero ahora ha vuelto a las andadas al expresar: “Nosotros dejamos las Marchas de la Resistencia cuando no estaba más el enemigo en la Casa de Gobierno. Néstor era nuestro amigo, por eso las dejamos. Pero ahora que volvió el enemigo hacemos esta marcha para que el viernes 11, cuando venga a la Casa de Gobierno, nos encuentre aquí, al pueblo marchando, repudiando su presencia y a ellos”.
Esto es una clara incitación a enfrentarse a la decisión democrática de los argentinos y por tanto el fiscal federal Carlos Stornelli, abrió una causa penal en su contra, por presunta incitación a la violencia colectiva y atentado contra el orden público.
La denuncia fue presentada por abogado Guillermo Fanego, por “la incitación a causar daños e impedir el normal desarrollo de las instituciones de la República excede la razonabilidad de la acción política y es contraria a la vida democrática y respetuosa de los derechos en la que queremos desarrollarnos”, dice el escrito.
Bonafini arremete contra todo sin pensar. Así lo hizo contra el Papa Francisco, pero luego debió pedir disculpas cuando Cristina Kirchner se lo exigió.
La carta al Papa es una demostración que no entiende nada de nada y habla porque el aire es gratis. Unas líneas de su misiva bastan para conocerla:
Al Papa Francisco:
Permítame que me dirija a usted como Don Francisco, ese Francisco que descubrí ahora. Mi padre también se llamaba Francisco y era un santo trabajador de manos muy encallecidas de tanto trabajar para mantenernos.
Don Francisco, no sabía de su trabajo pastoral, sólo sabía que el máximo dirigente de la iglesia argentina habitaba en la catedral; esa catedral que cuando marchábamos y pasábamos por delante, le cantábamos: “Ustedes se callaron cuando se los llevaron”.
Hoy, ante mi sorpresa, escucho a muchos compañeros explicar de su entrega y trabajo en las villas. Me alegro infinitamente al saber de su trabajo y siento esperanzas de un cambio en el Vaticano. Hemos sufrido mucho en esta Latinoamérica que hoy se levanta erguida gracias a sus dirigentes.
Una vuelta en el aire para pedir disculpas.
Jordi Almuena