Sabríamos a priori acerca de todo aquello que nos daría motivos para vivir, y también de todo lo que nos impulsaría, tal vez, a dejarnos morir.
Por suerte tenemos de nuestro lado a la esperanza, ese estado del alma que nos permite volver a impulsarnos cuando hemos sido abatidos, esa fuerza que nos insufla fuerza y vigor, justo en el momento en que pensamos que casi todo se ha perdido, aun desconociendo lo por venir.
La esperanza es esa pequeña luz que surge en el preciso momento en que creemos que ya no hay nada para hacer, dándonos un impulso para salir adelante. Constituye parte medular de la resiliencia, ese estado del espíritu que permite la recomposición del que habiendo tropezado, se halla con las manos vacías, haciéndole pensar, reavivando la flama, que sí se puede; que sí se pudo.
Ayer, último día de mandato de Cristina Fernández, fuimos testigos de lo que no debe hacer una persona que se pretende abogada exitosa, presidenta exitosa, mujer exitosa….etc. etc… la cual encaramada por última vez en el balcón de la Casa Rosada, arengó a sus seguidores, denostó a sus opositores, gimoteó y hasta se aventuró a expresar que a las 00.00 horas, por orden judicial, se convertiría en calabaza y que de alguna manera, en ese momento, todos los argentinos se hallaban en libertad condicional.
Hay una premisa que expresa que la sabia Naturaleza nos proveyó de dos ojos para mirar bien, de dos oídos, para escuchar mucho y aprender de lo que escuchamos y de una sola boca, para hablar lo necesario y sobre todo para no decir estupideces, cosa ésta a la que no se avino Cristina, quien desde su último estrado, planteó una situación que enardeció a las masas que la escuchaban, dejando la mesa servida a los monstruos de la intolerancia, de la impertinencia, de la violencia y el avasallamiento.
Ante tal panorama, y ante la situación dada y generada por una desmadejada mujer sola y desvalida a la que todos gritan y vapulean, obviamente que casi todos esperábamos que al día de hoy, 10 de diciembre, fecha del nombramiento del Presidente electo Mauricio Macri, la plaza de Mayo estuviera abarrotada de enloquecidos, casi ciegos seguidores de la ex mandataria, promoviendo desórdenes, haciendo hasta lo imposible para malograr una fiesta que se pretendía hermosa.
Pero allí surgió la esperanza, esa chispa de luz que en el último instante suele decirle al ser humano que las cosas pueden y serán diferentes.
Escuchamos en forma atenta un mesurado y conciliador discurso del recientemente jurado Presidente de la Nación Argentina; pudimos recibir con gran beneplácito ese mensaje de unión, de esperanza y fe que todos, propios y ajenos esperábamos oír de un Macri que accedió a la primera magistratura del enorme país con el auxilio de una coalición que creyendo en sus propuestas se encolumnó detrás suyo para decir basta al cristinismo de doña Cristina, quien a esta hora, seguramente transformada en calabaza e hirviendo en algún puchero, estará viendo por TV de qué manera se puede congregar a la gente, al pueblo, en paz, sin violencia, sin intolerancia, sin ánimos de revancha u odios reprimidos y sí, de cara al sol, haciendo ondear una única bandera, la que al batirse al viento, parecía convocar a ese sentimiento tan puro, tan vital y necesario del que hicimos mención, la esperanza, el cual afloró exuberante y pletórico, aunque ella no haya querido participar de la gran celebración democrática, prefiriendo, después de doce años, salirse por la ventana del patio de atrás., porque como dije en una nota anterior, hay muchos que no son demócratas, solo hacen molde.
Sabido es que derrotar la inmundicia del narcotráfico con todas sus poderosas redes insertas en los profundos esquemas de corruptela gubernamental, quienes no piensan más que en sus bolsillos y cuentas bancarias; eliminar los estratos de pobreza más extrema, transformar un país haciéndolo creíble, extender redes de hermandad con los países vecinos, buscando acuerdos, limando asperezas, tendiendo puentes, atacar los problemas de la educación, de la seguridad, del descreimiento y la desconfianza, y poner tan extensa casa en orden sin pisar algunos talones, sin pechar a los que molestan, y sin ser herido en el intento, es muy difícil, ya que no solo con las fuerzas individuales deberán contar, sino con los equipos conformados convenientemente y con el beneplácito y patriotismo de los que aun pensando diferente, están dispuestos a anteponer a sus intereses, los de la Patria.
Caminante no hay camino….se hace camino al andar.