Estas familias llegaron en el marco de un programa para refugiados sirios impulsado por el gobierno de José Mujica, que no tuvo previsto las enormes diferencias culturales y desde allí surgieron varios problemas, como algunos casos de violencia de género entre los refugiados.
Maher Aldees, jefe de una de las familias, aseguró a El Observador que el gobierno uruguayo los engañó con “palabras muy lindas”, que no es la vida que les prometieron, “vivir en el Líbano era mejor que acá”, manifestó.
Explicó que al hablar con funcionarios de la embajada uruguaya en el Líbano, antes de ingresar al programa de refugiados uruguayo, prometieron “cosas que no eran”. Según indicó Maher, les aseguraron que en Uruguay encontrarían trabajo, con sueldos de US$ 1500, que podrían vivir tranquilos, pero al ingresar al país encontraron otra realidad: “No tengo casa, no tengo trabajo”, sostuvo.
El secretario de Derechos Humanos de la Presidencia, Javier Miranda, dijo ayer a El País que los refugiados tienen las puertas abiertas para irse de Uruguay, pero que el Estado no se va a hacer cargo de pagar los pasajes de las familias.
Sin embargo, los problemas podrían continuar ya que antes de fin de año llegará a Uruguay el segundo contingente de familias sirias, compuesto por siete familias y un total de 72 integrantes.
El campamento en la Plaza Independencia