Aniversario: Antonio Machado 140 años después

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Antonio Machado
Antonio Machado
Este 26 de julio se cumplen 140 años del nacimiento en Sevilla del gran poeta español Antonio Machado, representante de la Generación del 98 y el Modernismo: movimiento literario finisecular. Fue el segundo varón que dio a luz su madre, Ana Ruiz, de una descendencia de ocho en total. Once meses antes había nacido Manuel, el primogénito, compañero de muchas instancias de la vida de Antonio, y con el tiempo también poeta y dramaturgo.
Sevilla lo envuelve todo
La infancia sevillana de Antonio Machado fue evocada en muchos de sus poemas casi fotográficamente:
“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero(…)”

Y de nuevo, en un soneto evocando a su padre escribe:
“(… )Esta luz de Sevilla… Es el palacio
donde nací, con su rumor de fuente.
Mi padre, en su despacho. La alta frente,
la breve mosca, y el bigote lacio.”

Luego se mudó con su familia a Madrid, en 1883, para realizar los estudios preuniversitarios en la Institución Libre de Enseñanza, para posteriormente licenciarse en Filosofía y Letras.
“Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé en París. Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros: Giner de los Ríos, el imponderable Cossío, Caso, Sela, Sama (ya muerto), Rubio, Costa (D. Joaquín —a quien no volví a ver desde mis nueve años—). Pasé por el Instituto y la Universidad, pero de estos centros no conservo más huella que una gran aversión a todo lo académico”.
Antonio Machado: Autobiografía
Juventud y bohemia entre Madrid y París
Con la temprana muerte de su padre y abuelo sobrevino el descalabro económico. Ociosos, los jóvenes hermanos Machado, entonces inseparables, se entregaron a la atractiva vida bohemia del Madrid de finales del siglo XIX. Cafés de artistas, “tablaos” flamencos, tertulias literarias, el frontón y los toros, todo les interesa. Les deslumbra la rebeldía esperpéntica de un Valle-Inclán y un Sawa o la personalidad de actores como Antonio Vico y Ricardo Calvo Agostí; en lo literario hacen amistad con un Zayas o un Villaespesa, y, en general, se dejan estimular por la vida pública de la mayoría de los intelectuales de la época.
En Madrid, el joven Antonio empezó a dar a conocer sus primeras poesías y colaboró en diversos proyectos de la vida literaria madrileña junto con su hermano y otros escritores modernistas como: Francisco Villaespesa, Juan Ramón Jiménez, y su máximo representante Rubén Darío.
La bohemia oscura y luminosa del Madrid del final del siglo XIX se alternaba con la colaboración de ambos hermanos en la redacción de un Diccionario de ideas afines, dirigido por el exministro republicano Eduardo Benot. Era inevitable que los jóvenes Machado sintiesen la atracción de París. Y es así que entre 1899 y 1902 los hermanos Machado hacen dos viajes a la Ciudad Luz, donde descubrieron a Paul Verlaine y tuvieron oportunidad de conocer a Oscar Wilde y Jean Moreas.
Su obra poética se abrió con Soledades, escrito entre 1901 y 1902, y casi reescrito en Soledades. Galerías. Otros poemas, que publicó en octubre de 1907.
Durante su estancia en Soria, Machado escribió su libro más noventayochista, Campos de Castilla, publicado por la editorial Renacimiento en 1912. Sus protagonistas son las tierras castellanas y los hombres que las habitan. Le siguió la primera edición de sus Poesías completas (1917), en la que se incrementan los libros anteriores con nuevos poemas y se añaden los poemas escritos en Baeza tras la muerte de Leonor, su esposa, los populares «Proverbios y cantares» —”poemas breves, de carácter reflexivo y sentencioso”—, y una colección de textos de crítica social, dibujando la España de aquel momento. En 1924 publicó las Nuevas canciones, recuperando material escrito en Baeza y aún en Soria, y mezclando ejemplos de sentenciosa poesía gnómica y análisis en torno al hecho de la creación poética, con paisajes soñados, algunas galerías y los primeros sonetos que se le conocen.
En 1936, en vísperas de la guerra civil española, publicó: Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo. El estallido de la rebelión militar impidió la difusión del volumen que durante años permaneció en el limbo de lo desconocido.
Los otros Machado
Abel Martín y Juan de Mairena son heterónimos de Machado, con ellos deja de lado al poeta modernista y simbolista para incursionar en el arte de la filosofía popular; donde un imaginario profesor y sus alumnos analizan la sociedad, la cultura, el arte, la literatura, la política, la filosofía, planteados desde la aparente frivolidad hasta la gravedad máxima, pasando por la sentencia, la paradoja, la erudición, la introspección y la retórica como arte.
Gran parte del Juan de Mairena, publicado por Espasa-Calpe en 1936, reúne la colección de ensayos que Machado había publicado en la prensa madrileña desde 1934.
Exilio y muerte
El 22 de enero de 1939 en una interminable caravana de miles de anónimos españoles huyendo de su país, se encontraba Machado y su familia dirigiéndose desde Barcelona a Francia, ante la invasión del ejército franquista de todo el territorio español. Después de un duro peregrinaje, logra cruzar la frontera y se traslada a la localidad de Colliure, Francia, donde muere el 22 de febrero de 1939, a la espera de una ayuda que no llegó a tiempo. Tres días después moriría su madre que en el camino, no dejó de preguntar: “¿Llegaremos pronto a Sevilla?”
El poema Las moscas es una vivaz muestra del interés que revelaba Machado por lo aparentemente insignificante, pero se relaciona, como esas moscas, con todas las etapas de su vida:
“Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.
¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas
perseguidas
por amor de lo que vuela,
-que todo es volar-, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales…
Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer nada,
de siempre… Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor
sobre los párpados yertos
de los muertos.
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas:
pequeñitas revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas”.

Machado, Antonio. Soledades. Galerías. Otros poemas, Madrid, Cátedra, 1998.
Daniela Arismendes
Editora de Cultura ICN Diario