El club ideológico de América del Sur

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Foto: unasurorg
Foto: unasurorg
Varios países de América Latina viven una revolución, según la letanía que lanzan quienes quieren hacer creer que por fin, hay justicia en esa región que ha sufrido y padecido en manos de distintos gobiernos, alternando con crueles dictaduras que han devastado ha muchos pueblos de esa parte del continente americano.
El surgimiento de gobiernos que se dicen izquierdistas y progresistas, no ha cambiado la opresión ni el acoso a quien piensa diferente, como tampoco se ha visto fortalecida la libertad de expresión, entre casos de intolerancia y violencia mezclados con atropellos descarados a la Constitución.
No hay evolución; sólo hay involución y quienes sufren son los ciudadanos que padecen el desenfreno de esos gobiernos que si bien llegaron por el voto democrático, pronto se transformaron en opresores de sus ciudadanos. No hay forma de decirlo de otra manera.
La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, no es quien asegura ser. Ha tolerado la corrupción a su alrededor, permitiendo que su vicepresidente, Amado Boudou, procesado por la Justicia en varias causas por distintos delitos, continúe en el cargo y actúe en nombre del Poder Ejecutivo, mientras unos cuantos socios y funcionarios de su gobierno están imputados y procesados por hechos de corrupción.
Su patrimonio familiar se ha incrementado inexplicablemente en pocos años.
La presidenta de Brasil Dilma Rousseff, no puede o no quiere controlar la corrupción que impera en su gobierno donde los ministros elegidos por ella, caen en forma estrepitosa a causa de hechos delictivos, como el de la petrolera estatal Petrobras, entre otros casos que involucran a políticos del oficialista Partido de los Trabajadores (PT).
Ya son varias las manifestaciones populares donde el pueblo exige la renuncia de la presidenta.
Evo Morales, presidente de Bolivia, ha hecho de la intolerancia su forma de gobernar. Acosa a la prensa independiente y a la oposición, e ignora que en la alternancia está la democracia.
Buscando perpetuarse en el poder ha obligado a sus legisladores a votar una reforma constitucional que le permita seguir siendo reelegido indefinidamente.
Ecuador, con el presidente Rafael Correa, acompaña la tesitura boliviana de eternizarse en el gobierno y también ha obligado a sus parlamentarios a votar una reforma que le permita indefinidamente seguir al frente del Ejecutivo ecuatoriano.
Enemigo de la prensa libre e independiente, Correa ha propiciado una ley para controlar la libertad de expresión.
Por otro lado, utilizando dineros del Estado ha financiado una millonaria campaña internacional, para mostrar los daños que en la Amazonía habría causado la petrolera Chevron y para ello Rafael Correa ha pagado cuantiosas sumas en dólares a artistas de fama mundial, que se presentaban presuntamente indignados por estos hechos.
Mia Farrow, reconoció públicamente que le pagaron por viajar a Ecuador y hablar en contra de Chevron. Danny Glover fue otro de los artistas que aparecía mostrando sus manos con petróleo.
Correa defiende con un discurso parcializado al régimen de Maduro, ocultando la verdad del padecimiento del pueblo venezolano y la enorme opresión que el gobierno chavista ejerce sobre sus ciudadanos.
Pide el fin de las sanciones de EEUU al gobierno de Maduro, sin aclarar que no se sanciona al pueblo de Venezuela sino a siete funcionarios del régimen opresor.
Tanto la Unasur como el Mercosur son funcionales a esos socios ideológicos y son los bloques a los que apelan los gobiernos “progresistas” para demostrar que están unidos y defenderse de presuntos ataques foráneos. Pero en los papeles son clubes que emiten declaraciones altisonantes que no resuelven nada.
Hay más miembros de este “club ideológico”, pero será el tema de la segunda parte de este artículo.
R.V.