Vivo con mis enemigos (reflexiones de José L. Rondán)

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José L. Rondán
José L. Rondán
Todos los seres humanos sin excepción, se hacen a lo largo de su existencia, de un amplio espectro de enemigos, de congéneres dispuestos por diferentes medios a agredirlos, a entorpecer su vida, a hacerla difícil, a complicar su camino hasta hacerlo sentir miserable, hasta desarmonizarlo de forma tal que llega a andar por el mundo como un ente, como un zombie, sin ideas, sin deseos de crear, de construir, de avanzar hacia el crecimiento; haciendo de él una persona endeble, resquebrajada, y viendo en sus eventuales detractores, como si la humanidad entera estuviera dispuesta a golpearlo despiadadamente y predisponiéndolo a imitar a quienes marchan a su vera, volviéndose cada vez más un fantoche, y cada vez menos un ser humano, al tiempo que más agresor y transgresor.
Un individuo puede transformarse en enemigo de alguien por frustración, por envidia, por debilidad, por pura maldad, por venganza, por pequeñez moral, por ignorancia, etc.
No se requiere para ello del ataque físico, para nada; no hay que ahogar, no hay que golpear ni aprisionar, sólo es menester hacer uso de la lengua, único instrumento que se afila con el uso y contra el cual, usando adecuadamente la inteligencia, hay pocas defensas.
Desde niños podemos ser atacados de diferentes maneras, algunas veces por parte de nuestros pares y otras por parte de adultos que por diversas circunstancias apuntan sus baterías hacia nuestra pobre humanidad, haciendo que comencemos a tomar conciencia que ahí afuera, a la vuelta de la esquina, en la pantalla de nuestro celular o en el Facebook, se agazapa un enemigo cuyo rostro puede ser el de un niño o una niña aparentemente amigable, el de un hombre o una mujer que un día se declaró amigo incondicional, pero que no dejará pasar la oportunidad para hacer uso de sus herramientas de lastimar, por lo que pronto comenzamos a desarrollar un sistema de defensa en pro de nuestra seguridad, el cual, o bien nos hace personas íntegras, selectivas y prestas a desechar a aquellos semejantes de los cuales sospechamos que pueden hacernos daño, rodeándonos de gente tan íntegra como pretendemos serlo nosotros, o bien nos volvemos activos guerreros de cara pintada, donde nuestra mejor arma, la lengua, sumada a la inteligencia, podrá hacer estragos, posicionándonos a la misma altura que aquellos de quienes pretendemos defendernos.
Desde temprana edad debemos aprender que somos parte de la Naturaleza, no de esa que muestra la TV, donde un león se devora una cebra o donde una serpiente estruja a un roedor, sino de una Naturaleza diferente, más letal si se quiere, más cruel, donde la brutalidad va de la mano de la inteligencia y confabula para la intriga, y en medio, el individuo desconcertado que no sabe quién lo ataca ni de quien debe defenderse. Una Naturaleza que puede dar muerte, pero antes provoca que te desmorones, que trastabilles, que andes a tientas, ya que muchas veces quien pretenda atacarte, formará alianzas, sembrará dudas, dirá verdades a medias, predispondrá gente en tu contra y hará ver tus pequeños errores, como si se trataran de la antesala del fin del mundo.
Contra esa gente el único antídoto, la única defensa es la distancia, ésta y el tiempo.
Cuando sientas que estás rodeado de gente que de una u otra manera pretenden agredirte, pretenden hacerte daño, hacer que incurras en errores, que titubees, que no seas tú o que no te sientas en la firmeza de tus acciones, no contraataques utilizando los mismos métodos, eso te hace un igual, al tiempo que te embarcará en una guerra cuyo fin sería difícil avizorar; simplemente ignóralos, toma la distancia más adecuada para poder verlos venir, para poder anticipar sus movimientos, y hazte fuerte desde adentro, desde tu propia conciencia y busca respaldo en aquellas personas que están dispuestas realmente a estar a tu lado y que sabes que te aman y te respetan, y deja pasar el tiempo, pues él es un viejo maestro que jamás ha permitido a nadie que parta sin antes haber saldado sus cuentas. Más acá o más allá, todo se sabe y las cosas tienden a corregirse.
Si eres una persona de bien, íntegra y poseedora de una gama importante de valores humanos, y tú lo sabes y también lo sabe quienes a ti verdaderamente te interesa que lo sepan y lo valoren, evita arrojarle perlas a los chanchos, pues ellos no saben de su valor, como no saben los microbios morales de este mundo, lo que significa mirarse a los ojos sin culpas, lo que significa el cálido abrazo al amigo o la mano extendida y firme al que ha tropezado, pues es de gran valor que si la vida te encuentra mirando hacia abajo, no sea porque te sientes alto, en un escalón superior, sino que lo haces porque estás ayudando a alguien a ponerse en pie.
Hay un mundo allí afuera con el que necesariamente debemos convivir, tratemos de hacerlo con la dignidad y entereza del ser humano que habiendo elegido un sendero a discurrir, lo hace con determinación, con honestidad y convencido que lo que encuentre al final del mismo, es lo que realmente se ha merecido.
José Luis Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
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