Amordazando el arte del libre decir – reflexión de José L. Rondán sobre la censura a caricaturistas

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Estaba escribiendo una nota de las que habitualmente publico en ICN Diario acerca de una reflexión de índole filosófico; nota de esas que tratan de llegar al corazón, que desnudan debilidades, que intentan poner en orden la casa interior; en fin, reflexiones para la vida, pero como siempre, surgen cosas molestas, aparecen situaciones incómodas que le hacen a uno hervir la sangre y que le proporcionan material para dibujar o escribir, tal cual ocurrió en esta oportunidad.
A veces mirando esas películas referidas a la historia de pueblos antiguos, apreciamos el carácter y la forma de proceder de aquellos viejos dueños de las naciones, su prepotencia, su vileza, su maldad, su soberbia, la forma en como avasallaban a los pueblos y también, gracias a la Naturaleza, la certeza de su envejecimiento, de su muerte, de su pasaje a la historia negra de esas naciones, y creemos cuando observamos al pasado, que tipejos como Nerón, Stalin, Idi Amin Dada, Hitler, etc. etc… no volverían a surgir porque se supone que de las experiencias el hombre debería aprender, pero no, en el presente vuelven a surgir figuritas presuntamente omnipresentes, quienes se adjudican la tarea sagrada de salvar a su país, de guiar a su pueblo hacia la luz a través de tenebrosas cavernas de miseria y oscurantismo, pero cuando pasan los años y la antorcha se les va apagando, y cuando el tiempo pasa y no logran encontrar el camino hacia la salida, y la pretendida reinvención de su Nación no acaba de concretarse, adoptan dos posturas miserables, una, acusar a terceros de ocultar la salida de la cueva, de cerrar pasillos, de cambiar cartelería para provocar el extravío, y la otra, cuando el pueblo protesta porque la alienación le viene pisando los talones, lo atacan, lo desconocen como de su propia sangre y arremeten contra su propia gente para intentar acallarlos.
Hoy nos llega la penosa y miserable noticia de que fue despedida del diario EL UNIVERSAL de Venezuela, la artista plástica, la caricaturista Rayma Suprani, por una caricatura criticando el sistema de salud del país bolivariano, marchando a engrosar la lista de otros veintiséis columnistas del mismo medio que osaron plasmar en una PC sus ideas, sus pensamientos propios y que seguramente de alguna manera arañaban la pulcra, la impoluta, la intachable imagen de Nicolás Maduro, tanto a nivel interno como internacional.
Hace unos días nos llegaba a nuestra mesa de trabajo la información de la censura de que era objeto otro artista, en este caso el caricaturista ecuatoriano Bonil por una chanza a un diputado afro descendiente al cual le costó horriblemente leer cuatro párrafos de un discurso. ¿Cuál es el problema? ¿Constituye racismo hacer una chanza porque el hombre es afro? ¡HIPOCRITAS! ¡UN MILLON DE VECES HIPOCRITAS!
Si así fuera, si estuviera prohibido reír de los demás, no existirían humoristas, payasos, escritores, caricaturistas, redactores; no existiría la gente misma, ya que permanentemente nos estamos riendo unos de los otros, porque eso es la vida, de eso se trata vivir, del hecho mismo de hacer de la risa un camino a transitar diariamente.
¿Cuántas bromas, cuántas caricaturas, se le han realizado a hombres blancos, (o debo decir europeo-descendientes para que no me tilden de racista), y no ha pasado absolutamente nada?
Lo importante es hacer valer la voluntad del todopoderoso de turno, de las tan mentadas leyes de regulación de los medios de prensa, vale decir, mordaza legal, o como expresara Bonil en una de sus tiras, -Libertad de Prensa, no, Libertad de Piensa.
Importante es que sepan que por más que se paren en un estrado, por más que vociferen, por más que alcen sus puños en tono amenazante, ni Maduro ni Correa son Simón Bolívar, ni siquiera llegan a ser el polvo de los cascos de su caballo, y que aunque hoy en apariencia hayan logrado romper la punta de los lápices de estos dos artistas, pronto volverán a sacarles punta para hacer lo que hacemos los artistas, intentar suavizar las ásperas aristas de las rocas de la vida, provocándole una sonrisa a la gente mientras dibujamos una mueca sobre esos pobres caras de piedra.
BONIL y SUPRANI, si bien es otro tipo de agresión, es otra forma de tratar de lastimar al que piensa diferente, están en la misma posición que nuestros colegas de Charlie, ¡SALUD CAMARADAS!
José L. Rondán
Artista plástico y caricaturista
E-mail: [email protected]