La mágica democracia (reflexiones de José Luis Rondán)

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José Luis Rondán
José Luis Rondán
Recuerdo una expresión usual en mi suegro, quien era muy afecto a las festividades de fin de año, y cuando el tiempo lo sorprendía, cuando haciendo un alto en su trabajo se sentaba bajo el viejo alero a tomarse un vino, miraba de pronto el almanaque y notando que estaba a los inicios de diciembre, alzaba la voz como por arte de magia, no sin antes mandarse el último trago, expresando con gran entusiasmo ante su esposa sorprendida por el alboroto, -¡Estamos nelas Carmiña, estamos nelas!
Así las próximas Elecciones Nacionales en Uruguay, evento importante y trascendental si los hay, donde las cartas de los unos y los otros son echadas sobre la mesa popular; estamos en ellas, al decir de mi suegro; ahí a la vuelta de la esquina está el gran día donde el pueblo todo se volcará a las calles para emitir su voto, para expresar su soberanía y elegir libremente a quienes tendrán el honor de dirigir los destinos del país durante los próximos cinco años. ¡Es cosa seria, no es un juego!
Quienes hemos vivido la anarquía, la violencia, el temor y el desorden provocado por la guerrilla tupamara primero, donde los derechos humanos de quienes habían elegido libremente a sus dirigentes, fueron avasallados hasta el hartazgo y las instituciones denigradas y quebradas, y más tarde, nos vimos obligados a transitar el difícil camino planteado por la dictadura militar, llámese gobierno de facto, casi bajo los mismos términos que la situación anterior; quienes ante ambas situaciones no optamos por los aviones, no elegimos los pasos de frontera, no nos inclinamos por la Europa primer mundista y nos quedamos acá, en el paisito, aguantando el palo de la carpa, estoicamente, soportando lo que el pueblo real debe soportar para que aun quede algo que rescatar como Nación, cuando los que se fueron encuentren las condiciones para retornar, aunque al volver traigan bajo el brazo el diploma de héroes, ubicando a los que quedamos, en el papel de simples espectadores, en verdad veneramos el acto eleccionario. Realmente sentimos alivio por la renovación obligada, sinceramente sentimos paz en el corazón por el camino que lustro tras lustro el país va recorriendo en su ya fortalecida democracia, puesto que esto nos permite mirar al futuro con cierta esperanza, con cierto sentimiento de que aún se puede soñar con alcanzar la utopía del país de trabajo y paz, del pueblo superado viviendo en armonía.
Pero todo eso se troca de pronto en zozobra espiritual, en temor por lo que vendrá cuando escuchamos a los líderes, a los dirigentes más encumbrados dando mensajes verborrágicos; planteando propuestas casi sin sentido, vacías muchas de ellas de un verdadero sentido ciudadano y dirigidas casi exclusivamente al que vota un color y no una propuesta, al que elige un rostro enquistado en el subconsciente y no al hombre o mujer comprometido con sus ideales, quienes a la postre podrían ser los nuestros; al que elige un número, un lema, al amigo o por intereses personales, y se olvida que en esa papeleta muchas veces se introduce por la boca de la urna, una parte importante de nuestro destino como país.
Hace algunos años, habiendo finalizado la elección anterior donde fue electo el actual Presidente, vi salir de un importante edificio público algunas camionetas cargadas de legisladores, por lo que le pregunté a uno de ellos a que se debía la reunión y la algarabía, ya que allí viajaban hombres recién elegidos, provenientes de todos los partidos políticos, a lo que uno alegremente me contestó que iban a la chacra de tal, a comerse un asadito para festejar la renovación del contrato laboral.
Por un lado me sentí aliviado que burgueses y proletarios, que gente de derecha, de centro y de izquierda, pudiera compartir primero un transporte, y después un asado para celebrar una causa común; prácticamente un tema de Estado, no sólo que todos tendrían la magnífica oportunidad de laborar en pro de la estabilidad y grandeza del país, sino que todos seguirían cobrando sus salarios por cinco años más… ¡No habían perdido el trabajo, tendrían un pan para llevar a su mesa!…Afuera la masa festejaba, o sufría, reía o lloraba.
A veces me pongo a pensar sobre los caminos que llevan a un hombre o una mujer a entusiasmarse con el estrado, con el micrófono, con el verbo fácil, con la promesa que sabe no podrá cumplir, pero que ilusiona y tranquiliza, con la necesidad de escuchar cual talentoso artista, los aplausos de gente que va, no sabe muy bien para qué, pero va.
Cuando escucho hablar de Seguridad, de Salud, de Enseñanza, de la Justicia y la Policía, de los barrios pobres, de los presos, de, de… Todos prometen, Nadie cumple… entonces vote a Nadie. Así dice el chiste, pero la realidad más cruda es que nadie plantea elementos de fondo, absolutamente nadie recoge el guante para proponer e impulsar el hundir el cuchillo hasta la cruz, aunque ello le haga perder algunos votos.
Todos reconocen la mutación y la degradación social, la pérdida de valores, el descreimiento ante las autoridades, el disloque de la familia, la opción de mucha gente por el mínimo esfuerzo.
Todos reconocen que hay una masa humana que se desloma a diario para ganar su pan y para generar el dinero que paga impuestos, que paga sueldos y mantiene zánganos. Todos parecen saber que parte del país se está yendo lentamente por el desague; que los violentos, que los apátridas, que los traidores, muchos ellos de cuello blanco, y otros no tanto, están forjando el clima para que ello ocurra, por lo que se podrá tomar lo que se pueda antes que se diluya totalmente y después huir, o se podrá contener la disgregación social a través de normas fuertes, antipáticas muchas veces, pero fuertes; que enmarquen, que conduzcan, que encarrilen. Normas que hagan saber quién manda, quién dirige y quién se hace responsable; a quién le toca ordenar y a quién obedecer.
Solo así se mitiga el dolor del resquebrajamiento, solo así se podrá emerger, creando el clima para la trascendencia como Nación, en un ámbito de verdadera libertad.
Parece como si los líderes se desangraran junto con su pueblo, sin percatarse de lo que está ocurriendo, agotando sus energías en discusiones baladíes, casi sin sentido, vacías, dejando de lado la posibilidad de que las cosas de relevancia estén enmarcadas en una verdadera política de Estado.
Se atiende a medias sólo lo urgente, se ponen parches; se esgrimen y confrontan argumentos livianos, aparatosos pero huecos. Se omite lo importante. Lo que debe ser observado, analizado y atacado con la seriedad que corresponde, suele ir bajo la alfombra, porque no se ponen de acuerdo y mientras la vida política discurre entre debates que no llevan a ninguna parte, entre acuerdos y desacuerdos, brindis, viajes y recepciones, el bandido engorda y amplía su territorio, la maestra sufre porqué la luz del intelecto se extingue, el joven languidece carcomido por las drogas en algún zaguán oscuro mientras sus padres agobiados lamen las heridas, al tiempo que las manos del que trabaja se marchitan en la desesperanza.
Ese no es el país con el cual soñamos; todos saben, aunque se hagan los distraídos, dónde está el problema y seguramente el camino a recorrer para acceder a la solución; todos saben que los grandes problemas requieren de profundas y muchas veces antipáticas medidas, amparadas en las políticas de Estado a las que me refería; todos saben que ante la gangrena social, el tiempo que pasa en darle fin al problema, exigirá una mayor amputación, cuando no la muerte y por ende, aunque no lo pregonen, aunque traten de esquivar el bulto, todos saben de su altísimo grado de responsabilidad ante los problemas y las dificultades que demoran en atender, recorriendo mientras tanto, intrincados senderos cubiertos de floridas palabras y grandilocuentes discursos que solo sirven para la televisión, para la tribuna, para el correligionario o el camarada, pero no para atender a la cruda realidad.
Esta es nuestra tierra, acá están nuestras raíces, es nuestra única Patria, aunque muchos posean pasaportes con doble ciudadanía, es la República que se alza al Oriente del río Uruguay, balcón al mar, y es por ello que nosotros, si estamos vacíos, la dejemos fluir hasta que todo el sentimiento del ser social se haya evaporado convirtiéndonos en parias, o nos preocupemos y ocupemos de los temas que hacen a nuestra vida como pueblo.
Las Elecciones Nacionales están ahí nomás, a la vuelta de la esquina, no sé quién será el próximo Presidente ni sus ministros, no se quienes serán diputados o senadores, ni quien poseerá la mayoría parlamentaria, si la hubiese, sólo siento en mi corazón, en lo más profundo de mi ser como seguramente lo sentirán todos quienes pisan este suelo, que la responsabilidad de todo aquello que ocurra o deje de ocurrir entorno a los problemas más acuciantes que le tocan vivir a esta sociedad de hoy, radican en los hombres y mujeres de Gobierno y que de no asumir aquello a lo que se comprometieron, la Historia habrá de apuntarlos con su poderoso dedo de hierro.
José Luis Rondán
Taller de Arte “La Guarida” del artista plástico José L. Rondán
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